04 noviembre 2008

Derecho a la propiedad

El derecho a la propiedad es quizás el derecho de la Declaración Universal más susceptible de ser interpretado de formas distintas, incluso opuestas. De hecho, ya fue compleja su introducción en el texto finalmente aprobado: su redactado es el resultado de largas discusiones, en las que se enfrentaban los representantes de los países socialistas y los representantes de los países capitalistas, defensores respectivamente del derecho a la propiedad colectiva e individual.

Todavía podía haber sido más complejo el debate. Si en algo coincidían los bloques socialista y capitalista era en el rechazo de las teorías anarquistas. El anarquismo había sido combatido por ambos, y no sólo dialécticamente, también policialmente y militarmente. Había sido perseguido y exterminado en todos los países en los que había conseguido alguna implantación. Por ello, y en la medida que los miembros de la comisión encargada de redactar la Declaración Universal actuaban como representantes de sus respectivas naciones, el anarquismo no tuvo ni voz ni voto durante la elaboración del texto.

Es difícil imaginar lo que hubiera ocurrido si esta voz hubiera estado presente. Si este derecho se habría incluido, y con qué redactado. Además, puestos a imaginar y divagar, es también difícil saber lo que podría haber ocurrido si, al redactarse el documento, ya se hubiera producido la desintegración de la URSS y la desaparición de los regímenes comunistas. O desde el extremo opuesto, lo que habría pasado si los regímenes comunistas entonces hubieran tenido todavía una mayor implantación e influencia, en detrimento de los países capitalistas.

Es oportuno hacer este tipo de reflexiones, para recordar que todo el texto de la Declaración Universal es fruto de unas circunstancias y un momento histórico determinado, y que en consecuencia, en otro momento histórico, en un contexto y con unas circunstancias distintas, su redactado podría ser eventualmente alterado. Quizás, en algún aspecto, de forma que ahora ni tan siquiera podemos imaginar.