Al contrario de lo que se suele pensar, nuestro cerebro no es "multitarea", sinó secuencial. Podemos alternar entre múltiples tareas, y hacerlo a gran velocidad, pero en cada instante sólo podemos hacer una de las tareas. Este es el motivo por el que de una imagen ambigua, que permite dos "lecturas" distintas, en un mismo instante sólo podemos ver una de ellas. Por ejemplo, de la Copa de Rubin, la figura ideada por el psicólogo Edgar Rubin a principos del siglo XX, que permite ver una copa o dos caras enfrentadas, al mismo tiempo sólo podemos ver una de las imágenes: o la copa o las caras.
El cerebro no es multitarea... y los ojos tampoco son una Reflex con millones de megapíxels.
Todo es complicado. Además, resulta que vemos el mundo sólo de una de las muchas formas posibles de verlo. Por ejemplo, lo veríamos completamente distinto si tuviéramos ojos de mosca. Los mundos percibidos por otros animales son distintos, a causa de sus distintos sistemas ópticos. Una mosca, a causa de sus ojos "de mosca" (y de su cerebro de mosca) ve un mundo que no se parece en nada al que vemos nosotros.
Volvamos a las personas. El caso es que las personas, a pesar de tener ojos y cerebros "de persona" y no de mosca, no miramos todas de la misma forma, y por lo tanto tampoco vemos las mismas cosas. Cada persona ve "realidades distintas", según el temperamento (que nos condiciona biológicamente), la educación y la cultura (que condicionan nuestros hábitos), y el estado emocional concreto en un determinado momento (que condiciona nuestras reacciones puntuales).
A efectos prácticos (vamos a dejar la física de altos vuelos para los físicos) el mundo no es como es, sino "único" para cada persona, según como lo interpreta su cerebro a partir de las sensaciones visuales recogidas en la retina del ojo y transmitidas a través del nervio óptico.
No tenemos ojos iguales, no tenemos cerebros iguales, no tenemos hábitos iguales.
Además, tal como hemos dicho, nuestros ojos no funcionan como una cámara fotográfica. Trabajan con resoluciones más bajas y sólo enfocan con precisión el centro de la imagen, el resto queda borroso. La periferia sólo se "aclara" cuando desplazamos el foco de atención hacia lo que era periferia y lo convertimos en centro. Este es el tipo de información visual que el nervio óptico transmite al cerebro, el cual se encarga de interpretarla y de "recomponerla": a partir de su "base de datos" (las experiencias visuales anteriores) completa las imágenes dándoles apariencia de verosimilitud. Y al final vemos, en gran medida, "lo que esperamos ver".
Si no fuera por estas manipulaciones o "invenciones" la vida sería mucho más complicada, incluso imposible, ya que en lugar de la sensación de realidad que tenemos (y que nos permite actuar) tendríamos una sensación de gran confusión que nos bloquearía. El cerebro inventa para hacernos la vida más fácil: juega a favor nuestro, de nuestra supervivencia.
Lo que ocurre es que "a pesar de sus buenas intenciones", en ocasiones se confunde, nos confunde en lugar de ayudarnos. Y nos puede hacer creer que hemos visto algo que no existía, o que no existía exactamente de la forma que lo hemos visto.
Los sentidos son falibles, el cerebro es falible, nosotros somos falibles. A pesar de todo, sobrevivimos: en general somos capaces de resolver con bastante eficacia los retos que nos presenta la vida diaria. Por lo tanto, esta falibilidad no debe agobiarnos... pero sí que es aconsejable no olvidar su existencia. Sobre todo en determinadas circunstancias, cuando existe algún contencioso y el peso de las opiniones implicadas puede acarrear consecuencias importantes.