¿Por qué razón una sociedad (o un autor) hace un determinado tipo de películas?
¿Son películas que fomentan la reflexión o sólo pretenden entretener?
Si sólo pretenden entretener, ¿a quién beneficia, en un determinado momento histórico, que la sociedad esté entretenida, en lugar de hacerse preguntas?
¿Cuáles son los temas que se tratan y cuáles los que se evitan?
¿Son productos al servicio de la creación de determinados estados de opinión? En caso afirmativo, ¿a quién beneficia, en cada caso concreto, que un determinado estado de opinión se generalice?
¿Intentan manipular de forma sutil o grosera las emociones del público?
¿Difunden mensajes maníqueos y burdamente simplificados?
¿Refuerzan o critican actitudes homófobas, racistas, sexistas o clasistas?
La lista de preguntas que se pueden formular con relación a la producción (en un país o lugar concreto, en una época histórica concreta, en una sociedad concreta...), de una película determinada puede ser tan larga como profunda sea la curiosidad de quién se haga las interpelaciones.
Cualquier película, desde las en teoría más intrascendentes hasta las presuntamente más ambiciosas, puede ser un buen material para plantear reflexiones. Todas sirven, porque, para el caso, lo determinante no es la calidad del producto a partir del que se quiere reflexionar, sino la calidad de las preguntas que se sea capaz de plantear: lo importante, en cada caso, es saber encontrar las preguntas más adecuadas, las que pueden abrir más ámbitos de reflexión (y más profundos).
Así, mientras nadie duda del interés intrínseco de algunas películas, rodadas con un espíritu crítico, para poner de relieve o denunciar situaciones de flagrantes o encubiertas injusticias, hay que reivindicar al mismo tiempo la utilidad que puede tener la reflexión sobre cualquier otro tipo de productos audiovisuales, con indiferencia que en ocasiones sean muy poco consistentes, como por ejemplo los culebrones televisivos. Con más razón hay que tener en cuenta estos otros productos en la medida que son los mayormente consumidos, los más conocidos y más cercanos. Para que su utilización como material de reflexión sea provechosa, lo único que hay que hacer es adaptar, según los casos, el tipo de preguntas que hay que formular.