"Los toros, pueden gustar o no gustar, claro, cada uno es cada uno. Pero sería estimulante que los aficionados a esa expresión cultural hicieran una crítica del gusto. (...) Parece evidente que al toro de lidia se le maltrata. ¿Que a usted le gusta? Nos parece muy bien, no lo vamos a censurar. Pero hombre, hombre, reconozca que las banderillas, las puyas, el estoque y demás instrumentos quirúrgicos hacen daño. (...) Todo eso está muy bien y si a uno le gusta le gusta. Pero hay tortura, hay maltrato, hay vilipendio. ¿Por qué a los taurinos, muchos de ellos intelectuales de pro, les cuesta tanto admitir esta verdad palmaria?"
Juan José Millás. Verdad palmaria. El País, 29-1-2010
29 enero 2010
25 enero 2010
20 enero 2010
19 enero 2010
Citas - Rosa Montero (Así va la Iglesia)
"Cuando Lisboa fue destruida por un terremoto en 1755, la Iglesia católica dictaminó que era un justo castigo de Dios (...). Han pasado 250 años de aquello, pero la Iglesia sigue diciendo cosas igual de insensatas e insensibles. Las crudas palabras del obispo Munilla (que la pobreza espiritual de España es un mal mayor que la tragedia de Haití) también han provocado un sonoro escándalo. (...) Así va la Iglesia: matando ella sola a Dios con sus torpezas."
Rosa Montero. El País, 19-1-2010
Rosa Montero. El País, 19-1-2010
14 enero 2010
13 enero 2010
Citas - Leopoldo Abadía (derechos y deberes)
"La idea que propongo es la de la revolución civil, que consiste en que nos enteremos de una cosa: que somos responsables de lo que pasa. (...) Es la hora de los sensatos, y o los sensatos se enteran de que hay más obligaciones que derechos… O no son sensatos. (...) No hay que preguntarse qué me depara el 2010, sino qué le deparo yo al año 2010. Ya hemos dicho que está todo muy mal ¿Seguimos diciéndolo un par de años más o intentamos hacer algo?"
Leopoldo Abadía. La Vanguardia, 13-1-2010
Leopoldo Abadía. La Vanguardia, 13-1-2010
Citas - Ramin Jahanbegloo (derechos humanos)
"Al aceptar el Premio Nobel de la Paz, el doctor Martin Luther King Jr. proclamó una 'fe audaz' en que 'en todas partes la gente pueda tener tres comidas al día para su cuerpo, educación y cultura para su mente y dignidad, igualdad y libertad para su espíritu'. Tanto si somos religiosos como laicos, tanto si somos hindúes como budistas, cristianos, judíos o musulmanes, adoptar esa 'fe audaz' en los derechos humanos nos ayuda a enfrentarnos a las difíciles decisiones éticas que han de tomarse en nuestro tiempo."
Ramin Jahanbegloo. Derechos humanos y diálogo transcultural. El País, 13-1-2010
Ramin Jahanbegloo. Derechos humanos y diálogo transcultural. El País, 13-1-2010
10 enero 2010
Citas - Xavier Guix (las cosas son como somos)
"Es cierto que, lo observe o no, ahí fuera existe un mundo de leyes físicas y de fenómenos intangibles que capto a través de mis sentidos. Pero también es cierto que quien enseña a los sentidos es el observador, es ese Yo que decide y que piensa y siente sobre todo lo que le sucede. Por eso las cosas no son como son, sino como somos."
Xavier Guix. "Cómo cambiar nuestra realidad", El País Semanal, 10-1-2010
Xavier Guix. "Cómo cambiar nuestra realidad", El País Semanal, 10-1-2010
Percepciones, opiniones y convivencia
Si un día compartimos con alguien el momento de la salida del sol sin duda coincidiremos en que el sol está efectivamente saliendo, en que es rojo y redondo y en que sigue un movimiento ascendente.
Si la misma escena la evocamos posteriormente, e intentamos hacer una descripción detallada de los colores del horizonte, de la duración del tránsito del rojo al blanco deslumbrante, del aire que soplaba, la temperatura que hacía, los olores de la mañana, etc., es muy posible que las descripciones, sobre todo cuanto más detalladas sean, no coincidan plenamente, o que con relación a algún aspecto sean incluso contradictorias.
