02 octubre 2011

Valores y antivalores

Los primitivos clanes de seres humanos ya se organizaban a partir de unas escalas de valores, de una moral colectiva, al igual que todas las sociedades y civilizaciones que desde entonces han existido. Sin valores, es imposible la vida en comunidad, ya sea esta la de la familia, el barrio, la ciudad, la región, el país o las relaciones y la convivencia internacional.

De hecho, los valores son incluso imprescindibles para convivir con uno mismo; sin unos principios que regulen nuestro comportamiento, sin este tipo de "automatismos morales", nos sentiríamos dubitativos, inseguros, y difícilmente podríamos estar a gusto y en paz con nosotros mismos.

Necesitamos los valores. Y dado que los necesitamos, hemos que decidir cuales son los valores concretos que queremos adoptar como tales, es decir, hemos de preferir y rechazar, con el objetivo de concretar el tipo de organización social a la que aspiramos. A partir de los valores, por oposición, se identifican los antivalores, los principios opuestos a los escogidos. O al revés.

Es un proceso con un componente de subjetividad importante. Y por lo tanto, con un amplio abanico de posibles resultados. En nuestro caso, a partir de distintos razonamientos, optamos, decidimos, partimos de la premisa, pero en definitiva nos inventamos, que los valores que queremos asumir, que asumimos, son aquellos contenidos y derivados de los principios expuestos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Hay que puntualizarlo, porque no siempre ocurre o ha ocurrido así. Por ejemplo, es obvio que el nazismo defendía unos valores, el problema es que dichos valores eran el racismo, el militarismo, la homofobia, etc.

Es verdad que no siempre es fácil establecer un límite claro entre valores y antivalores. Los extremos del abanico siempre son evientes, pero en la gradual transición de un extremo al otro pueden existir zonas intermedias de incómoda o difícil valoración. No obstante, utilizar la existencia de esta zona gris o confusa para cuestionar todo el sistema jerárquico de valores no tiene sentido, ya que las tendencias que marcan los extremos siempre están muy claras.

Al final (o desde el principio), este tipo de impugnaciones en general no persiguen la negación de la validez de cualquier sistema de valores, sino que lo que suelen esconder es, a través de la descalificación retórica, una reivindicación "de hecho" de valores opuestos a los de la Declaración Universal. Una estratagema para luego acabar reivindicando la legitimidad de la ley del más fuerte (convirtiendo esta ley en el valor supremo). O a través de sistemas ideológicos presuntamente más elaborados (pero en el fondo igual de burdos), negar igualmente los principios de la Declaración Universal, como en el caso del nazismo, el estalinismo, los integrismos religiosos, el colonialismo económico, etc.

22 agosto 2011

La personalidad jurídica

Los derechos humanos son el resultado de un largo proceso evolutivo e inventivo. Uno de los hitos de este proceso es la emergencia del derecho a la personalidad jurídica. Steven Wise lo expone así: "Los humanos nos hemos asignado estatus de personas jurídicas, hemos decidido que entre todos los millones de especies que hay en el planeta somos los únicos con derechos" (1). Es decir, el derecho a la personalidad jurídica es el derecho que nos otorgamos a tener derechos.

Como derecho universal y citado de forma específica, el derecho a la personalidad jurídica (2) emerge recientemente, ya que, por ejemplo, no aparece en anteriores declaraciones históricas (como, a finales del siglo XVIII, la de independencia de las colonias americanas, o la de la Revolución francesa).

El derecho a la personalidad jurídica, todavía sin esta denominación específica, tiene sus raíces en la Antigüedad. Es un derecho reconocido históricamente, en sus inicios, sólo a parte de la población (en la democracia ateniense, a los ciudadanos libres), y que luego, muy lentamente, fue ampliando su alcance de forma progresiva (los esclavos, las mujeres, los menores), hasta alcanzar a toda la humanidad. De forma progresiva pero también con parones y brutales retrocesos, como los del siglo pasado: los campos de trabajos forzados y exterminio nazis, los gulag soviéticos, los desvaríos de los jemeres rojos camboyanos, etc.

Como doctrina y anhelo, el derecho a la personalidad jurídica se concreta y generaliza con la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, a través de su artículo seis: "Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica". Pero como ya sabemos, la proclamación de un derecho es una declaración de intenciones, que luego hay que materializar. Hoy en día todavía existen muchas personas a las que de hecho no les es reconocida su personalidad jurídica, ni los derechos que este reconocimiento llevarían aparejados (esclavos en Mauritania, esclavas en prostíbulos de la mayoría de los países, personas migrantes sin papeles, etc.). Es decir, a los parones y retrocesos históricos fruto de los distintos totalitarismos mencionados antes hay que sumarles los marginados sociales, "marginados de derechos", existentes en la actualidad en prácticamente todos los países, sean sus regímenes democráticos, teocráticos, dictatoriales o del tipo que sean.

