01 noviembre 2012

¿Libertad de expresión ilimitada?

Todo lo que puedo pensar no lo puedo decir. Todo lo que puedo decir no lo puedo decir en todas partes. ¿Estas limitaciones son un atentado a la libertad de expresión? Pues depende. Las relaciones sociales están reguladas por múltiples normas, y todas las normas están sujetas a matices. Sin normas es imposible la convivencia. Sin matices es muy complicada.

Pensar, puedo pensar lo que quiera, incluso me puedo pensar como autor de los comportamientos más abyectos, las actitudes más antisociales, los crímenes más terribles. Si lo hago, alimentaré mis potencialidades negativas, pero mientras esta "acción mental" discurra exclusivamente dentro de la clausura de mi mente, es de competencia exclusiva mía, no tiene trascendencia social, y por lo tanto a nadie más le incumbe.

En cambio, verbalizar el pensamiento, hablar, es una forma de actuar. Y de la misma forma que nuestra libertad de actuación está limitada por leyes y normas, nuestra libertad de expresión también. Porque aunque parezca una paradoja, sin límites a la libertad de expresión no es sostenible la libertad de expresión, ya que determinados excesos hacen poco viable su uso generalizado.

El dilema está en los matices, en la concreción de los límites... Matices y límites: la apología del racismo, de la homofobia, de la misoginia, de las limpiezas étnicas, de la tortura, suele estar prohibida. Y penada. No siempre ni en todas partes (siempre hay excepciones lamentables), pero sí en los países de raíces democráticas y voluntad de consolidarlas. Sin estos límites a la libertad de expresión, es difícil imaginar una vida en común viable.

¿Son estos, u otros parecidos, los únicos límites posibles? No, los regímenes dictatoriales los establecen de otro tipo, por ejemplo prohibiendo cualquier discrepancia política. Y las teocracias lo que prohíben son las discrepancias religiosas (y de paso, a menudo, de forma generalizada los derechos de las mujeres). De modo que, efectivamente, la regulación de la libertad de expresión se puede enfocar desde distintas perspectivas. De momento, lo que sabemos es que hay modelos que lo que persiguen es fomentar la igualdad, la libertad y la dignidad de todas las personas, y otros, en cambio, que precisamente estan orientados a la negación de estos principios, que lo que haces es agredirlos.

¿Los límites bienintencionados (en ocasiones refrendados por las mismas Naciones Unidas) no entrañan riesgos? Sí, porque en ocasiones entre el uso i el abuso el terreno es difuso. De modo que, incluso en el marco más favorable de las mejores intenciones, siempre hay que estar vigilante. No sea que, en nombre de la libertad, la igualdad y la dignidad, nos roben la libertad, la igualdad y la dignidad. No hay recetas magistrales, sólo la atención permanente y la permanente impugnación, cuando sea necesario, de las decisiones de los gobernantes, cuando estas no concuerden con los principios democráticos que se han comprometido a defender y promover (si ni tan siquiera han adquirido estos compromisos, lo obligado es apartarlos del poder, o al menos intentarlo...).