Hay temas de derechos humanos que, al ser abordados desde distintos sistemas morales, no coincidentes en algunos de sus principios, son inevitablemente conflictivos. Temas sobre los que, por mucho que se sometan a análisis éticos, no es posible llegar a conclusiones consensuadas (principalmente debido a que los analistas que intervienen no pueden sustraerse a sus respectivos convencimientos morales).
El caso del aborto sin duda es el más representativo. Y digno por tanto de ser tratado con la atención y el rigor que se merece. En alguna ocasión lo intentaremos.
Ahora sólo mencionaremos un aspecto marginal de este debate, en la medida que de alguna forma es indicativo del sistema de valores de los representantes de una de las moralidades litigantes.
Nos referimos concretamente a los representantes de la Iglesia Católica. Y es que la postura oficial de la Iglesia sobre el aborto, en principio del todo respetable, se ve enturbiada por su actitud ante los sistemas anticonceptivos: su cerril (incluso criminal) oposición a los sistemas anticonceptivos que ella no considera "naturales", cuestionan su credibilidad cuando pretende formular juicios éticos sobre los embarazos indeseados y el aborto.
De hecho, su oposición a los sistemas anticonceptivos es sólo un aspecto más de su complicada (por no decir turbia o enfermiza) relación con la sexualidad: su exaltación del celibato como condición más elevada del ser humano, su homofobia, condenando toda relación sexual que no coincida con lo que ella misma considera "natural", su condena del onanismo... En el fondo, reflejo todo de su exaltación de la mortificación, en la medida que el modelo a seguir que propone es el de alguien que, al parecer libremente, escogió morir torturado y crucificado. Como si no hubiera maneras más atractivas, puestos a escoger, "de salvar a la humanidad"...
30 abril 2008
29 abril 2008
La invención de los derechos
Los derechos son una de las muchas invenciones de los seres humanos. Los derechos humanos, en tanto que parte de los derechos en general (mercantiles, patrimoniales, etc.), son por lo tanto también el resultado de la fértil capacidad fabuladora de las personas.
La existencia de un ser supremo responsable de la existencia de los derechos humanos sería la versión más poética y barroca alumbrada por la fantasía humana para explicar la existencia de estos derechos. Y precisamente por esto es tan respetable: en la medida que los derechos no son una realidad a descubrir, sino una invención, su principal característica es la subjetividad. Una subjetividad manifiesta en cuanto a sus orígenes, y más opinable en cuanto a su contenido (ya que precisamente el objetivo de la ética, otro de los grandes inventos de la humanidad, es pasar por el filtro de la razón las distintas invenciones filosóficas y morales).
Pero la subjetividad (y la fragilidad que esta subjetividad implica), de la invención de los derechos humanos, no ha de hacer olvidar su gran utilidad. Y si a alguien le tienta la duda, sólo tiene que hacer el pequeño esfuerzo de imaginarse víctima de cualquiera de los grandes atropellos contra la integridad y la dignidad de las personas que se producen a diario. Contra esta dolorosa realidad, para ponerle coto, se erigen las proclamaciones de derechos.
Es posible, no obstante, que haya inventos mejores para regular la convivencia, o la coexistencia, entre las persona. Pero hasta el momento los otros inventos que se han propuesto o ensayado parece que son peores. En ocasiones manifiestamente peores. Es oportuno recordarlo, no olvidarlo. Al menos, hasta que se alumbre un invento mejor.
La existencia de un ser supremo responsable de la existencia de los derechos humanos sería la versión más poética y barroca alumbrada por la fantasía humana para explicar la existencia de estos derechos. Y precisamente por esto es tan respetable: en la medida que los derechos no son una realidad a descubrir, sino una invención, su principal característica es la subjetividad. Una subjetividad manifiesta en cuanto a sus orígenes, y más opinable en cuanto a su contenido (ya que precisamente el objetivo de la ética, otro de los grandes inventos de la humanidad, es pasar por el filtro de la razón las distintas invenciones filosóficas y morales).
Pero la subjetividad (y la fragilidad que esta subjetividad implica), de la invención de los derechos humanos, no ha de hacer olvidar su gran utilidad. Y si a alguien le tienta la duda, sólo tiene que hacer el pequeño esfuerzo de imaginarse víctima de cualquiera de los grandes atropellos contra la integridad y la dignidad de las personas que se producen a diario. Contra esta dolorosa realidad, para ponerle coto, se erigen las proclamaciones de derechos.
