21 marzo 2011

Delitos sexuales y presunción de inocencia

La presunción de inocencia no siempre está garantizada, en determinadas circunstancias es precaria. En el caso de abusos sexuales hay sectores de la población, incluso de la judicatura, que parece que otorguen al acusado la presunción de culpabilidad. En ocasiones parece que se ha pasado de un extremo al otro. Antes, cualquier denuncia de violación hacía recaer sobre la denunciante todas las sospechas: prostituta, mujer fácil, provocadora, mentirosa, rencorosa... (algo que sigue ocurriendo, de forma escandalosa y desgraciada, en muchos países).

Últimamente las pruebas de ADN han facilitado el esclarecimiento de algunos casos de violencia sexual. Para culpar (y condenar), o para exculpar y en ocasiones incluso excarcelar personas falsamente acusadas, privadas de libertad durante años hasta que al final, gracias a pruebas de ADN anteriormente no practicadas, han visto que se demostraba su inocencia. Personas a las que, hasta entonces, no les había servido de nada proclamar de forma incansable su inocencia.

Pero en este tipo de casos las pruebas de ADN no son siempre la panacea. Por ejemplo, no lo son en el caso de relaciones reconocidas por el acusado, pero que él sostiene que fueron consentidas y ella que fueron forzadas.

Entre la violación y el mutuo deseo y entrega incondicionales hay un amplio abanico de distintas situaciones posibles, con distintos grados de deseo, entrega y consentimiento; la zona media del abanico es compleja, llena de posibles equívocos. Entrar judicialmente en este mundo brumoso es inevitable cuando hay una denuncia, y al mismo tiempo es muy delicado y arriesgado. La justicia no es una ciencia exacta (de hecho no es ni una ciencia). Es una práctica aproximativa, y ante la duda la cuestión estriba en establecer en general, y decidir en cada caso particular, hacia que lado de la duda hay que decantarse.

Desde luego, una violación es un hecho terrible, espantoso, intolerable, que jamás debería quedar impune. El avance social y judicial que se ha hecho reconociendo las dimensiones de este espanto es importantísimo, uno de los grandes hitos de este lento proceso de humanización en el que la especie humana está metida, en el que estamos todos metidos.

Sin duda sobrecoge pensar en una mujer violada... pero también sobrecoge pensar en un hombre falsamente acusado de violación; su calvario ha de ser terrible, incluso si al final es absuelto de la acusación. Como una mujer violada, queda marcado para toda la vida. Dicen los expertos que los casos de falsas denuncias son mínimos. Dicen también que hay mecanismos para detectarlos. Pero el caso es que se dan, y que en ocasiones no son detectados.

Por esto es tan necesario que la presunción de inocencia de la persona acusada sea escrupulosamente respetada, en la misma medida que se debe respetar la presunción de veracidad del testimonio de la persona acusadora. Tanto en el caso de denuncias de violaciones como en cualquier otro caso. Siempre.