Por otro lado, el derecho a la personalidad jurídica, incluido en la Declaración Universal, es un derecho redundante, en la medida que tanto en el preámbulo como en los tres primeros artículos ya se afirma "la igualdad de derechos de hombres y mujeres", que "todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos", que "toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna", y que "todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona". Una redundancia que los redactores consideraron oportuna precisamente para remachar esta idea de que todos los seres humanos, sin distinción alguna ni excepciones, son sujetos de derechos. De hecho, del articulo seis de la Declaración Universal se puede realizar esta lectura: "ya hemos dicho que todos los seres humanos tienen los mismos derechos y que por lo tanto les deben ser reconocidos, pero como es muy importante insistimos en ello".

También se podría haber optado por poner el artículo seis como primer artículo de la Declaración Universal, transmitiendo entonces la siguiente idea: "todos los seres humanos son sujetos de derechos humanos, y estos derechos son los que se adjuntan a continuación". Quizás incluso habría quedado más claro, desde un punto de vista jurídico.

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(1) Steven Wise. "Los animales son tratados como cosas por la ley", La Vanguardia, La Contra, 13/08/2011.
(2) No nos referimos aquí a la denominada también personalidad jurídica utilizada en el ámbito empresarial y financiero. Su importancia en las sociedades actuales es enorme, pero se escapa del objetivo de este artículo (su inclusión sólo tendria sentido en función de su relación, o sobre todo de su eventual colisión, con la personalidad jurídica de la que hemos tratado.

20 agosto 2011

Citas - Javier Pérez de Cuéllar (historias silenciadas)

"La historia de la humanidad se lee generalmente a través de las guerras, los atentados, las traiciones y los crímenes. La importancia de un acontecimiento se juzga por el número de víctimas que ocasiona y su notoriedad: para los telediarios o los manuales de historia, cien mil muertos anónimos valen más o menos como el asesinato de un jefe de Estado."
Javier Pérez de Cuéllar. La enciclopedia de los derechos humanos [Los derechos humanos en el siglo XXI. Ediciones Unesco / Icaria Editorial. Barcelona, 1998]

19 agosto 2011

Citas - Mikhaïl Gorbatchev (manipulación de la historia)

"La historia ha sido, desde la noche de los tiempos, objeto de numerosas deformaciones, no sólo a causa de la desaparición de las fuentes, sino debido casi siempre a una intención política. La deformación intencionada de la trama histórica, con un fin interesado, ha provocado numerosos conflictos y grandes catástrofes."
Mikhaïl Gorbatchev. Solidaridad y enseñanza (Los derechos humanos en el siglo XXI. Ediciones Unesco / Icaria Editorial. Barcelona, 1998)

18 agosto 2011

¿Quién escribe la historia?

¿Quién escribe la historia? ¿En qué fuentes se basa? ¿Cuales son sus objetivos al escribirla? ¿Cuales son sus convicciones personales, su ideología? ¿Hasta que punto es fiable la información que en un momento dado un historiador aporta sobre un tema concreto?

"La historia no explica la verdad. La mano que la escribe siempre es la mano del vencedor; no sólo de quien ha ganado la batalla, sino de quien ha sobrevivido, se ha aposentado, ha ganado una cátedra y se ha hecho historiador."
Joan Margarit. El Periódico, 28-7-2007

Una crónica histórica es sólo una aproximación más o menos honesta y afortunada (en ocasiones muy poco honesta, o gravemente desafortunada), a hechos del pasado, a menudo difíciles de verificar, cuando no totalmente imposibles. La eventual desiformación, los prejuicios, los intereses personales, corporativos o nacionales de los historiadores... son muchos los aspectos que hay que tener presentes al acercarse a los textos que pretenden explicarnos hechos del pasado.

Lo normal es que un buen historiador tenga en cuanta estas limitaciones. Lo curioso es que en muchas ocasiones,estas limitaciones algunos historiadores las contemplan de forma muy subjetiva: el argumento les sirve para ver la paja en el ojo ajeno mientras que, en cambio, no ven la viga en el propio. Ven la manipulación racional o emocional en los trabajos de los otros y no son capaces ni de evitar ni de reconocer en sus trabajos estos mismos defectos.