Nuestros sentidos son sólo relativamente fiables, y además las informaciones presuntamente objetivas que nos proporcionan se concretan en nuestra mente condicionadas por el historial emocional de cada cual, lo que todavía complica más el intento de llegar a una coincidencia absoluta acerca de un hecho determinado. Todos estamos sujetos a estas limitaciones, también las personas presuntamente más racionales, emocionalmente equilibradas, observadoras y objetivas.
La percepción de la realidad no es uniforme. En tanto que construcción que realiza la mente a partir de la información captada por los distintos sentidos, en cada uno de nosotros se concreta de formas distintas, parecidas pero no del todo coincidentes. No obstante, a pesar de todas estas limitaciones, en general somos capaces de llegar a consensos y compartir con la gente que nos rodea conceptos, ideas, visiones del mundo en el que vivimos. Por un lado tenemos unas limitaciones perceptivas y por otro la capacidad de relativizarlas. Así, nuestras limitaciones no nos impiden organizar sociedades complejas, con sus múltiples relaciones personales y colectivas, tejidas a base de distintas expectativas, actos, normas, compromisos... Y cuando surgen discrepancias, disponemos de distintos niveles y estrategias de resolución de conflictos, que en los casos más severos se dirimen en el ámbito judicial.
Toda esta larga exposición viene motivada por la necesidad de poner de manifiesto el peligro que representa para cualquier proyecto de convivencia no albergar la más mínima duda acerca de las propias opiniones o percepciones de la realidad. Cuando esta postura es mayoritaria entre los miembros de una sociedad, se hace muy difícil la convivencia, ya que esta seguridad impide reconocer tanto las limitaciones de los propios juicios y apreciaciones como la parte de verdad y razón de los juicios ajenos.
Tener la absoluta seguridad de algo es racionalmente poco sensato y estratégicamente poco constructivo. Opinar sin dudar, además de poco inteligente, es una medida infalible para dinamitar cualquier relación de convivencia, ya sea personal, grupal o entre naciones.
Si la misma escena la evocamos posteriormente, e intentamos hacer una descripción detallada de los colores del horizonte, de la duración del tránsito del rojo al blanco deslumbrante, del aire que soplaba, la temperatura que hacía, los olores de la mañana, etc., es muy posible que las descripciones, sobre todo cuanto más detalladas sean, no coincidan plenamente, o que con relación a algún aspecto sean incluso contradictorias.
Nuestros sentidos son sólo relativamente fiables, y además las informaciones presuntamente objetivas que nos proporcionan se concretan en nuestra mente condicionadas por el historial emocional de cada cual, lo que todavía complica más el intento de llegar a una coincidencia absoluta acerca de un hecho determinado. Todos estamos sujetos a estas limitaciones, también las personas presuntamente más racionales, emocionalmente equilibradas, observadoras y objetivas.
La percepción de la realidad no es uniforme. En tanto que construcción que realiza la mente a partir de la información captada por los distintos sentidos, en cada uno de nosotros se concreta de formas distintas, parecidas pero no del todo coincidentes. No obstante, a pesar de todas estas limitaciones, en general somos capaces de llegar a consensos y compartir con la gente que nos rodea conceptos, ideas, visiones del mundo en el que vivimos. Por un lado tenemos unas limitaciones perceptivas y por otro la capacidad de relativizarlas. Así, nuestras limitaciones no nos impiden organizar sociedades complejas, con sus múltiples relaciones personales y colectivas, tejidas a base de distintas expectativas, actos, normas, compromisos... Y cuando surgen discrepancias, disponemos de distintos niveles y estrategias de resolución de conflictos, que en los casos más severos se dirimen en el ámbito judicial.
Toda esta larga exposición viene motivada por la necesidad de poner de manifiesto el peligro que representa para cualquier proyecto de convivencia no albergar la más mínima duda acerca de las propias opiniones o percepciones de la realidad. Cuando esta postura es mayoritaria entre los miembros de una sociedad, se hace muy difícil la convivencia, ya que esta seguridad impide reconocer tanto las limitaciones de los propios juicios y apreciaciones como la parte de verdad y razón de los juicios ajenos.
