"La empatía es la comprensión emocional del otro, ponerse en su lugar, ver el mundo como él lo ve. Y una de sus consecuencias claras es la tolerancia. Ver el mundo como el otro lo ve es entender su mundo y su reacción ante él. Y entender, además, que tiene derecho a que este mundo, como el tuyo propio, exista y sea respetado."
Francisco Mora. El científico curioso. Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 2008
13 enero 2009
09 enero 2009
Multinacionales y genocidios
¿Cuando se van a procesar en el Tribunal Penal Internacional, por crímenes contra la humanidad, a los responsables de algunas multinacionales que con sus decisiones provocan auténticos genocidios?
08 enero 2009
Difusión de los derechos humanos - 2
La difusión de los sistemas de valores es un asunto complejo, ya que mediante métodos dialogantes y democráticos se pueden promover objetivos totalitarios. Y mediante métodos violentos y autoritarios en teoría se puede pretender conseguir sociedades más democráticas y equitativas.
Ejemplos de la primera opción son la estrategia del Islam integrista, partidario de participar en el juego democrático para, una vez en el poder, limitar o anular libertades que la democracia debería proteger, una estrategia que también utilizó el nacionalsocialismo alemán para llegar al poder y luego promover sus políticas racistas y genocidas.
Ejemplos de la segunda opción lo son la práctica totalidad de los avances en el reconocimiento de derechos y libertades que se han conseguido, alcanzados a través del enfrentamiento de los oprimidos con el poder establecido, que les negaba determinados derechos. Por ejemplo, la Revolución Francesa y la Revolución Bolchevique (las referencias a las dos revoluciones se incluyen sólo como muestra de las distintas sociedades en las que se produjeron y las distintas teorías sociales en las que se sustentaban, no por su evolución o sus resultados).
Gestionar la realidad suele ser complejo. Porque el dilema no se limita a la elección entre una u otra actuación en una determinada circunstancia y momento, existe un dilema previo que ya supone un importante desafío: actuar o inhibirse. La intervención no es siempre la mejor opción. Y la inhibición en ocasiones es de una indignidad vergonzosa.
En demasiadas ocasiones hemos de asumir la incertidumbre y el riesgo propios de situaciones incomodas, en las que los colores no son precisos, en las que quizás, a pesar de toda la mejor buena voluntad e inteligencia que se inviertan, será inevitable que, hagamos lo que hagamos, no salgamos indemnes. Con un balance de luces y sombras, con una inevitable insatisfacción que, si se pudiera evaluar por adelantado, seria deseable que fuera siempre mucho menor que la insatisfacción o la vergüenza que en ocasiones acarrea no intervenir en una determinada situación o conflicto.
Un ejemplo de ámbito internacional de inhibición detestable: la actitud de la comunidad internacional ante el genocidio de Ruanda de 1994. Un ejemplo de acción igualmente detestable: el largo período anterior colonialista en todo el continente africano, guiado por los intereses de las voraces potencias coloniales, ávidas de posiciones estratégicas, recursos naturales y mano de obra barata o esclava.
Ejemplos de la primera opción son la estrategia del Islam integrista, partidario de participar en el juego democrático para, una vez en el poder, limitar o anular libertades que la democracia debería proteger, una estrategia que también utilizó el nacionalsocialismo alemán para llegar al poder y luego promover sus políticas racistas y genocidas.
Ejemplos de la segunda opción lo son la práctica totalidad de los avances en el reconocimiento de derechos y libertades que se han conseguido, alcanzados a través del enfrentamiento de los oprimidos con el poder establecido, que les negaba determinados derechos. Por ejemplo, la Revolución Francesa y la Revolución Bolchevique (las referencias a las dos revoluciones se incluyen sólo como muestra de las distintas sociedades en las que se produjeron y las distintas teorías sociales en las que se sustentaban, no por su evolución o sus resultados).
Gestionar la realidad suele ser complejo. Porque el dilema no se limita a la elección entre una u otra actuación en una determinada circunstancia y momento, existe un dilema previo que ya supone un importante desafío: actuar o inhibirse. La intervención no es siempre la mejor opción. Y la inhibición en ocasiones es de una indignidad vergonzosa.
En demasiadas ocasiones hemos de asumir la incertidumbre y el riesgo propios de situaciones incomodas, en las que los colores no son precisos, en las que quizás, a pesar de toda la mejor buena voluntad e inteligencia que se inviertan, será inevitable que, hagamos lo que hagamos, no salgamos indemnes. Con un balance de luces y sombras, con una inevitable insatisfacción que, si se pudiera evaluar por adelantado, seria deseable que fuera siempre mucho menor que la insatisfacción o la vergüenza que en ocasiones acarrea no intervenir en una determinada situación o conflicto.
Un ejemplo de ámbito internacional de inhibición detestable: la actitud de la comunidad internacional ante el genocidio de Ruanda de 1994. Un ejemplo de acción igualmente detestable: el largo período anterior colonialista en todo el continente africano, guiado por los intereses de las voraces potencias coloniales, ávidas de posiciones estratégicas, recursos naturales y mano de obra barata o esclava.
