Quizás pueda existir una moral de los derechos humanos en la que no se incluya ninguna referencia a los deberes humanos. Pero lo que no resistiría nunca dicha moral sería un mínimo análisis ético. Es decir, si definimos la ética como el estudio filosófico o razonado de la moral, es obvio que un estudio de este tipo hallará insalvables incoherencias en una moral de derechos que no incluya deberes.
Una moral de derechos sin deberes sólo resistiría un análisis ético si se diera el caso que existiera "una gran e inagotable despensa de derechos", de la que todos los seres humanos pudieran ir extrayendo los recursos o las garantías necesarios para satisfacer aquellos derechos que les apetecieran o que consideraran que se merecen.
Pero esta despensa mágica no existe, y de la misma forma que los derechos nos los hemos inventado, también hemos de asumir que nos hemos de inventar la forma de satisfacerlos. Es decir, sin la asunción de los correspondientes deberes que permitan garantizar los derechos (asegurando la no injerencia intrusiva en unos casos, el acceso a determinados recursos en otros, etc.), las declaraciones de derechos son meras declaraciones de intenciones. Sin duda hermosas, pero éticamente inconsistentes y estériles en la práctica.