10 octubre 2009

Modelos sociales (comercio de sangre)

¿La gente tiene derecho a hacer con su cuerpo lo que quiera? ¿Se le puede impedir que comercie con él, por ejemplo en el caso de la prostitución, o en el de la venta de órganos o de sangre?

Existen muchos países donde la venta de sangre es una práctica habitual. En otros está prohibida.

Las razones prohibicionistas son de distintos tipos. Por un lado, se argumenta que la venta de sangre es una forma moderna de esclavitud que afecta a los sectores más desprotegidos de la sociedad: personas que en ocasiones recurren a venderse "parte de si mismas" para poder sobrevivir. Es por lo tanto un argumento encaminado a proteger los derechos de los más desfavorecidos, a los que al mismo tiempo la sociedad, claro está, debe ser capaz de ofrecer otras alternativas de supervivencia.

Otro aspecto de este comercio es el de los peligros sanitarios que comporta, ya que las personas que venden su sangre a menudo se encuentran en graves situaciones de exclusión y con eventuales enfermedades contagiables a través de la sangre y, preocupadas sólo por conseguir dinero, pueden intentar ocultar su estado de salud, poniendo así en peligro la salud de los receptores (en el caso de que los análisis que se hagan antes de la utilización de la sangre no sigan un protocolo suficientemente exhaustivo o se cometa algún error durante su realización).

Luego está el argumento de la difícil compatibilidad de la posibilidad de vender sangre con el fomento de las donaciones desinteresadas. Una sociedad en la que ambas opciones son posibles tiene muchas dificultades para convencer a la población para que done su sangre desinteresadamente. Además, la venta de sangre va acompañada de la de la discriminación de los receptores: en un sistema con donantes retribuidos la sangre vendida se canaliza hacia quién la puede pagar, la sanidad privada y los aspirantes a receptores con capacidad económica, algo que, obviamente, todavía desincentiva más las donaciones desinteresadas (y que repercute en la sangre disponible y la operatividad del sistema sanitario de una sociedad).

Los distintos argumentos que justifican la prohibición del comercio de sangre son de un marcado carácter social y práctico. Pretenden tanto poner coto a los privilegios de los sectores más pudientes, capaces de pagar para poder tener sangre ajena de forma privilegiada en caso de necesitarla (la prohibición de vender sangre va acompañada de la prohibición de pagar por ella), como garantizar que, en caso de necesidad, cualquier persona, sin discriminaciónes a causa de sus recursos económicos, pueda beneficiarse de la sangre disponible en los bancos de sangre, tomándose las decisiones de las transfusiones y sus prioridades según estrictos criterios médicos.

De hecho, a nadie le debería extrañar que se regule (se condicione, limite o prohiba totalmente) el comercio de sangre. Las legislaciones nacionales e internacionales sobre los distintos tipos de comercios están llenas de leyes y normas que regulan, limitan o prohiben (en determinadas circunstancias o de forma absoluta) el comercio de determinadas materias.

Volvamos a las preguntas iniciales. ¿La gente tiene derecho a hacer con su cuerpo lo que quiera? ¿Se le puede impedir que comercie con él, como por ejemplo en el caso de la prostitución, o en el de la venta de sangre?

En el caso de la venta de sangre, hasta el momento no todas las sociedades han adoptado la misma decisión. Pero a la vista de los argumentos prohibicionistas, parece difícil rebatir que responden a un modelo de sociedad más igualitario y justo, en el que es más fácil que se de un mayor grado de respeto de los derechos humanos.