Tener la absoluta seguridad de algo es racionalmente poco sensato y estratégicamente poco constructivo. Opinar sin dudar, además de poco inteligente, es una medida infalible para dinamitar cualquier relación de convivencia, ya sea personal, grupal o entre naciones.
06 enero 2010
Juicios justos - 3
No es fácil, el oficio de juez, y dada su propia naturaleza seguramente es imposible ejercerlo sin incurrir en alguna ocasión en algún error. La administración de justicia es compleja. Minimizar los errores añadiendo a los procedimientos judiciales las medidas y las garantías adecuadas no es suficiente. Hay que derogar también aquellas leyes cuya aplicación implique la violación de forma irreversible de derechos fundamentales, como el derecho a la vida en el caso de la pena de muerte.
La vida es una aventura en la que todos representamos en un momento u otro tanto el papel de jueces como el de sujetos juzgados. Como en el caso de la pena de muerte, en la vida cotidiana es habitual que en ocasiones se nos presente el dilema de intentar resolver un contencioso con una valoración o sentencia desproporcionada, irreversible, moralmente cuestionable teniendo en cuenta las características de la situación, de una envergadura que no justifica decisiones tan trascendentes. En ocasiones tendemos a la desmesura, y a menudo ni nos damos cuenta de nuestras exageraciones.
Vivir es inseparable del hecho de valorar y juzgar. Y de prejuzgar: una dosis de prejuicios (de juicios previos) es imprescindible. De entrada los prejuicios nos sirven para sobrevivir biológicamente: cualquier animal los tiene, ya que si no los tuviera no tendría la más mínima posibilidad de alimentarse, reproducirse y perdurar como especie. Pero los prejuicios también nos sirven para afrontar las interacciones o situaciones sociales más cotidianas sin paralizarnos. Muchas automatizaciones de nuestro comportamiento sirven para facilitarnos la vida en sociedad, haciéndonos la existencia diaria más sencilla. Por ejemplo, cuando prejuzgamos que el conductor que avanza en dirección contraria por el otro carril de la carretera se va a mantener en su carril, sin invadir el nuestro, actuamos según un prejuicio, damos por supuesto que se comportará de esta forma. Por suerte, ya que el prejuicio nos evita tenernos que meter en la cuneta precipitadamente, por precaución, cada vez que se acerca un vehículo en dirección contraria. La experiencia nos dice que, en estas circunstancias, "en la mayoría de los casos" (claro, a veces falla, y pasa lo que pasa...) va a ocurrir tal como hemos prejuzgado inconscientemente.
Humanizarse es aprender a andar por la vida conviviendo entre la necesidad de juzgar y la necesidad de no prejuzgar. Por esto en ocasiones es tan difícil, ejercer de ser humano.
La vida es una aventura en la que todos representamos en un momento u otro tanto el papel de jueces como el de sujetos juzgados. Como en el caso de la pena de muerte, en la vida cotidiana es habitual que en ocasiones se nos presente el dilema de intentar resolver un contencioso con una valoración o sentencia desproporcionada, irreversible, moralmente cuestionable teniendo en cuenta las características de la situación, de una envergadura que no justifica decisiones tan trascendentes. En ocasiones tendemos a la desmesura, y a menudo ni nos damos cuenta de nuestras exageraciones.
