La Convención de los Derechos de la Infancia se refiere en distintas ocasiones al "interés superior del niño" como criterio para decidir sobre aquello que le afecte. Una consecuencia lógica de este acertado planteamiento es que el derecho preferente de los padres a escoger la educación de los hijos no es absoluto, está supeditado al principio anterior.
La misma conclusión se puede sacar de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH). En su artículo 26, en el tercer punto, expone el derecho preferente de los padres a escoger la educación de sus hijos. Pero en el punto que le precede se precisan los requisitos que ha de cumplir la educación, conseguir "el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales".
¿Qué pasa, entonces, si unos padres pretenden educar a sus hijos en valores contrarios a los recogidos en la DUDH? ¿Se puede esgrimir el derecho de los padres a la educación de sus hijos cuando pretenden ejercerlo inculcándoles, por ejemplo, valores racistas? Para exponerlo de forma más contundente: ¿unos padres pueden inculcar a sus hijos la eventual conveniencia de una limpieza étnica, como en el caso del genocidio nazi o los más recientes de Ruanda y los Balcanes? ¿Alguien se atrevería a defender este derecho educativo? Y si se atreviera, ¿podría tener la osadía de hacerlo amparándose precisamente en un artículo de la DUDH?
Pues bien, esto que expuesto así parece tan esperpéntico y disparatado en realidad no es tan distinto de la situación que han propiciado aquellas personas y colectivos que, con algunos valores homófobos y misóginos en sus sistemas morales, no sólo los inculcan a sus hijos, sino que, al mismo tiempo, se oponen tajantemente a que desde el sistema educativo se cuestionen estos contravalores.
Una sociedad que basa su ordenamiento jurídico, su sistema educativo y su convivencia ciudadana en los principios de la DUDH no puede aceptar que algunos colectivos ondeen la bandera de los derechos de los padres sobre la educación de sus hijos para impedir que estos menores reciban de la sociedad, a través del sistema educativo, un claro mensaje contrario a cualquier forma de misoginia u homofobia.
No nos engañemos. Todo el debate que se ha generado en España a raíz de la implantación de la asignatura Educación para la ciudadanía y los derechos humanos, se reduce a esto.