El derecho a la propiedad es uno de los más controvertidos y que genera uno de los mayores abanicos de opiniones. Desde ser cuestionado de forma radical, lo que ocurre por parte de algunas minorías, hasta las múltiples formas de gestionarlo que distintos sectores sociales defienden, tanto en el ámbito de las propiedades materiales (tierras, viviendas, fábricas...), como en el de las creaciones, ya sean industriales (las patentes), o artísticas (los derechos de autor literarios, musicales...).
Esta diversidad de interpretaciones (mejor sería hablar de "invenciones sociales", ya que como todos los demás derechos son producto del ser humano y de su necesidad de organizar la convivencia dentro de la sociedad), también se puede apreciar a lo largo de la historia: desde la aceptación durante milenios de la esclavitud, el derecho a la propiedad más extremo, en la medida que el objeto de propiedad era otro ser humano al que se le negaba cualquier tipo de derecho, hasta los planteamientos más igualitarios y comunitarios, como el que ya caracterizaba el estoicismo, tan vinculado a los orígenes del cristianismo.
En la actualidad, los debates que plantean los límites de este derecho son incontables, afectando a la práctica totalidad de la actividad humana. En ocasiones, estos debates son avivados con noticias tan insólitas como la siguiente:
"Una mujer ha sido condenada en Estados Unidos a pagar una multa de 1,9 millones de dólares por descargarse de forma ilegal 24 canciones de Internet. (...) Según el abogado, la compra legal de cada canción sólo habría costado 99 centavos por unidad. Una representante de la industria discográfica local RIIA se mostró satisfecha con la sentencia. Saludó que el tribunal haya tomado tanto en serio la violación de los derechos de reproducción como la industria musical." (El Mundo, 19-6-2009)
Este tipo de noticias esperpénticas y disparatadas nos dan la medida de la complejidad del tema, y de los peligros a los que están expuestas las personas y las sociedades cuando sus intereses no coinciden con los de las grandes corporaciones económicas. De alguna manera, y a pesar de todos los innegables avances, seguimos viviendo sujetos a unas relaciones de poder abusivas, asimétricas, refrendadas en muchas ocasiones por los organismos internacionales, aquellos que precisamente deberían velar para que estos abusos no se pudieran llevar a cabo.
Por otro lado, lo peor no son este tipo de noticias, sino otras que pasan más desapercibidas, como algunos de los movimientos de las grandes corporaciones biotecnológicas. Las repercusiones que pueden tener para la libertad de las personas el monopolio de este tipo de patentes biotecnológicas (cultivos transgénicos, organismos vivos en general, medicamentos...) son una amenaza nada desdeñable. En principio no por las posibilidades que permite la biotecnología como tal, sino por la utilización que se haga de estas posibilidades: huelga decir que cuando la principal finalidad de una actividad es el lucro (o el afan de poder) es difícil que esta actividad sea compatible con la mejora de las expectativas del conjunto de la sociedad y del respeto de los derechos humanos de todos sus miembros.