"Cada vez creo menos en las banderas, estados, países, instituciones, y más en las personas (...) la verdad y la justicia se acaban cuando dejamos de llamar a las personas por su nombre y empezamos a hablar de bandos, banderas y causas (...) si quieres afirmar tu religión e identidad sobre las demás, ¿cómo te vas a poner de acuerdo? Esa guerra no se acaba nunca."
Larry Hollingworth (ex coronel británico, coordinador de 12 misiones de la ONU en zonas en conflicto). "Creo más en las personas que en las banderas", La Vanguardia (La Contra), 6-5-2009
13 mayo 2009
11 mayo 2009
Homofobia, misoginia y religiones
Si el resultado del curso de la historia es algún tipo de avance moral y social, las instituciones que en la actualidad promueven en alguna medida, de forma sutil o manifiesta, actitudes homófobas o misóginas, algún dia deberán pedir perdón por sus errores y atropellos históricos.
No hay nada que más tema la autoridad, del tipo que sea, que la libertad de sus tutelados o subordinados. De entre todas las autoridades, la libertad que más temen las autoridades religiosas es la libertad sexual, por lo que hacen todo lo posible para someterla, de forma prioritaria y obsesiva en el caso de las mujeres. Sin olvidarse claro está de las personas homosexuales, a las que siempre han tenido también en su punto de mira a causa de sus "tendencias y comportamientos pervertidos".
Para ello cuentan con la fuerza de la coacción y con la fuerza de la educación (tan parecidas en ocasiones), de probada eficacia a lo largo de los siglos. Ante esta realidad, no es prudente limitarse a armarse de paciencia, hay que armarse también de valor y determinación e intentar reducir su influencia en todos los ámbitos posibles. En primer lugar, en el ámbito educativo, y de forma especial durante la escolarización obligatoria. Hay que adoptar esta actitud activa tanto por una cuestión de supervivencia como de decencia ética.
Que el mundo sea de una forma u otra depende, en gran medida, de nosotros. Depende de la actitud que adoptemos ante todo lo que nos rodea, de los compromisos que asumamos, de nuestras decisiones diarias. Depende de la aprobación, la pasividad o la activa oposición que adoptemos cuando aquellos que detentan algún tipo de poder intenten utilizarlo para recortar la libertad de algunas personas, negar su igualdad de derechos o cuestionar su dignidad.
No hay nada que más tema la autoridad, del tipo que sea, que la libertad de sus tutelados o subordinados. De entre todas las autoridades, la libertad que más temen las autoridades religiosas es la libertad sexual, por lo que hacen todo lo posible para someterla, de forma prioritaria y obsesiva en el caso de las mujeres. Sin olvidarse claro está de las personas homosexuales, a las que siempre han tenido también en su punto de mira a causa de sus "tendencias y comportamientos pervertidos".
Para ello cuentan con la fuerza de la coacción y con la fuerza de la educación (tan parecidas en ocasiones), de probada eficacia a lo largo de los siglos. Ante esta realidad, no es prudente limitarse a armarse de paciencia, hay que armarse también de valor y determinación e intentar reducir su influencia en todos los ámbitos posibles. En primer lugar, en el ámbito educativo, y de forma especial durante la escolarización obligatoria. Hay que adoptar esta actitud activa tanto por una cuestión de supervivencia como de decencia ética.
Que el mundo sea de una forma u otra depende, en gran medida, de nosotros. Depende de la actitud que adoptemos ante todo lo que nos rodea, de los compromisos que asumamos, de nuestras decisiones diarias. Depende de la aprobación, la pasividad o la activa oposición que adoptemos cuando aquellos que detentan algún tipo de poder intenten utilizarlo para recortar la libertad de algunas personas, negar su igualdad de derechos o cuestionar su dignidad.
07 mayo 2009
Almas y embriones
La idea del alma, la creencia en esta "sustancia espiritual e inmortal" (RAE) que habita en cada ser humano y trasciende su existencia no se puede ignorar, ya que en la medida que es compartida por un porcentaje muy elevado de población incide en la concepción del ser humano y en la forma como se organiza la vida social, ya sea a través de las costumbres o las leyes.
Con el paso del tiempo, la idea tradicional del alma ha perdido influencia en la medida que lo ha ganado, recientemente, la idea de la mente como resultado exclusivo de la actividad cerebral. En ocasiones las dos ideas se han fundido, pero esto no ha supuesto que la primera haya desaparecido, al contrario. Es por ello que puede ser oportuno plantearse algunos interrogantes acerca de los orígenes y las características de esta eventual alma trascendente.