Es posible, no obstante, que haya inventos mejores para regular la convivencia, o la coexistencia, entre las persona. Pero hasta el momento los otros inventos que se han propuesto o ensayado parece que son peores. En ocasiones manifiestamente peores. Es oportuno recordarlo, no olvidarlo. Al menos, hasta que se alumbre un invento mejor.
24 abril 2008
La felicidad - 3
Al hablar del optimismo y del pesimismo, el ejemplo clásico es el de la percepción de un vaso, lleno hasta la mitad, como "medio lleno" o "medio vacío".
¿Por qué ocurre que, en ocasiones, con un vaso lleno hasta la mitad, sólo vemos la parte medio vacía? ¿Quizás la medio llena no la vemos porque está "debajo"? ¿Es a causa de nuestra forma de mirar superficial, que nos impide apreciar que debajo, justo debajo de la parte medio vacía, pegado a ella, está siempre la parte medio llena?
Posiblemente la explicación es más compleja, y a la mirada superficial haya que añadir un exceso de fantasía negativa. Porque, a menudo, nos olvidamos de que los vasos también los fabricamos nosotros, y que a veces, para evitar las dudas relacionadas con "lo vacío y lo lleno", la solución es tan sencilla como inventarse un vaso distinto, más pequeño si es necesario.
¿O es que existe un vaso universal, "El Vaso", con unas características y una capacidad predeterminadas, fijas e inmutables? No lo parece si observamos los millones de vasos existentes y distintos y, sobre todo, aquellos casos en los que, vasos pequeños, quizás ni medio llenos, sacian la sed y llenan de luz la vida de algunas personas.
Cuando nuestra fertilidad inventiva no trabaja a favor nuestro, "nos traiciona", estamos perdidos, ya que entonces no para de complicarnos la vida. Por ejemplo, en ocasiones se suele entretener, ante la duda del vaso medio lleno o vacío, en inventar enormes jarras, a veces parecidas a verdaderas e inmensas piscinas, en las que acabamos vertiendo de forma insensata el contenido de nuestro vaso. Y entonces miramos la jarra o la piscina que nos hemos inventado y, entristecidos, contemplamos en el fondo el pequeño charquito en el que se ha convertido nuestro vaso de las dudas.
Sí, en ocasiones andamos por la vida un poco despistados, empeñados en utilizar la inteligencia creadora en la construcción de "nuestro proyecto personal de infelicidad". Ya para terminar, añadamos sólo que en la construcción de este gran proyecto, un elemento de gran ayuda es el convencimiento de que la causa de todas nuestras desdichas son siempre los demás. Pero esta ya es otra historia...
¿Por qué ocurre que, en ocasiones, con un vaso lleno hasta la mitad, sólo vemos la parte medio vacía? ¿Quizás la medio llena no la vemos porque está "debajo"? ¿Es a causa de nuestra forma de mirar superficial, que nos impide apreciar que debajo, justo debajo de la parte medio vacía, pegado a ella, está siempre la parte medio llena?
Posiblemente la explicación es más compleja, y a la mirada superficial haya que añadir un exceso de fantasía negativa. Porque, a menudo, nos olvidamos de que los vasos también los fabricamos nosotros, y que a veces, para evitar las dudas relacionadas con "lo vacío y lo lleno", la solución es tan sencilla como inventarse un vaso distinto, más pequeño si es necesario.
¿O es que existe un vaso universal, "El Vaso", con unas características y una capacidad predeterminadas, fijas e inmutables? No lo parece si observamos los millones de vasos existentes y distintos y, sobre todo, aquellos casos en los que, vasos pequeños, quizás ni medio llenos, sacian la sed y llenan de luz la vida de algunas personas.
Cuando nuestra fertilidad inventiva no trabaja a favor nuestro, "nos traiciona", estamos perdidos, ya que entonces no para de complicarnos la vida. Por ejemplo, en ocasiones se suele entretener, ante la duda del vaso medio lleno o vacío, en inventar enormes jarras, a veces parecidas a verdaderas e inmensas piscinas, en las que acabamos vertiendo de forma insensata el contenido de nuestro vaso. Y entonces miramos la jarra o la piscina que nos hemos inventado y, entristecidos, contemplamos en el fondo el pequeño charquito en el que se ha convertido nuestro vaso de las dudas.