Vivir es inseparable del hecho de valorar y juzgar. Y de prejuzgar: una dosis de prejuicios (de juicios previos) es imprescindible. De entrada los prejuicios nos sirven para sobrevivir biológicamente: cualquier animal los tiene, ya que si no los tuviera no tendría la más mínima posibilidad de alimentarse, reproducirse y perdurar como especie. Pero los prejuicios también nos sirven para afrontar las interacciones o situaciones sociales más cotidianas sin paralizarnos. Muchas automatizaciones de nuestro comportamiento sirven para facilitarnos la vida en sociedad, haciéndonos la existencia diaria más sencilla. Por ejemplo, cuando prejuzgamos que el conductor que avanza en dirección contraria por el otro carril de la carretera se va a mantener en su carril, sin invadir el nuestro, actuamos según un prejuicio, damos por supuesto que se comportará de esta forma. Por suerte, ya que el prejuicio nos evita tenernos que meter en la cuneta precipitadamente, por precaución, cada vez que se acerca un vehículo en dirección contraria. La experiencia nos dice que, en estas circunstancias, "en la mayoría de los casos" (claro, a veces falla, y pasa lo que pasa...) va a ocurrir tal como hemos prejuzgado inconscientemente.
Humanizarse es aprender a andar por la vida conviviendo entre la necesidad de juzgar y la necesidad de no prejuzgar. Por esto en ocasiones es tan difícil, ejercer de ser humano.
05 enero 2010
Juicios justos - 2 (pena de muerte)
Vivimos encerrados dentro de un cerebro que, a partir de los estímulos que le llegan de los sentidos, crea una representación de la realidad exterior. La representación resultante está condicionada tanto por las limitaciones de los sentidos al recibir los estímulos del mundo que nos rodea como por la interpretación que de la información recibida hace el mismo cerebro, condicionado por todas las informaciones y las emociones almacenadas previamente.
No obstante, a pesar de tantas limitaciones en ocasiones somos capaces de afirmar sin el menor atisbo de duda las circunstancias exactas en las que ha ocurrido un determinado suceso, quizás con la misma contundencia con la que otro observador hace un relato, parcialmente o totalmente distinto, de los mismos hechos.
Esta doble constatación, el proceso de recreación del mundo exterior dentro de nuestro cerebro a partir de los estímulos recibidos y la eventual falta de concordancia en las apreciaciones de un mismo suceso por parte de distintas personas, debería invitarnos a la prudencia cuando del hecho que se pretende dirimir pueden derivarse consecuencias extremadamente graves o del todo irreversibles para alguna persona.
Por ejemplo, dentro del ámbito judicial y penal, y como caso más extremo, las sentencias de muerte en los países en los que dicha pena existe.
No obstante, a pesar de tantas limitaciones en ocasiones somos capaces de afirmar sin el menor atisbo de duda las circunstancias exactas en las que ha ocurrido un determinado suceso, quizás con la misma contundencia con la que otro observador hace un relato, parcialmente o totalmente distinto, de los mismos hechos.
Esta doble constatación, el proceso de recreación del mundo exterior dentro de nuestro cerebro a partir de los estímulos recibidos y la eventual falta de concordancia en las apreciaciones de un mismo suceso por parte de distintas personas, debería invitarnos a la prudencia cuando del hecho que se pretende dirimir pueden derivarse consecuencias extremadamente graves o del todo irreversibles para alguna persona.
Por ejemplo, dentro del ámbito judicial y penal, y como caso más extremo, las sentencias de muerte en los países en los que dicha pena existe.
Juicios justos - 2 (pena de muerte)
Vivimos encerrados dentro de un cerebro que, a partir de los estímulos que le llegan de los sentidos, crea una representación de la realidad exterior. La representación resultante está condicionada tanto por las limitaciones de los sentidos al recibir los estímulos del mundo que nos rodea como por la interpretación que de la información recibida hace el mismo cerebro, condicionado por todas las informaciones y las emociones almacenadas previamente.
No obstante, a pesar de tantas limitaciones en ocasiones somos capaces de afirmar sin el menor atisbo de duda las circunstancias exactas en las que ha ocurrido un determinado suceso, quizás con la misma contundencia con la que otro observador hace un relato, parcialmente o totalmente distinto, de los mismos hechos.
Esta doble constatación, el proceso de recreación del mundo exterior dentro de nuestro cerebro a partir de los estímulos recibidos y la eventual falta de concordancia en las apreciaciones de un mismo suceso por parte de distintas personas, debería invitarnos a la prudencia cuando del hecho que se pretende dirimir pueden derivarse consecuencias extremadamente graves o del todo irreversibles para alguna persona.