¿Esta "sustancia espiritual e inmortal" la inserta una divinidad en cada óvulo justo en el momento de la fecundación? ¿La inserta también cuando la fecundación se hace en un laboratorio? ¿Los congeladores de embriones son también congeladores de almas? ¿Qué hará la divinidad repartidora de almas si un día, de la misma forma que en la actualidad se hace ya con algunos organismos vivos, se injertan genes de rata o tomate en un embrión humano? ¿Le adjudicará también una alma a este embrión transgénico? ¿Hasta que punto de alteraciones genéticas se la concedería? ¿Y a un tomate al que se le hayan incorporado algunos genes humanos?
Si el alma se inserta justo en el momento en que el óvulo es fecundado por el espermatozoide, ¿qué ocurre con los gemelos monozigóticos? ¿El alma también se segmenta posteriormente dando lugar a dos almas idénticas, cuando se produce la bipartición celular? Si no es así, ¿qué criterio se sigue para adjudicar a uno de los gemelos el alma original y al otro una de nueva?
Desde luego cabe argumentar que la propia ignorancia de estas respuestas no ha de presuponer la incapacidad de resolver estos desafíos de forma solvente por parte de la eventual divinidad o ser supremo responsable de la creación y la gestión de todo lo existente. Pero esta argumentación pertenece ya al mundo de las creencias, no de la razón, y esto, como se suele decir, ya es otra historia...
Con el paso del tiempo, la idea tradicional del alma ha perdido influencia en la medida que lo ha ganado, recientemente, la idea de la mente como resultado exclusivo de la actividad cerebral. En ocasiones las dos ideas se han fundido, pero esto no ha supuesto que la primera haya desaparecido, al contrario. Es por ello que puede ser oportuno plantearse algunos interrogantes acerca de los orígenes y las características de esta eventual alma trascendente.
¿Esta "sustancia espiritual e inmortal" la inserta una divinidad en cada óvulo justo en el momento de la fecundación? ¿La inserta también cuando la fecundación se hace en un laboratorio? ¿Los congeladores de embriones son también congeladores de almas? ¿Qué hará la divinidad repartidora de almas si un día, de la misma forma que en la actualidad se hace ya con algunos organismos vivos, se injertan genes de rata o tomate en un embrión humano? ¿Le adjudicará también una alma a este embrión transgénico? ¿Hasta que punto de alteraciones genéticas se la concedería? ¿Y a un tomate al que se le hayan incorporado algunos genes humanos?
Si el alma se inserta justo en el momento en que el óvulo es fecundado por el espermatozoide, ¿qué ocurre con los gemelos monozigóticos? ¿El alma también se segmenta posteriormente dando lugar a dos almas idénticas, cuando se produce la bipartición celular? Si no es así, ¿qué criterio se sigue para adjudicar a uno de los gemelos el alma original y al otro una de nueva?
Desde luego cabe argumentar que la propia ignorancia de estas respuestas no ha de presuponer la incapacidad de resolver estos desafíos de forma solvente por parte de la eventual divinidad o ser supremo responsable de la creación y la gestión de todo lo existente. Pero esta argumentación pertenece ya al mundo de las creencias, no de la razón, y esto, como se suele decir, ya es otra historia...
06 mayo 2009
Dilemas éticos: el aborto - 4
"Una bellota no es un roble. Los cerdos de Jabugo se alimentan de bellotas, no de robles. Y un cajón de bellotas no constituye un robledo". El siguiente texto es una recreación del artículo de Jesús Mosterín (Obispos, aborto y castidad. El País, 24-3-2009) al que pertenece la cita anterior.
Un piñón no es un pino pequeñito, ni tan siquiera un pino en miniatura, ni un bonsái de pino. Es sólo un proyecto de pino. Un proyecto que puede desarrollarse y, entonces sí, acabarse convirtiendo en un pino, incluso en un gran pino centenario. O seguir otro destino, y acabar en un plato de espinacas con pasas.
No obstante, es legitimo argumentar que no se pueden comer piñones porque hacerlo es un atentado medioambiental prohibido por la legislación forestal que regula la gestión de los árboles de los bosques. Cada cual puede argumentar lo que quiera. Pero lo que libremente argumenta cada cual luego hay que confrontarlo con lo que argumentan los demás, e intentar llegar a algún tipo de consenso o acuerdo, cuando lo que se argumenta se pretende que tenga alguna incidencia sobre las normas de convivencia de una sociedad.
Un piñón, para ser un pino, debería tener raíces, tronco, ramas y hojas. Pero un piñón sólo tiene dos cotiledones y un germen: no es un pino, es sólo una semilla de pino.
¿Un óvulo fecundado es un ser humano? ¿Un ser humano pequeñito, en miniatura, un bonsái humano? ¿O sólo es una semilla de ser humano? ¿Es lo mismo un ser humano que un ser humano en potencia?
