"A menudo se olvida que los alemanes no fueron sólo los que auparon a Hitler, libraron su guerra de aniquilación y encendieron sus hornos. También fueron, algunos de ellos, los primeros en sufrirlo, en jugarse la vida oponiéndose al nazismo, mientras el resto del mundo contemporizaba o miraba hacia otro lado. Esos alemanes justos, una minoría más amplia de lo que generalmente se cree, eran suficientes para llenar ya antes de la guerra los campos de concentración y las celdas de la Gestapo; y para dar trabajo, y mucho, al verdugo. En diferentes grados, de la resistencia pasiva a la conspiración para matar a Hitler, lucharon esos otros alemanes a lo largo de 12 años una guerra solitaria, sin ayuda exterior, ante un enemigo despiadado, una sociedad entregada y delatora y el aparato policial más terrible y mejor organizado del mundo. (...) Las razones de que se les ignore tienen que ver con la propia memoria alemana tras la guerra: si has sido débil o infame es mejor que lo hayan sido todos, queda más repartido. Y también con la visión que a los Aliados les interesó mostrar de los alemanes: era mejor para combatirlos y someterlos verlos como una nación homogénea en la brutalización; así que los vencedores determinaron que no hubo una resistencia alemana digna de tal nombre."
Jacinto Antón. "Dijeron no a la esvástica". El País, 7-2-2010