Un óvulo humano fecundado (un cigoto) es una única célula que, a través de sucesivas divisiones (segmentaciones) y diferenciaciones celulares, evolucionará dando lugar a distintos fluidos, tejidos y órganos, hasta convertirse en un complejo organismo al que hemos convenido en llamar ser humano.
Hoy sabemos que a partir de distintos tipos de células humanas, embrionarias o incluso adultas, se puede reproducir la misma evolución (segmentación, mitosis y diferenciación) que se origina a partir de un óvulo fecundado. Para aquellas personas que consideran que un ser humano lo es desde el mismo instante de la fecundación, ¿de lo anterior se puede deducir que cualquiera de estas células susceptibles de segmentarse y diferenciarse igual que un óvulo fecundado también son seres humanos? ¿O son sólo seres humanos en potencia, con una potencialidad distinta, menor, que la del óvulo fecundado? ¿O qué son?
¿Es lo mismo ser que ser en potencia? ¿Un óvulo fecundado es un ser humano o un ser humano en potencia?
El conocimiento del proceso biológico mediante el cual a partir de un óvulo fecundado por un espermatozoide se acaba desarrollando un ser humano (o el proceso que permite que a partir de una célula embrionaria se pueda alcanzar el mismo fin) abre un abanico de preguntas que tiempo atrás eran inimaginables. Este conocimiento ha resuelto muchos interrogantes biológicos y, al mismo tiempo, ha planteado otros nuevos. No sólo biológicos, también éticos.
¿Hay que ignorar la evidencia del nuevo marco que configura el avance del conocimiento? ¿Se pueden pretender resolver las nuevas dudas desde los mismos paradigmas utilizados hace cien o dos mil años?
Todas las morales, normas sociales y sistemas de derechos son invenciones humanas que han ido evolucionando a lo largo de la historia. Han evolucionado tanto gracias a las reflexiones éticas que se han planteado las sociedades como gracias a los avances del conocimiento científico, que ha permitido tener una visión más real o ajustada del mundo en que vivimos y de nuestra propia naturaleza.
Hoy, a la vista de que todo proceso vital es precisamente esto, un proceso, ¿se puede sostener que un ser humano empieza a existir (se forma, se crea, aparece) en un instante, justo en el momento en el que un espermatozoide penetra en un óvulo y ambos combinan su carga genética? ¿O es más lúcido admitir que la vida la forman procesos, que nada aparece ni desaparece en un instante, y que hemos de aprender a convivir con esta fragilidad existencial?
Las evidencias indican que la conformación de un ser humano es el resultado de un proceso (con independencia de que algunas personas tengan la convicción de algún tipo de intervención sobrenatural en un instante determinado). Deberíamos asumir que siempre será un tema complejo establecer límites, momentos evolutivos, a partir de los cuales se pueda considerar que existe realmente un ser humano, y que por lo tanto justifique que se regule su protección como tal. Deberíamos asumir además humildemente que la fijación de este límite no dejará de ser arbitraria (ya que los extremos del proceso son obvios, pero no así el espacio que lleva de uno al otro). Pero esta zona gris e incómoda de valorar, esta fragilidad y esta arbitrariedad, no deberían hacernos desistir de afrontar esta inestabilidad, ya que, en la decisión de reconocer o no como ser humano un ser en proceso de evolución a la humanidad hay que contemplar también los derechos y necesidades de otras partes implicadas. Es decir, las mujeres embarazadas.