Sí, en ocasiones andamos por la vida un poco despistados, empeñados en utilizar la inteligencia creadora en la construcción de "nuestro proyecto personal de infelicidad". Ya para terminar, añadamos sólo que en la construcción de este gran proyecto, un elemento de gran ayuda es el convencimiento de que la causa de todas nuestras desdichas son siempre los demás. Pero esta ya es otra historia...
21 abril 2008
La felicidad - 2
Cuando alguien usa la palabra "felicidad", le atribuye un significado personal, a menudo distinto del que le atribuye su interlocutor de turno.
Si nos fijamos en los diccionarios, según la primera acepción del diccionario de la RAE, la felicidad consiste en el "estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien".
Y según la primera acepción del Diccionario de uso del español (María Moliner), la felicidad es la "situación del ser para quien las circunstancias de su vida son tales como las desea".
La segunda acepción del diccionario de la RAE es "satisfacción, gusto, contento", y la segunda del María Moliner, "estado del ánimo circunstancial del que consigue algo que contribuye a esta situación". Es decir, dan esencialmente las mismas definiciones, pero alterando el orden de aparición. El hecho de poseer un bien o conseguir algo en un caso está en primer lugar y en el otro en el segundo.
No obstante, al margen de las eventuales diferencias que puedan aparecer en los distintos diccionarios, al menos hay un par de cosas claras:
1) Que la felicidad es un "de estado de ánimo", una sensación. Es decir, la felicidad es una experiencia subjetiva.
2) Que el tema arranca de lejos, puesto que los antiguos griegos ya filosofaban sobre la felicidad (como Aristóteles en "Ética a Nicómaco").
Sobre el primer punto, que la felicidad es una sensación subjetiva, lo que se deduce es que su gestión depende de nosotros mismos, ya sea de forma consciente o inconsciente. Lo demuestra que gente con condiciones de vida muy precarias a veces tiene "sensaciones de felicidad" considerables, y al revés también: gente en teoría con las mejores condiciones de vida puede vivir en profundos estados de infelicidad.
Si nos fijamos en los diccionarios, según la primera acepción del diccionario de la RAE, la felicidad consiste en el "estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien".
Y según la primera acepción del Diccionario de uso del español (María Moliner), la felicidad es la "situación del ser para quien las circunstancias de su vida son tales como las desea".
La segunda acepción del diccionario de la RAE es "satisfacción, gusto, contento", y la segunda del María Moliner, "estado del ánimo circunstancial del que consigue algo que contribuye a esta situación". Es decir, dan esencialmente las mismas definiciones, pero alterando el orden de aparición. El hecho de poseer un bien o conseguir algo en un caso está en primer lugar y en el otro en el segundo.
No obstante, al margen de las eventuales diferencias que puedan aparecer en los distintos diccionarios, al menos hay un par de cosas claras:
1) Que la felicidad es un "de estado de ánimo", una sensación. Es decir, la felicidad es una experiencia subjetiva.
2) Que el tema arranca de lejos, puesto que los antiguos griegos ya filosofaban sobre la felicidad (como Aristóteles en "Ética a Nicómaco").
Sobre el primer punto, que la felicidad es una sensación subjetiva, lo que se deduce es que su gestión depende de nosotros mismos, ya sea de forma consciente o inconsciente. Lo demuestra que gente con condiciones de vida muy precarias a veces tiene "sensaciones de felicidad" considerables, y al revés también: gente en teoría con las mejores condiciones de vida puede vivir en profundos estados de infelicidad.
20 abril 2008
La felicidad
En la Declaración Universal de los Derechos Humanos no se menciona la felicidad. Sí aparece, en cambio, en el preámbulo de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, de 1789:
"Los representantes del pueblo francés (...) han resuelto exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre (...) a fin de que los actos del poder legislativo y del poder ejecutivo (...) redunden siempre en beneficio del mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos."