¿Una mórula, una blástula (las primeras fases de segmentación celular tras la fecundación de un óvulo), con todas sus células exactamente iguales, son seres humanos? Para algunas personas sí, para otras no. Y no hay forma de ponerse de acuerdo, está claro que es un problema irresoluble, en la medida que en la argumentación no intervienen sólo razones sino también convicciones y creencias.
Con relación a los efectos prácticos de estas razones y creencias, es decir, la regulación o la prohibición del derecho a la interrupción del embarazo, estos efectos se verán condicionados, en un determinado país y momento, por quienes detenten el poder. Un poder del que suelen estar excluidas las mujeres, ya que lo controlan de forma generalizada los hombres en el ámbito civil y de forma absoluta en el religioso.
(1) Fragmento ampliado:
http://10-12-1948.blogspot.com/2009/03/citas-jesus-mosterin-sobre-el-aborto.html
Un piñón no es un pino pequeñito, ni tan siquiera un pino en miniatura, ni un bonsái de pino. Es sólo un proyecto de pino. Un proyecto que puede desarrollarse y, entonces sí, acabarse convirtiendo en un pino, incluso en un gran pino centenario. O seguir otro destino, y acabar en un plato de espinacas con pasas.
No obstante, es legitimo argumentar que no se pueden comer piñones porque hacerlo es un atentado medioambiental prohibido por la legislación forestal que regula la gestión de los árboles de los bosques. Cada cual puede argumentar lo que quiera. Pero lo que libremente argumenta cada cual luego hay que confrontarlo con lo que argumentan los demás, e intentar llegar a algún tipo de consenso o acuerdo, cuando lo que se argumenta se pretende que tenga alguna incidencia sobre las normas de convivencia de una sociedad.
Un piñón, para ser un pino, debería tener raíces, tronco, ramas y hojas. Pero un piñón sólo tiene dos cotiledones y un germen: no es un pino, es sólo una semilla de pino.
¿Un óvulo fecundado es un ser humano? ¿Un ser humano pequeñito, en miniatura, un bonsái humano? ¿O sólo es una semilla de ser humano? ¿Es lo mismo un ser humano que un ser humano en potencia?
¿Una mórula, una blástula (las primeras fases de segmentación celular tras la fecundación de un óvulo), con todas sus células exactamente iguales, son seres humanos? Para algunas personas sí, para otras no. Y no hay forma de ponerse de acuerdo, está claro que es un problema irresoluble, en la medida que en la argumentación no intervienen sólo razones sino también convicciones y creencias.
Con relación a los efectos prácticos de estas razones y creencias, es decir, la regulación o la prohibición del derecho a la interrupción del embarazo, estos efectos se verán condicionados, en un determinado país y momento, por quienes detenten el poder. Un poder del que suelen estar excluidas las mujeres, ya que lo controlan de forma generalizada los hombres en el ámbito civil y de forma absoluta en el religioso.
(1) Fragmento ampliado:
http://10-12-1948.blogspot.com/2009/03/citas-jesus-mosterin-sobre-el-aborto.html
05 mayo 2009
Dilemas éticos: el aborto - 3
Un óvulo humano fecundado (un cigoto) es una única célula que, a través de sucesivas divisiones (segmentaciones) y diferenciaciones celulares, evolucionará dando lugar a distintos fluidos, tejidos y órganos, hasta convertirse en un complejo organismo al que hemos convenido en llamar ser humano.
Hoy sabemos que a partir de distintos tipos de células humanas, embrionarias o incluso adultas, se puede reproducir la misma evolución (segmentación, mitosis y diferenciación) que se origina a partir de un óvulo fecundado. Para aquellas personas que consideran que un ser humano lo es desde el mismo instante de la fecundación, ¿de lo anterior se puede deducir que cualquiera de estas células susceptibles de segmentarse y diferenciarse igual que un óvulo fecundado también son seres humanos? ¿O son sólo seres humanos en potencia, con una potencialidad distinta, menor, que la del óvulo fecundado? ¿O qué son?
¿Es lo mismo ser que ser en potencia? ¿Un óvulo fecundado es un ser humano o un ser humano en potencia?
El conocimiento del proceso biológico mediante el cual a partir de un óvulo fecundado por un espermatozoide se acaba desarrollando un ser humano (o el proceso que permite que a partir de una célula embrionaria se pueda alcanzar el mismo fin) abre un abanico de preguntas que tiempo atrás eran inimaginables. Este conocimiento ha resuelto muchos interrogantes biológicos y, al mismo tiempo, ha planteado otros nuevos. No sólo biológicos, también éticos.
¿Hay que ignorar la evidencia del nuevo marco que configura el avance del conocimiento? ¿Se pueden pretender resolver las nuevas dudas desde los mismos paradigmas utilizados hace cien o dos mil años?