"La 'History of England', publicada en 1755 y los años siguientes está dedicada a demostrar la superioridad de los tories sobre los whigs y de los escoceses sobre los ingleses; no creía (David Hume) que la historia hubiera de tener la misma neutralidad que la filosofía."
Bertrand Russell. Historia social de la filosofía

La historia es una de las ciencias, si cabe llamarla así, más inexactas que existen. Y al mismo tiempo es imprescindible, ya que sin memoria estamos condenados a repetir los errores (las injusticias, los atropellos) del pasado. Como víctimas o verdugos. Por lo tanto, la conclusión es obvia: mucha atención, que no nos den (ni demos, nosotros estamos igualmente expuestos a esta deriva), gato por liebre.

13 junio 2011

Mínimos imprescindibles

Si no funciona la empatía, que al menos funcione la cortesía. Es mejor simular una relación educada que, en nombre de la sinceridad y la espontaneidad, provocar catástrofes materiales o emocionales. Si no te puedes poner "en la piel del otro", al menos, si es posible, no se la lastimes.

31 mayo 2011

Citas - Amin Maalouf (la tolerancia no basta)

"La tolerancia no basta. La tolerancia es una actitud del vencedor hacia el vencido. Lo que necesitamos decir no es “yo te tolero”, sino “yo te respeto”. Respetar al otro, conocer al otro, establecer un tipo diferente de relación con el otro y con la cultura del otro. La tolerancia estaba bien en los siglos XV o XVI, ahora no basta. Necesitamos ser conscientes del hecho de que compartimos el mismo planeta, de que somos personas diferentes en el idioma, en la religión, en el color, en el estatus social, en la nacionalidad… El asunto principal del siglo XXI es cómo vivir juntos armoniosamente, y me temo que muy pocos países están enfrentándose a este tema adecuadamente."
Amin Maalouf (entrevistado por Juan Cruz), "Avanzamos hacia un mundo de amargura", El País Semanal, 17-10-2010

28 mayo 2011

Refranes y misoginia

Decía Voltaire que "Un proverbio no es una razón", y Stendhal proponía: "Odiemos las máximas: la vida es ondulación y contradicción, no síntesis".

En ocasiones se recurre al estudio del refranero con la finalidad de demostrar un determinada característica de una sociedad. Pero el recurso a los refranes con este tipo de finalidades es una iniciativa peligrosa, porque ni a Voltaire ni a Stendhal no les faltaba razón. De hecho, el refranero puede servir tanto para demostrar, en la mayoría de los casos, una cosa como su opuesta; sólo hay que realizar la selección adecuada de refranes.

El refranero es el reflejo de la diversidad existente en una determinada sociedad. Por lo tanto, es normal que también refleje las relaciones de poder, tensiones y desacuerdos entre hombres y mujeres. Con la particularidad de que en la medida que el refranero se ha generado de forma espontánea y se ha transmitido de forma oral, no ha estado dominado de forma exclusiva por los hombres: las mujeres también han participado en la creación de refranes y en su transmisión. Por lo tanto, concluir a partir del estudio de un refranero que una determinada sociedad es misógina és bastante arriesgado, o incluso gratuito.

No todo vale, si se quiere demostrar algo, no vale todo ni tan siquiera en el caso que lo que se quiere demostrar es algo evidente, como la misoginia en la mayoría (o en la totalidad, en mayor o menor grado) de sociedades. O dicho de otro modo: del estudio del refranero no se puede concluir que una sociedad sea misógina... pero es que no hace falta recurrir a él para llegar a esta, en general, obvia conclusión.

08 abril 2011

¿Pueden existir derechos humanos rechazables?

Los sistemas de derechos que los seres humanos creamos pueden ser contradictorios entre ellos. Tanto, que si los valoramos desde una perspectiva moral, unos sistemas (o una de sus partes) pueden considerarse "buenos" (deseables, positivos) o "malos" (rechazables, negativos). Esto ocurre en todos los ámbitos, desde el derecho civil y penal, el derecho comercial, marítimo o internacional, el derecho medioambiental...

¿Ocurre lo mismo con los derechos humanos? ¿Cabe la posibilidad que algunos derechos humanos puedan ser considerados "malos" desde una determinada perspectiva moral? Por descontado, sólo hay que ver las polémicas que generan algunos determinados derechos vigentes, o la reivindicación de otros todavía no reconocidos. Por ejemplo, el derecho a abortar en determinadas circunstancias (y enfrentado a él el derecho del embrión o el feto a nacer), o el derecho a la eutanasia (o su rechazo). Esto en la actualidad, y si se da una ojeada a la historia la lección todavía és más contundente; para convencerse, entre otras muchas opciones, sólo hay que recordar los tiempos, relativamente recientes, en los que los paises presuntamente más avanzados aceptaban que unas personas pudieran ser esclavizadas por otras.