¿Debería existir el derecho a la felicidad? Si los derechos se dividen en civiles, políticos, económicos, sociales y culturales (los recogidos en la Declaración Universal), a los que hay que añadir los derechos de tercera generación, como los medioambientales, los relacionados con la ingeniería genética, etc., ¿en qué categoría se debería incluir el hipotético derecho a la felicidad? ¿en una nueva categoría, la de los derechos emocionales?
Y si fuera un derecho, ¿serviría de algo afirmarlo, decir que "todos los seres humanos tienen derecho a ser felices"?
Una respuesta es la que ya dieron los colonos americanos en sus declaraciones de derechos de finales del siglo XVIII, como en la Declaración de Derechos de Virginia, o en la misma Declaración de Independencia de los Estados Unidos. En ellas, se menciona "la búsqueda y obtención de la felicidad", dando a entender que, al fin y al cabo, sólo puede ser el resultado de una acción, de una actividad: la felicidad no se concede ni se garantiza, lo que se puede hacer es alcanzarla. La sociedad, el estado, lo único que puede hacer, y es mucho, es no poner impedimentos, garantizar que no existan obstáculos. Por ejemplo, a una persona esclavizada o que viva con el temor de ser torturada, "la búsqueda y obtención de la felicidad" no le será tarea fácil.
Esta, al fin y al cabo, es la verdadera relación entre derechos y felicidad: los primeros han de garantizar que la búsqueda de la segunda sea posible. Pero el efectivo disfrute de los derechos no es ninguna garantía de éxito: gozando de la posibilidad de buscarla, ocurre a menudo que la felicidad tampoco se alcanza.
"Los representantes del pueblo francés (...) han resuelto exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre (...) a fin de que los actos del poder legislativo y del poder ejecutivo (...) redunden siempre en beneficio del mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos."
¿Debería existir el derecho a la felicidad? Si los derechos se dividen en civiles, políticos, económicos, sociales y culturales (los recogidos en la Declaración Universal), a los que hay que añadir los derechos de tercera generación, como los medioambientales, los relacionados con la ingeniería genética, etc., ¿en qué categoría se debería incluir el hipotético derecho a la felicidad? ¿en una nueva categoría, la de los derechos emocionales?
Y si fuera un derecho, ¿serviría de algo afirmarlo, decir que "todos los seres humanos tienen derecho a ser felices"?
Una respuesta es la que ya dieron los colonos americanos en sus declaraciones de derechos de finales del siglo XVIII, como en la Declaración de Derechos de Virginia, o en la misma Declaración de Independencia de los Estados Unidos. En ellas, se menciona "la búsqueda y obtención de la felicidad", dando a entender que, al fin y al cabo, sólo puede ser el resultado de una acción, de una actividad: la felicidad no se concede ni se garantiza, lo que se puede hacer es alcanzarla. La sociedad, el estado, lo único que puede hacer, y es mucho, es no poner impedimentos, garantizar que no existan obstáculos. Por ejemplo, a una persona esclavizada o que viva con el temor de ser torturada, "la búsqueda y obtención de la felicidad" no le será tarea fácil.
Esta, al fin y al cabo, es la verdadera relación entre derechos y felicidad: los primeros han de garantizar que la búsqueda de la segunda sea posible. Pero el efectivo disfrute de los derechos no es ninguna garantía de éxito: gozando de la posibilidad de buscarla, ocurre a menudo que la felicidad tampoco se alcanza.
17 abril 2008
Pena de muerte y tortura
Se suele argumentar que la mayor violación de los derechos humanos es la pena de muerte, ya que priva del derecho a la vida, sin el cual no se puede ejercer ningún otro derecho.
No obstante, condenados a muerte lo estamos todos desde que nacemos. Y encima estamos bastante expuestos a que esta sentencia se ejecute más pronto de lo previsto, sin esperar a la vejez, a causa de enfermedades y accidentes inesperados. De alguna forma, todos estamos en el corredor de a muerte, ignorando el día que se ejecutará la sentencia.
El caso de la tortura es distinto. Nadie nace condenado a ser torturado. Afortunadamente, la mayoría de los seres humanos no pasan por el horrible trance de padecer torturas. Es una fatalidad que sólo algunas desdichadas personas sufren.
