15 abril 2009

Derecho a la educación y derechos de los padres - 2

La educación nunca es neutral. Siempre es doctrinaria. ¿A qué viene tanto miedo a la palabra adoctrinamiento? El objetivo de la educación precisamente es transmitir una doctrina, unos principios, unos valores. Esta afirmación además no es ninguna opinión, sólo es una constatación. El diccionario lo deja bien claro, en la primera acepción de educar: "dirigir, encaminar, adoctrinar" (RAE).

El dilema es otro, radica en los principios que se quieran transmitir: ¿es una doctrina de libertad, igualdad y solidaridad, o una doctrina de sumisión, discriminación y egoísmo? ¿En sintonía u oposición, al conjunto de valores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos?

Cuando algún sector de la sociedad pretende incidir, por adicción o sustracción, sobre los valores que se han de transmitir desde el sistema educativo, si sus criterios no casan con los que se promueven a través de las políticas de derechos humanos de las Naciones Unidas, no hay que ceder. Al contrario, su eventual insistencia en preservar al alumnado de lo que para ellos son quizás "perversas influencias" es una muestra contundente de la necesidad de que durante la educación obligatoria la educación en valores aborde sin tapujos los ámbitos que ellos temen.

Por ejemplo, educar al alumnado para que asuma que las opciones sexuales de cada cual son decisiones personales que nadie tiene derecho a fiscalizar, no es "pervertirlo". Es sólo prevenir que pueda desarrollar actitudes homófobas, si ha sido inducido a pensar que hay algo de deshonesto y punible en cualquier opción sexual que no sea la convencional y mayoritaria.

Y lo mismo cabe decir de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres: sólo la defensa a ultranza de este principio, en todos los ámbitos, públicos y privados, puede ayudar a conseguir que la vida de las mujeres sea cada día que pasa más amable, con más libertad, más oportunidades y menos inseguridad.