La construcción de un sistema de valores, a partir del cual construir un sistema de derechos, es una tarea compleja. E imposible de desarrollar con el consenso de toda la población, porque siempre habrá temas como los mencionados (el aborto o la eutanasia) sobre los que no será posible el acuerdo.

¿Qué es lo bueno? ¿Qué es lo malo? La realidad es que tras más de 2500 años de reflexiones filosóficas no hay una única respuesta.

¿Cuál es la mejor respuesta? Por la experiencia disponible hasta el momento, parece ser que la mejor es la que ha emergido de los debates sobre derechos humanos desarrollados en las Naciones Unidas, plasmados en primer lugar en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y luego en las distintas convenciones, convenios y declaraciones temáticas que la han ido desarrollando y completando. La mejor respuesta, hay que precisarlo, si limitamos las opciones al intento de garantizar al conjunto de la humanidad las cotas más altas posibles de lo que ya proclamaban los revolucionarios franceses: "libertad, igualdad y fraternidad"

Pero nunca debemos olvidar que, a pesar de su importancia y del consenso que goza en la actualidad, esta no deja de ser una invención humana más. Y por lo tanto, sujeta a eventuales revisiones. Sujetas a su vez al debate histórico, filosófico, moral y ético relativo a "qué es lo bueno y deseable y qué es lo malo y rechazable". Es decir, sujeto a una opinión subjetiva.

28 marzo 2011

Citas - Jane Austen (mujeres e historia)

"He leído algo de historia por obligación; pero no veo en ella nada que no me irrite o no me aburra: disputas entre papas y reyes, guerras o pestes en cada página, hombres que no valen gran cosa, y casi nada de mujeres, ¡es un fastidio!"
Jane Austen. Northanger Abbey, 1798 (citado en la introducción de la "Historia de las mujeres, 1 - La Antigüedad", Ed. Taurus, 1991)

21 marzo 2011

Delitos sexuales y presunción de inocencia

La presunción de inocencia no siempre está garantizada, en determinadas circunstancias es precaria. En el caso de abusos sexuales hay sectores de la población, incluso de la judicatura, que parece que otorguen al acusado la presunción de culpabilidad. En ocasiones parece que se ha pasado de un extremo al otro. Antes, cualquier denuncia de violación hacía recaer sobre la denunciante todas las sospechas: prostituta, mujer fácil, provocadora, mentirosa, rencorosa... (algo que sigue ocurriendo, de forma escandalosa y desgraciada, en muchos países).

Últimamente las pruebas de ADN han facilitado el esclarecimiento de algunos casos de violencia sexual. Para culpar (y condenar), o para exculpar y en ocasiones incluso excarcelar personas falsamente acusadas, privadas de libertad durante años hasta que al final, gracias a pruebas de ADN anteriormente no practicadas, han visto que se demostraba su inocencia. Personas a las que, hasta entonces, no les había servido de nada proclamar de forma incansable su inocencia.

Pero en este tipo de casos las pruebas de ADN no son siempre la panacea. Por ejemplo, no lo son en el caso de relaciones reconocidas por el acusado, pero que él sostiene que fueron consentidas y ella que fueron forzadas.

Entre la violación y el mutuo deseo y entrega incondicionales hay un amplio abanico de distintas situaciones posibles, con distintos grados de deseo, entrega y consentimiento; la zona media del abanico es compleja, llena de posibles equívocos. Entrar judicialmente en este mundo brumoso es inevitable cuando hay una denuncia, y al mismo tiempo es muy delicado y arriesgado. La justicia no es una ciencia exacta (de hecho no es ni una ciencia). Es una práctica aproximativa, y ante la duda la cuestión estriba en establecer en general, y decidir en cada caso particular, hacia que lado de la duda hay que decantarse.

Desde luego, una violación es un hecho terrible, espantoso, intolerable, que jamás debería quedar impune. El avance social y judicial que se ha hecho reconociendo las dimensiones de este espanto es importantísimo, uno de los grandes hitos de este lento proceso de humanización en el que la especie humana está metida, en el que estamos todos metidos.

Sin duda sobrecoge pensar en una mujer violada... pero también sobrecoge pensar en un hombre falsamente acusado de violación; su calvario ha de ser terrible, incluso si al final es absuelto de la acusación. Como una mujer violada, queda marcado para toda la vida. Dicen los expertos que los casos de falsas denuncias son mínimos. Dicen también que hay mecanismos para detectarlos. Pero el caso es que se dan, y que en ocasiones no son detectados.

