Que el arte es neutral es mentira. El arte es algo que generan las personas, no es nada sobrenatural, y la neutralidad es un concepto abstracto, en la realidad no existe. Especialmente cuando hay un conflicto, es imposible una presunta neutralidad que no incida sobre el conflicto, es imposible quedarse al margen, pretender que las propias acciones u omisiones, incluida la total automarginación, no tengan ninguna influencia sobre el contencioso en cuestión: se hable o se calle, se actúe o no, tanto la acción como la inhibición inciden de alguna forma sobre el conflicto y contribuyen a configurar su curso. Y por mucho que algunas personas se empeñen en defender lo contrario, el mundo del arte no es ninguna excepción a esta norma general.
Durante la dictadura franquista española hubo artistas que fueron represaliados físicamente o condenados al ostracismo total a causa de sus ideas. Hubo otros que, con sus obras y con sus actitudes, en aquel ambiente de represión asfixiante intentaron mantener vivo el anhelo de libertad, procurando guardar un difícil equilibrio entre lo que se podía decir y lo que se sabía que acarrearía la censura o represalias mayores. Finalmente hubo aquellos que, con entusiasmo sincero o calculado interés (o ambas cosa al mismo tiempo), medraron satisfechos, compadrearon con por el poder y fueron promocionados y ensalzados por él, en la medida que con sus obras o con sus actuaciones contribuían a distraer a la población y, con la distracción, a normaliza la situación y consolidar la dictadura.
Ejemplos parecidos hay a montones, de todas las latitudes y épocas históricas.