¿Qué pretendemos, cuando nos acercamos a la historia pasada o a las crónicas de la realidad actual? ¿Sólo nos atraen como una forma de entretenimiento? ¿O mediante la información que nos facilitan nos proponemos trascender la simple curiosidad y buscar la transformación de aquellos aspectos de la realidad que consideramos reprobables, que atentan contra la dignidad de las personas? ¿Nos motiva el propósito de buscar el vínculo entre el conocimiento de la verdad y la transformación de la realidad que nos rodea?
Si la respuesta es afirmativa, todavía podemos añadir lo siguiente: si son estas las inquietudes que albergamos, en el fondo quizás será relativamente igual que leamos un relato histórico, un periódico o que hablemos con el vecino, porque cualquier información o situación puede ser, cuando se acepta que pueda serlo, un punto de arranque para una reflexión que permita iniciar un proceso de transformación de la realidad.
Tal como al parecer decían los templarios, "quién más sepa, que más diga; quién más pueda, que más haga".
06 septiembre 2010
02 septiembre 2010
Implicación e inhibición
Ante determinadas actitudes o comportamientos de dudosa moralidad podemos argumentar que "es lo que se ha hecho siempre", "es lo que hace todo el mundo". Y de esta forma justificar nuestra inhibición, nuestra falta de reacción, ante los abusos o las injusticias.
Hay que reconocer que es un argumento aplicado a menudo en los análisis históricos. Y utilizando también por los mismos protagonistas de sucesos posteriormente cuestionados: por ejemplo, a gran escala, por todas las personas que durante la Segunda Guerra Mundial colaboraron con los proyectos genocidas alemanes y japoneses, o por quienes contribuyeron a las masacres perpetradas por las distintas dictaduras comunistas, en China, la Unión Soviética, Corea o Camboya.
Es verdad que no es fácil ir a contracorriente, pero también lo es que "todas las reglas tienen sus excepciones": el hecho de que determinado comportamiento fuera habitual en un momento histórico dado (o en la actualidad) no impide que no se produjeran (o se produzcan) excepciones.
Por ejemplo, la visión que tienen algunas personas de que "todos los alemanes comulgaban y colaboraban con el nacionalsocialismo" no es nada fiel a la realidad, ya que lo cierto es que los primeros ocupantes de los campos de concentración nazis fueron precisamente disidentes alemanes.
En todos los sistemas totalitarios ha existido una mayor o menor disidencia, en todas las épocas históricas siempre ha existido gente con la suficiente dignidad e integridad para no someterse a los abusos del poder. Es cierto que a menudo estas personas han pagado un alto precio por su actitud, incluso con su vida, pero demuestran que incluso en las peores circunstancias no es inevitable el colaboracionismo con las políticas autoritarias y contrarias a los valores de la libertad y de los derechos humanos.
Hay que reconocer que es un argumento aplicado a menudo en los análisis históricos. Y utilizando también por los mismos protagonistas de sucesos posteriormente cuestionados: por ejemplo, a gran escala, por todas las personas que durante la Segunda Guerra Mundial colaboraron con los proyectos genocidas alemanes y japoneses, o por quienes contribuyeron a las masacres perpetradas por las distintas dictaduras comunistas, en China, la Unión Soviética, Corea o Camboya.
Es verdad que no es fácil ir a contracorriente, pero también lo es que "todas las reglas tienen sus excepciones": el hecho de que determinado comportamiento fuera habitual en un momento histórico dado (o en la actualidad) no impide que no se produjeran (o se produzcan) excepciones.
Por ejemplo, la visión que tienen algunas personas de que "todos los alemanes comulgaban y colaboraban con el nacionalsocialismo" no es nada fiel a la realidad, ya que lo cierto es que los primeros ocupantes de los campos de concentración nazis fueron precisamente disidentes alemanes.
En todos los sistemas totalitarios ha existido una mayor o menor disidencia, en todas las épocas históricas siempre ha existido gente con la suficiente dignidad e integridad para no someterse a los abusos del poder. Es cierto que a menudo estas personas han pagado un alto precio por su actitud, incluso con su vida, pero demuestran que incluso en las peores circunstancias no es inevitable el colaboracionismo con las políticas autoritarias y contrarias a los valores de la libertad y de los derechos humanos.
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