Defender los derechos humanos en algunos paises es una actividad de alto riesgo. Colombia es uno de ellos. Nancy Fiallo es una colombiana valiente, honesta, comprometida, incansable. Años de constante militancia denunciando los atentados contra los derechos humanos cometidos por los narcotraficantes, los paramilitares y el ejército le han servido para vivir hostigada de forma permanente, incluidas amenazas de muerte. De momento sigue viva: muchos otros defensores de los derechos humanos colombianos no pueden decir lo mismo.
Nancy ha estado en España, para alejarse una temporada de las amenazas a las que se veía sometida en su país. Durante su estancia, ha dedicado su tiempo a denunciar la difícil situación de los defensores de los derechos humanos colombianos. Su actividad divulgativa ha incluido charlas en centros de enseñanza. A Nancy no le resulta difícil conectar con los adolescentes. Domina la oratoria, es amena y, sobre todo, habla de temas muy cercanos a los jóvenes. El vínculo que establece entre la realidad colombiana y el mundo de los adolescentes que la escuchan es el de las drogas.
Nancy sabe las cosas por propia experiencia y las sabe transmitir con claridad a su auditorio. Explica que cada vez que alguien aquí consume cocaína está contribuyendo a alimentar la violencia en Colombia, una violencia que no sólo afecta a las personas implicadas directamente en el tráfico de cocaína sino a amplios sectores de la población civil, cuya desgracia es vivir en las mismas zonas en las que desarrollan sus actividades los narcotraficantes, los paramilitares, el ejército. Una población civil siempre expuesta a la brutalidad de unos y otros, utilizada como rehén o cómplice forzada, a la que no se le concede el derecho a la neutralidad, el derecho a vivir en paz.
Nancy insiste ante su joven auditorio: "Recuerden que cada vez que aquí consumen cocaína estan alimentando la espiral de violencia en Colombia, están contribuyendo a la muerte de personas inocentes colombianas". Su testimonio deja huella, las charlas suelen prolongarse más de lo previsto, a causa del interés de los jóvenes que la escuchan, ávidos de conocer más y más de una realidad que ignoraban.
Conocí a Nancy de casualidad. Me emocionó su integridad, su valor. Y me impacto también, y le agradecí, su contribución a la sensibilización de los muchachos y muchachas que aquí han tenido la suerte de poderla escuchar y conocer este aspecto asociado al consumo de la cocaína: no destruye sólo a quién la consume, también destruye, a miles de kilómetros de distancia, las vidas de personas inocentes que lo único que anhelan es vivir en paz.