15 julio 2015

Nacemos racistas

Aunque suene feo o políticamente incorrecto, el caso es que nacemos racistas, porque "de serie" tenemos un cerebro bastante igual al de nuestros antepasados, los primeros homínidos, un cerebro muy preparado para sobrevivir en un entorno adverso, hostil: un cerebro que desconfía de las diferencias.

Nacemos así. Y sin este componente genético ahora no existiríamos: hace milenios que seguramente habríamos desaparecido. Nos habrían liquidado y se nos habrían zampado cuando la lucha por la supervivencia era salvaje. Sin la desconfianza ante lo desconocido (de aquello desconocido, también del homínido desconocido...), sin este rasgo evolutivo entonces del todo positivo, imprescindible, hace tiempo que habríamos desaparecido.

Después, todo ha ido cambiando, y las expectativas de supervivencia son otras

Mediante la educación, nos hemos ido "desnaturalizando", y hemos ido adoptando una nueva, inventada, naturaleza o normalidad: la de que "todos somos iguales y no nos tenemos que agredir" (esto con un poco de suerte, hay quien no se desnaturaliza nunca...). En fin, que "nos hemos hecho" diferentes.

Pero si olvidamos de donde venimos no podemos saber como somos ni entender por qué hacemos lo que hacemos. No ser racistas requiere un esfuerzo (la genética nos pesa). Un esfuerzo individual y colectivo. Porque, hay que remarcarlo, nacemos "naturales", sin civilización, sin educación, miedosos. Es decir, entre otros cosas, racistas.

Bien mirado, con la biología que arrastramos, lo extraño quizás no son las barbaridades que a veces somos capaces de cometer, sino que no sean muchas más las que cometemos.