La causa siempre es la misma: la falta de empatía de la persona que provoca el sufrimiento. La existencia de la tortura, el hecho de que haya personas capaces de torturar a otras personas, produce una desazón infinita. Si la empatía es una característica de los seres humanos, la existencia de personas capaces de torturar es la demostración más palpable de que algunos seres humanos han perdido parte de su humanidad.
No obstante, condenados a muerte lo estamos todos desde que nacemos. Y encima estamos bastante expuestos a que esta sentencia se ejecute más pronto de lo previsto, sin esperar a la vejez, a causa de enfermedades y accidentes inesperados. De alguna forma, todos estamos en el corredor de a muerte, ignorando el día que se ejecutará la sentencia.
El caso de la tortura es distinto. Nadie nace condenado a ser torturado. Afortunadamente, la mayoría de los seres humanos no pasan por el horrible trance de padecer torturas. Es una fatalidad que sólo algunas desdichadas personas sufren.
La causa siempre es la misma: la falta de empatía de la persona que provoca el sufrimiento. La existencia de la tortura, el hecho de que haya personas capaces de torturar a otras personas, produce una desazón infinita. Si la empatía es una característica de los seres humanos, la existencia de personas capaces de torturar es la demostración más palpable de que algunos seres humanos han perdido parte de su humanidad.
10 abril 2008
(desahogos) Muchas gracias
Señores Cañizares y Rouco: gracias por contribuir con sus palabras a la progresiva pérdida de credibilidad de la Iglesia en España (sólo hay que ver como año tras año descienden las parejas que se casan por la Iglesia, los bautizos que se celebran, las personas que asisten a misa...). Sin su inestimable ayuda, esta labor seria mucho más difícil. Ojalá dentro de un tiempo hayan culminado felizmente su tarea. Entonces, por fin, será más fácil anular el Concordato con la Santa Sede, suprimir la financiación estatal de la Iglesia y eliminar cualquier pretensión de considerar el adoctrinamiento religioso como una asignatura incluida en los planes de estudio. Y evitar así, de paso, que las nuevas religiones que se van incorporando a nuestra sociedad descarten por imposible la reivindicación de cualquiera de estas prerogativas que ahora la Iglesia detenta.
09 abril 2008
Ley de Memoria Histórica
A algunas personas (entre ellas las altas jerarquías de la Iglesia española) les parece inoportuna la aprobación a finales de 2007 de la Ley de Memoria Histórica. A estas personas se supone que también les debe parecer inoportuna la aprobación en 1968 por parte de las Naciones Unidas de la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad, una convención que, de forma significativa, hasta el momento España no ha firmado ni ratificado.
Sería deseable que España se adheriera a esta Convención. Y que la Iglesia, que durante décadas cobijó bajo palio al dictador y recientemente ha reclamado de nuevo su protagonismo histórico beatificando con todos los honores y la mayor publicidad 500 víctimas de la Guerra Civil, como mínimo mantuviera un discreto silencio con relación a la mencionada Ley de Memoria Histórica.
También sería deseable, hay que reconocerlo, que algunos políticos e intelectuales de izquierdas actuales no se empeñaran en minimizar u ocultar los crímenes de lesa humanidad que se cometieron en el bando republicano, crímenes y brutalidades en ocasiones de una ferocidad y una desmesura espantosas.
Las nuevas generaciones nacidas tras la dictadura franquista tienen derecho a conocer su pasado, y si el cultivo de la memoria puede tener alguna utilidad, esta ha de ser lo más objetiva posible. En caso contrario, la presunta memoria se convierte en propaganda, que a su vez se orienta al fomento del consumo, en este caso de ideología. Huelga decir que la historia es otra cosa. Y la educación, debería serlo también.
Sería deseable que España se adheriera a esta Convención. Y que la Iglesia, que durante décadas cobijó bajo palio al dictador y recientemente ha reclamado de nuevo su protagonismo histórico beatificando con todos los honores y la mayor publicidad 500 víctimas de la Guerra Civil, como mínimo mantuviera un discreto silencio con relación a la mencionada Ley de Memoria Histórica.
También sería deseable, hay que reconocerlo, que algunos políticos e intelectuales de izquierdas actuales no se empeñaran en minimizar u ocultar los crímenes de lesa humanidad que se cometieron en el bando republicano, crímenes y brutalidades en ocasiones de una ferocidad y una desmesura espantosas.
