04 mayo 2008

La felicidad - 4

No sólo nacemos de una determinada manera, también nos autoinventamos a nosotros mismos. Porque algunas características de las personas son innatas, pero otras son modeladas.

Es evidente que a lo largo de la vida nos vamos amueblando (ilusiones, miedos, opiniones, gustos...). Escogemos, rechazamos... Reivindicando nuestra libertad, dibujamos sueños, establecemos necesidades, y luego detalladamente especificamos el umbral deseable de cada una de estas necesidades.

Entonces aprendemos a decir: "Yo soy así". Pero no es exactamente cierto, en parte nos ocultamos la verdad. No obstante, navegando en un océano de equivocaciones a la deriva como la nuestra, sentimos que nuestra afirmación es socialmente coherente.

El camino, además, es largo y laborioso, por lo que al final estamos agotados. El esfuerzo no ha sido ficticio, al contrario. Ha sido un trabajo agotador, constante, de años. Quizás contraproducente y disparatado, pero un verdadero trabajo de titanes (de habernos sido impuesto, de no haberlo elegido libremente, nos habría sido imposible asumirlo).

Puede que el cansancio nos inunde. Y el desconcierto. Nuestras expectativas (esta parte de nuestras invenciones) en ocasiones no se cumplen:

--¿Cómo puede ser que no me entiendan?
--¿Cómo puede ser que no me quieran?
--¿Cómo puede ser que no me respeten?

Nos sentimos profundamente estafados, ofendidos. Doblemente ofendidos, o burlados, si se tercia que se nos recuerda nuestro laborioso trabajo, la lenta construcción de nosotros mismos.

--¡No es verdad! -gritamos- ¡¡¡Yo soy realmente así!!!

De acuerdo, seguramente. Pero quizás es oportuno no olvidar el camino: si hay mucha parte de invención tejida laboriosamente, puestos a inventar... ¿Por qué no nos inventamos ser felices?