Por esto es tan necesario que la presunción de inocencia de la persona acusada sea escrupulosamente respetada, en la misma medida que se debe respetar la presunción de veracidad del testimonio de la persona acusadora. Tanto en el caso de denuncias de violaciones como en cualquier otro caso. Siempre.

15 marzo 2011

Todos los derechos son derechos humanos

Todos los derechos son derechos humanos. Por un lado, porque es obvio que sólo los seres humanos inventamos derechos, los regulamos legalmente y reivindicamos su respeto. Y por otro lado, porque todos los sistemas de derechos, del tipo que sean, inciden sobre nosotros.

El derecho penal, público, privado, administrativo, comercial, marítimo, internacional, medio ambiental... todos nos afectan. Todos son derechos humanos porque según se establezcan de una forma u otra potencian o recortan las potencialidades de las personas.

Muchos de los sistemas de derechos mencionados están relacionados con el derecho a la propiedad. Por lo tanto, según como se entienda el derecho a la propiedad (y puede ser entendido de formas muy distintas, sólo hay que dar un vistazo a la historia), según la forma como se contemple su interpretación en cada uno de los sistema de derechos mencionados, originará unos escenarios sociales distintos. Más favorables por ejemplo a los intereses de las grandes corporaciones económicas o a los de la mayoría de la población.

Otro ejemplo distinto: los derechos que algunos colectivos reclaman para los animales. Que los animales puedan tener determinados derechos nos afecta directamente, ya que transforma nuestros derechos y potencialidades. La concesión o la negación de derechos a otros seres vivos incide de forma directa sobre nuestras construcciones éticas y, por lo tanto, sobre todo aquello que nos autorizamos o negamos. Plantearnos si los animales pueden o deben tener derechos, plantearnos si estamos dispuestos a concedérselos, puede darnos la opción, el derecho, a sentir compasión, y a renunciar entonces a según que esclavitudes animales (como la de aquellos criados para la alimentación humana, las prendas de abrigo, etc.). O pueden obligarnos a revisar el derecho que nos hemos concedido a seguir torturando otros seres sensibles y capaces de sufrir, ya sea como actividad presuntamente cultural o lúdica (en el caso de los toros), o con fines industriales o científicos (la experimentación cosmética o médica).

De todo lo expuesto se deduce que jamás deberíamos desentendernos del contenido de ningún sistema de derechos vigente, o de cualquier proyecto de revisión o ampliación (los eventuales derechos de los animales, los derechos relacionados con la ingeniería genética, etc.), porque todos los derechos nos afectan. Directamente o, "también directamente", de forma solidaria, en tanto que miembros de la gran familia humana (o como miembros de la todavía más extensa "gran familia sensible y capaz de sufrir").

27 enero 2011

Compasión y empatía

Algunos reputados pensadores argumentan que la moderna utilización y difusión de la palabra empatía no es más que una actualización del concepto de compasión, de larga tradición en las distintas culturas y religiones.

Tienen la mitad de razón. La mitad que les falta es que la empatía, además de permitirnos acompañar el sufrimiento, el dolor o la desesperación ajenos, también nos permite compartir la vitalidad, el optimismo y la alegría. Por lo tanto, la irrupción de la empatía como complemento o alternativa moderna a la compasión es un buen invento psicológico, una eficaz herramienta social, ya que permite unas relaciones entre las personas (y con uno mismo), mucho más optimistas y productivas.

Si es importante saber acompañar la persona sufriente, saber estar a su vera, paliando cuando es posible su sufrimiento, lo es tanto o más saber estar, compartir y alegrarse con las alegrías ajenas. Porque sería una lástima, una lamentable calamidad, un verdadero desastre evolutivo, que el potencial contagioso de la vitalidad ajena no se pudiera expandir a causa de que sólo fueramos receptivos a las penalidades y las tristezas.

De hecho, la empatía no es ningún invento de la modernidad; es una capacidad que sin duda ha acompañado a la humanidad desde los tiempos más remotos. La novedad seguramente es su reconocimiento y valoración actuales, en contraposición, o como complemento, a la gran valoración que han hecho las religiones, y en especial el cristianismo, de la compasión. Es obvio que el horizonte humano se hace más soportable y viable con el cultivo de la compasión, pero también lo es que este horizonte sólo se hace realmente brillante y motivador con la capacidad de la empatía de permitirnos gozar con el goce ajeno.