Por ejemplo, dentro del ámbito judicial y penal, y como caso más extremo, las sentencias de muerte en los países en los que dicha pena existe.
No obstante, a pesar de tantas limitaciones en ocasiones somos capaces de afirmar sin el menor atisbo de duda las circunstancias exactas en las que ha ocurrido un determinado suceso, quizás con la misma contundencia con la que otro observador hace un relato, parcialmente o totalmente distinto, de los mismos hechos.
Esta doble constatación, el proceso de recreación del mundo exterior dentro de nuestro cerebro a partir de los estímulos recibidos y la eventual falta de concordancia en las apreciaciones de un mismo suceso por parte de distintas personas, debería invitarnos a la prudencia cuando del hecho que se pretende dirimir pueden derivarse consecuencias extremadamente graves o del todo irreversibles para alguna persona.
Por ejemplo, dentro del ámbito judicial y penal, y como caso más extremo, las sentencias de muerte en los países en los que dicha pena existe.
03 enero 2010
02 enero 2010
Arte y barbarie - 3
Que el arte es neutral es mentira. El arte es algo que generan las personas, no es nada sobrenatural, y la neutralidad es un concepto abstracto, en la realidad no existe. Especialmente cuando hay un conflicto, es imposible una presunta neutralidad que no incida sobre el conflicto, es imposible quedarse al margen, pretender que las propias acciones u omisiones, incluida la total automarginación, no tengan ninguna influencia sobre el contencioso en cuestión: se hable o se calle, se actúe o no, tanto la acción como la inhibición inciden de alguna forma sobre el conflicto y contribuyen a configurar su curso. Y por mucho que algunas personas se empeñen en defender lo contrario, el mundo del arte no es ninguna excepción a esta norma general.
Durante la dictadura franquista española hubo artistas que fueron represaliados físicamente o condenados al ostracismo total a causa de sus ideas. Hubo otros que, con sus obras y con sus actitudes, en aquel ambiente de represión asfixiante intentaron mantener vivo el anhelo de libertad, procurando guardar un difícil equilibrio entre lo que se podía decir y lo que se sabía que acarrearía la censura o represalias mayores. Finalmente hubo aquellos que, con entusiasmo sincero o calculado interés (o ambas cosa al mismo tiempo), medraron satisfechos, compadrearon con por el poder y fueron promocionados y ensalzados por él, en la medida que con sus obras o con sus actuaciones contribuían a distraer a la población y, con la distracción, a normaliza la situación y consolidar la dictadura.
Ejemplos parecidos hay a montones, de todas las latitudes y épocas históricas.
Durante la dictadura franquista española hubo artistas que fueron represaliados físicamente o condenados al ostracismo total a causa de sus ideas. Hubo otros que, con sus obras y con sus actitudes, en aquel ambiente de represión asfixiante intentaron mantener vivo el anhelo de libertad, procurando guardar un difícil equilibrio entre lo que se podía decir y lo que se sabía que acarrearía la censura o represalias mayores. Finalmente hubo aquellos que, con entusiasmo sincero o calculado interés (o ambas cosa al mismo tiempo), medraron satisfechos, compadrearon con por el poder y fueron promocionados y ensalzados por él, en la medida que con sus obras o con sus actuaciones contribuían a distraer a la población y, con la distracción, a normaliza la situación y consolidar la dictadura.
Ejemplos parecidos hay a montones, de todas las latitudes y épocas históricas.
01 enero 2010
Arte y barbarie - 2
Durante la Guerra Civil española, en algunas checas republicanas se pintaron las paredes de las celdas con dibujos geométricos inspirados en obras de Kandinsky o de otros pintores abstractos. Estas pinturas se utilizaban como una forma de tortura, con el objetivo de marear y obsesionar a los detenidos, quebrantar su resistencia y así conseguir que acabaran hablando. Recientemente, desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, el ejército de los democráticos Estados Unidos ha estado utilizando la música como instrumento de tortura en las distintas cárceles destinadas a los presos islamistas.
