Durante la Guerra Civil española, en algunas checas republicanas se pintaron las paredes de las celdas con dibujos geométricos inspirados en obras de Kandinsky o de otros pintores abstractos. Estas pinturas se utilizaban como una forma de tortura, con el objetivo de marear y obsesionar a los detenidos, quebrantar su resistencia y así conseguir que acabaran hablando. Recientemente, desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, el ejército de los democráticos Estados Unidos ha estado utilizando la música como instrumento de tortura en las distintas cárceles destinadas a los presos islamistas.
Al ritmo de la música clásica el nazismo militarizó la sociedad alemana, asoló Europa y construyó campos de exterminio. El grado de refinamiento artístico de los dirigentes del nacionalsocialismo alemán y de la sociedad alemana en general, amante de la música, la literatura, el cine, el teatro, la pintura, fue compatible con la brutal política belicista, racista y genocida que el nazismo llevó a cabo.
Los regímenes dictatoriales de distintas épocas y latitudes, de distintas ideologías, han utilizado las artes (históricamente la música y la pintura, más recientemente también el cine y todas las manifestaciones relacionadas con el mundo audiovisual y virtual), como forma sistemática de alienación y adoctrinamiento de la población. Una labor llevada a cabo con la contribución de los artistas simpatizantes con el régimen, o de aquellos que, sin simpatizar, no se han atrevido a negar el concurso de sus habilidades.
La connivencia de algunos artistas con el poder viene de antiguo (otros han pagado su desafección con el ostracismo, el destierro o la vida ). Se ha dado siempre, porque todos los déspotas y todos los tiranos han tenido sus admiradores y sus aduladores, como en el caso de Falaris, hace 2.500 años, al que el escultor Perilao regaló un toro de bronce hueco, para que lo utilizara para cocer a fuego lento en su interior a sus enemigos.
Dice el refranero que "La música amansa las fieras"... pero también sirve para enardecer los ejércitos, o cualquier tipo de horda bárbara urbana o rural. También dice el refranero que "El arte refina el espíritu"... pero en ocasiones el espíritu que se refina es el espíritu de personas sádicas y psicópatas, de gente que desprecia el respeto de las libertades ajenas y que no se inmuta, al contrario, incluso goza, con el dolor de sus semejantes.
El arte y la cultura no siempre van de la mano con el respeto de los derechos humanos. Un alto grado de evolución y sofisticación social y artística no es garantía de un mayor respeto de estos derechos. Y desde este punto de vista, el de los derechos humanos, siempre hay que estar alerta sobre la utilización que se hace del arte, sobre aquello que se entiende por cultura, sobre cuales son los valores en los que se asienta una sociedad.