"Los estudios de campo están cambiando la imagen que teníamos de los chimpancés. En realidad, la pregunta no es si ellos se parecen a nosotros, sino cuánto hay de ellos en nosotros. Hace veinte años, la idea de 'humanidad' habría parecido simplemente absurda. Hoy no. Los grandes simios -chimpancés, gorilas, bonobos y orangutanes- se comportan como un espejo en el que descubrimos rasgos que antes pensábamos que eran exclusivamente nuestros. 'Los chimpancés son muy xenófobos', asegura Gomes. 'Son criaturas pacíficas con miembros de su propia comunidad, pero con los vecinos su tolerancia es cero; algo muy característico de los seres humanos. Forman grupos que van en busca de enemigos para atacarlos'. También existe la otra cara de la moneda. 'La relación entre madre e hijo puede durar toda la vida. Las madres son muy protectoras'.
"(...) Basta una visita al zoológico y mirar a un chimpancé o a un gorila a los ojos. Así lo cuenta De Waal: 'Sentimos que somos similares, y ese sentimiento es mucho mayor del que se desprende con otros animales. No es cuestión de que los primates puedan mirarnos directamente a los ojos; porque también hay otras especies con visión binocular, como los gatos o los búhos, y no nos pasa eso. Es la mente que percibimos que está detrás, el deseo, la reflexión, las emociones. Y todo eso resulta tan parecido a nosotros que cuando los occidentales se encontraron con los monos por primera vez en los zoológicos, a principios del siglo XIX, en París y Londres, se disgustaron. ¡Sí, fue un disgusto!'. Las razones, nos dice este experto, radican en que los monos recordaban a los visitantes demasiadas cosas sobre ellos mismos, violando la norma establecida entonces por la religión que dictaba que el hombre no era un animal, sino algo muy diferente. 'Esta separación es fácil de mantener cuando miramos a un conejo o un ave, pero con los monos nos colocamos en una posición problemática, y la gente no termina de acostumbrarse'."
Luis Miguel Ariza. "Nobles, crueles o vengativos", El País Semanal, 8-11-2009