Todas las morales, normas sociales y sistemas de derechos son invenciones humanas que han ido evolucionando a lo largo de la historia. Han evolucionado tanto gracias a las reflexiones éticas que se han planteado las sociedades como gracias a los avances del conocimiento científico, que ha permitido tener una visión más real o ajustada del mundo en que vivimos y de nuestra propia naturaleza.
Hoy, a la vista de que todo proceso vital es precisamente esto, un proceso, ¿se puede sostener que un ser humano empieza a existir (se forma, se crea, aparece) en un instante, justo en el momento en el que un espermatozoide penetra en un óvulo y ambos combinan su carga genética? ¿O es más lúcido admitir que la vida la forman procesos, que nada aparece ni desaparece en un instante, y que hemos de aprender a convivir con esta fragilidad existencial?
Las evidencias indican que la conformación de un ser humano es el resultado de un proceso (con independencia de que algunas personas tengan la convicción de algún tipo de intervención sobrenatural en un instante determinado). Deberíamos asumir que siempre será un tema complejo establecer límites, momentos evolutivos, a partir de los cuales se pueda considerar que existe realmente un ser humano, y que por lo tanto justifique que se regule su protección como tal. Deberíamos asumir además humildemente que la fijación de este límite no dejará de ser arbitraria (ya que los extremos del proceso son obvios, pero no así el espacio que lleva de uno al otro). Pero esta zona gris e incómoda de valorar, esta fragilidad y esta arbitrariedad, no deberían hacernos desistir de afrontar esta inestabilidad, ya que, en la decisión de reconocer o no como ser humano un ser en proceso de evolución a la humanidad hay que contemplar también los derechos y necesidades de otras partes implicadas. Es decir, las mujeres embarazadas.
Hoy sabemos que a partir de distintos tipos de células humanas, embrionarias o incluso adultas, se puede reproducir la misma evolución (segmentación, mitosis y diferenciación) que se origina a partir de un óvulo fecundado. Para aquellas personas que consideran que un ser humano lo es desde el mismo instante de la fecundación, ¿de lo anterior se puede deducir que cualquiera de estas células susceptibles de segmentarse y diferenciarse igual que un óvulo fecundado también son seres humanos? ¿O son sólo seres humanos en potencia, con una potencialidad distinta, menor, que la del óvulo fecundado? ¿O qué son?
¿Es lo mismo ser que ser en potencia? ¿Un óvulo fecundado es un ser humano o un ser humano en potencia?
El conocimiento del proceso biológico mediante el cual a partir de un óvulo fecundado por un espermatozoide se acaba desarrollando un ser humano (o el proceso que permite que a partir de una célula embrionaria se pueda alcanzar el mismo fin) abre un abanico de preguntas que tiempo atrás eran inimaginables. Este conocimiento ha resuelto muchos interrogantes biológicos y, al mismo tiempo, ha planteado otros nuevos. No sólo biológicos, también éticos.
¿Hay que ignorar la evidencia del nuevo marco que configura el avance del conocimiento? ¿Se pueden pretender resolver las nuevas dudas desde los mismos paradigmas utilizados hace cien o dos mil años?
Todas las morales, normas sociales y sistemas de derechos son invenciones humanas que han ido evolucionando a lo largo de la historia. Han evolucionado tanto gracias a las reflexiones éticas que se han planteado las sociedades como gracias a los avances del conocimiento científico, que ha permitido tener una visión más real o ajustada del mundo en que vivimos y de nuestra propia naturaleza.
Hoy, a la vista de que todo proceso vital es precisamente esto, un proceso, ¿se puede sostener que un ser humano empieza a existir (se forma, se crea, aparece) en un instante, justo en el momento en el que un espermatozoide penetra en un óvulo y ambos combinan su carga genética? ¿O es más lúcido admitir que la vida la forman procesos, que nada aparece ni desaparece en un instante, y que hemos de aprender a convivir con esta fragilidad existencial?
Las evidencias indican que la conformación de un ser humano es el resultado de un proceso (con independencia de que algunas personas tengan la convicción de algún tipo de intervención sobrenatural en un instante determinado). Deberíamos asumir que siempre será un tema complejo establecer límites, momentos evolutivos, a partir de los cuales se pueda considerar que existe realmente un ser humano, y que por lo tanto justifique que se regule su protección como tal. Deberíamos asumir además humildemente que la fijación de este límite no dejará de ser arbitraria (ya que los extremos del proceso son obvios, pero no así el espacio que lleva de uno al otro). Pero esta zona gris e incómoda de valorar, esta fragilidad y esta arbitrariedad, no deberían hacernos desistir de afrontar esta inestabilidad, ya que, en la decisión de reconocer o no como ser humano un ser en proceso de evolución a la humanidad hay que contemplar también los derechos y necesidades de otras partes implicadas. Es decir, las mujeres embarazadas.
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