Las nuevas generaciones nacidas tras la dictadura franquista tienen derecho a conocer su pasado, y si el cultivo de la memoria puede tener alguna utilidad, esta ha de ser lo más objetiva posible. En caso contrario, la presunta memoria se convierte en propaganda, que a su vez se orienta al fomento del consumo, en este caso de ideología. Huelga decir que la historia es otra cosa. Y la educación, debería serlo también.
05 abril 2008
(desahogos) Dios existe
Europa Pres, 3-4-2008: "El cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, llamó hoy a los ciudadanos de su archidiócesis a que realicen plegarias para que Dios les conceda 'el don preciado de la lluvia' (...)"
A estas alturas no vamos a dudar de la existencia de Dios: cualquier creyente demuestra su existencia (en la medida en que lo alberga en su interior, que lo hace real "dentro de si", Dios existe, es una realidad irrebatible).
Pero enternece, sorprende, maravilla, desconcierta, etc., que personas cultivadas como el señor cardenal arzobispo crean en un dios así, un dios sensible a las plegarias... ¿Y si los promotores de las desaladoras o de los trasvases le rezan a su vez para que no llueva? ¿Qué plegarias debe atender? ¿Las más ajustadas "al interés social"? ¿Como el agua que "concedió" a los afectados por el maremoto del Índico de 2004, en el que murieron más de 200.000 personas?
A estas alturas no vamos a dudar de la existencia de Dios: cualquier creyente demuestra su existencia (en la medida en que lo alberga en su interior, que lo hace real "dentro de si", Dios existe, es una realidad irrebatible).
Pero enternece, sorprende, maravilla, desconcierta, etc., que personas cultivadas como el señor cardenal arzobispo crean en un dios así, un dios sensible a las plegarias... ¿Y si los promotores de las desaladoras o de los trasvases le rezan a su vez para que no llueva? ¿Qué plegarias debe atender? ¿Las más ajustadas "al interés social"? ¿Como el agua que "concedió" a los afectados por el maremoto del Índico de 2004, en el que murieron más de 200.000 personas?
02 abril 2008
(desahogos) Anticlerical
Gracias a personajes entrañables como, entre otros, los timoneles de la Conferencia Episcopal, los señores Rouco y Cañizares, a lo largo de los años pasé de una tíbia y despistada fe infantil a un agnosticismo indiferente, perezoso, distante. Más tarde, sus encendidas y repetidas soflamas hicieron el resto, y su admirable apostolado consiguió llevarme a un ateismo en toda regla, militante y anticlerical.
Anticlerical
Hace poco, se publicó en El País una carta (no recuerdo su autor) con un texto más o menos como el siguiente:
"Según el diccionario de la Real Academia Española, anticlerical significa 'contrario al clericalismo', y clericalismo 'influencia excesiva del clero en los asuntos políticos' (según la primera acepción de cada una de las dos palabras). Hay que respetar las creencias religiosas de las personas, pero no hay por qué tener reparo alguno en definirse públicamente como anticlerical."
No obstante, se podría añadir que también es cierto que no todos los diccionarios permiten la elaboración de un texto como el anterior. Por ejemplo, el Diccionario de uso del español (María Moliner) inicia su deficición de anticlerical de esta forma: "Se aplica a las personas que tienen animadversión contra el clero (...)".
Vaya, que en ocasiones los diccionarios también se pueden utilizar de forma interesada, cada cual a su antojo y según su conveniencia...
"Según el diccionario de la Real Academia Española, anticlerical significa 'contrario al clericalismo', y clericalismo 'influencia excesiva del clero en los asuntos políticos' (según la primera acepción de cada una de las dos palabras). Hay que respetar las creencias religiosas de las personas, pero no hay por qué tener reparo alguno en definirse públicamente como anticlerical."
No obstante, se podría añadir que también es cierto que no todos los diccionarios permiten la elaboración de un texto como el anterior. Por ejemplo, el Diccionario de uso del español (María Moliner) inicia su deficición de anticlerical de esta forma: "Se aplica a las personas que tienen animadversión contra el clero (...)".
Vaya, que en ocasiones los diccionarios también se pueden utilizar de forma interesada, cada cual a su antojo y según su conveniencia...
01 abril 2008
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