Al ritmo de la música clásica el nazismo militarizó la sociedad alemana, asoló Europa y construyó campos de exterminio. El grado de refinamiento artístico de los dirigentes del nacionalsocialismo alemán y de la sociedad alemana en general, amante de la música, la literatura, el cine, el teatro, la pintura, fue compatible con la brutal política belicista, racista y genocida que el nazismo llevó a cabo.
Los regímenes dictatoriales de distintas épocas y latitudes, de distintas ideologías, han utilizado las artes (históricamente la música y la pintura, más recientemente también el cine y todas las manifestaciones relacionadas con el mundo audiovisual y virtual), como forma sistemática de alienación y adoctrinamiento de la población. Una labor llevada a cabo con la contribución de los artistas simpatizantes con el régimen, o de aquellos que, sin simpatizar, no se han atrevido a negar el concurso de sus habilidades.
La connivencia de algunos artistas con el poder viene de antiguo (otros han pagado su desafección con el ostracismo, el destierro o la vida ). Se ha dado siempre, porque todos los déspotas y todos los tiranos han tenido sus admiradores y sus aduladores, como en el caso de Falaris, hace 2.500 años, al que el escultor Perilao regaló un toro de bronce hueco, para que lo utilizara para cocer a fuego lento en su interior a sus enemigos.
Dice el refranero que "La música amansa las fieras"... pero también sirve para enardecer los ejércitos, o cualquier tipo de horda bárbara urbana o rural. También dice el refranero que "El arte refina el espíritu"... pero en ocasiones el espíritu que se refina es el espíritu de personas sádicas y psicópatas, de gente que desprecia el respeto de las libertades ajenas y que no se inmuta, al contrario, incluso goza, con el dolor de sus semejantes.
El arte y la cultura no siempre van de la mano con el respeto de los derechos humanos. Un alto grado de evolución y sofisticación social y artística no es garantía de un mayor respeto de estos derechos. Y desde este punto de vista, el de los derechos humanos, siempre hay que estar alerta sobre la utilización que se hace del arte, sobre aquello que se entiende por cultura, sobre cuales son los valores en los que se asienta una sociedad.
Al ritmo de la música clásica el nazismo militarizó la sociedad alemana, asoló Europa y construyó campos de exterminio. El grado de refinamiento artístico de los dirigentes del nacionalsocialismo alemán y de la sociedad alemana en general, amante de la música, la literatura, el cine, el teatro, la pintura, fue compatible con la brutal política belicista, racista y genocida que el nazismo llevó a cabo.
Los regímenes dictatoriales de distintas épocas y latitudes, de distintas ideologías, han utilizado las artes (históricamente la música y la pintura, más recientemente también el cine y todas las manifestaciones relacionadas con el mundo audiovisual y virtual), como forma sistemática de alienación y adoctrinamiento de la población. Una labor llevada a cabo con la contribución de los artistas simpatizantes con el régimen, o de aquellos que, sin simpatizar, no se han atrevido a negar el concurso de sus habilidades.
La connivencia de algunos artistas con el poder viene de antiguo (otros han pagado su desafección con el ostracismo, el destierro o la vida ). Se ha dado siempre, porque todos los déspotas y todos los tiranos han tenido sus admiradores y sus aduladores, como en el caso de Falaris, hace 2.500 años, al que el escultor Perilao regaló un toro de bronce hueco, para que lo utilizara para cocer a fuego lento en su interior a sus enemigos.
Dice el refranero que "La música amansa las fieras"... pero también sirve para enardecer los ejércitos, o cualquier tipo de horda bárbara urbana o rural. También dice el refranero que "El arte refina el espíritu"... pero en ocasiones el espíritu que se refina es el espíritu de personas sádicas y psicópatas, de gente que desprecia el respeto de las libertades ajenas y que no se inmuta, al contrario, incluso goza, con el dolor de sus semejantes.
El arte y la cultura no siempre van de la mano con el respeto de los derechos humanos. Un alto grado de evolución y sofisticación social y artística no es garantía de un mayor respeto de estos derechos. Y desde este punto de vista, el de los derechos humanos, siempre hay que estar alerta sobre la utilización que se hace del arte, sobre aquello que se entiende por cultura, sobre cuales son los valores en los que se asienta una sociedad.
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