07 enero 2009
Difusión de los derechos humanos
La difusión de un determinado sistema de valores se puede efectuar de formas distintas. A través de la educación, el diálogo, el poder de seducción, la persuasión, la diplomacia... o intentando imponerlo por la fuerza, mediante alguna de las múltiples formas de violencia que se pueden ejercer, más o menos manifiestas o sutiles.
La historia está llena de situaciones en las que distintos colectivos humanos han intentado imponer sus convicciones sobre otros por la fuerza. De hecho, este comportamiento en general es la norma, al menos en los casos en los que un grupo tiene la capacidad necesaria para imponerse sobre otro.
Este tipo de comportamiento grupal, por otro lado, tiene su lógica: al fin y al cabo, es el reflejo del comportamiento que se da entre los distintos individuos de un mismo colectivo. En general, en nuestras relaciones personales, de forma inconsciente nos solemos tratar de esta manera, más pendientes de imponer nuestros puntos de vista e intereses que de escuchar a nuestro interlocutor y comprender sus inquitudes y necesidades.
Tanto en nuestras relaciones personales como en las relaciones grupales la coacción como herramienta para imponer valores y proteger intereses es habitual. Con independencia del tipo de valores o antivalores que se promuevan, o de la legitimidad o ilegitimidad de los intereses que se defiendan.
De esta dinámica acerca del uso de la fuerza o el diálogo de cara a la obtención de determinados objetivos sociales tampoco se escapa el loable empeño por promover los derechos humanos en la actualidad.
Existe un acuerdo general acerca de que la promoción de los valores característicos de los derechos humanos justifica distintos tipos de intervenciones, no sólo educativas o dialogantes: en casos extremos asumimos que puede implicar el ejercicio de algún tipo de violencia. Excepto en el caso de las personas pacifistas a ultranza, dentro de la comunidad de los defensores de los derechos humanos no se discute que, ante determinados ultrajes y agresiones, el uso de la violencia no sólo puede ser legítimo, sino incluso imprescindible. Otro asunto es que este principio luego se utilice prostituido, cuando para amparar intervenciones interesadas y vergonzosas se usa de escudo una presunta defensa de los derechos humanos. Es un asunto, por otro lado, más complejo de lo que a primera vista podría parecer, ya que en ocasiones la línea fronteriza entre una intervención eventualmente justificada o injustificable es difusa.
El proyecto de difusión de los valores propios de los derechos humanos nos puede llevar a escenarios de todo tipo. Pasar del mundo de las teorías y de las solemnes declaraciones de principios a la realidad de las situaciones concretas, en ocasiones extremadamente complejas y envenenadas, muchas veces no es fácil.
La historia está llena de situaciones en las que distintos colectivos humanos han intentado imponer sus convicciones sobre otros por la fuerza. De hecho, este comportamiento en general es la norma, al menos en los casos en los que un grupo tiene la capacidad necesaria para imponerse sobre otro.
Este tipo de comportamiento grupal, por otro lado, tiene su lógica: al fin y al cabo, es el reflejo del comportamiento que se da entre los distintos individuos de un mismo colectivo. En general, en nuestras relaciones personales, de forma inconsciente nos solemos tratar de esta manera, más pendientes de imponer nuestros puntos de vista e intereses que de escuchar a nuestro interlocutor y comprender sus inquitudes y necesidades.
Tanto en nuestras relaciones personales como en las relaciones grupales la coacción como herramienta para imponer valores y proteger intereses es habitual. Con independencia del tipo de valores o antivalores que se promuevan, o de la legitimidad o ilegitimidad de los intereses que se defiendan.
De esta dinámica acerca del uso de la fuerza o el diálogo de cara a la obtención de determinados objetivos sociales tampoco se escapa el loable empeño por promover los derechos humanos en la actualidad.
Existe un acuerdo general acerca de que la promoción de los valores característicos de los derechos humanos justifica distintos tipos de intervenciones, no sólo educativas o dialogantes: en casos extremos asumimos que puede implicar el ejercicio de algún tipo de violencia. Excepto en el caso de las personas pacifistas a ultranza, dentro de la comunidad de los defensores de los derechos humanos no se discute que, ante determinados ultrajes y agresiones, el uso de la violencia no sólo puede ser legítimo, sino incluso imprescindible. Otro asunto es que este principio luego se utilice prostituido, cuando para amparar intervenciones interesadas y vergonzosas se usa de escudo una presunta defensa de los derechos humanos. Es un asunto, por otro lado, más complejo de lo que a primera vista podría parecer, ya que en ocasiones la línea fronteriza entre una intervención eventualmente justificada o injustificable es difusa.
El proyecto de difusión de los valores propios de los derechos humanos nos puede llevar a escenarios de todo tipo. Pasar del mundo de las teorías y de las solemnes declaraciones de principios a la realidad de las situaciones concretas, en ocasiones extremadamente complejas y envenenadas, muchas veces no es fácil.
05 enero 2009
Citas - Bertrand Russell
"Los judíos fueron los creadores de la idea de que solamente una religión puede ser verdadera, pero no sentían deseos de convertir a todo el mundo, de modo que sólo perseguían a los otros judíos. Los cristianos, conservando la fe judía en una revelación especial, añadieron a ella el deseo romano de dominación universal y el gusto griego por las sutilezas metafísicas. La combinación produjo la religión más fieramente intolerante que el mundo ha conocido hasta la fecha."
Bertrand Russell
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