13 junio 2008

Juicios justos

"Cada vez que recordamos algo, lo cambiamos: nunca recordamos lo mismo igual. (...) nuestro cerebro funciona como un ordenador que cada vez que cargara un archivo de su memoria perdiera una parte de los datos. Lo que hacemos para que el recuerdo siga teniendo sentido es rellenar esos agujeros de contenido con invenciones en función de nuestras conveniencias (...) El cerebro nos miente siempre. La realidad es sólo una ilusión, pero, como añadía Einstein, muy persistente. El cerebro genera todos los procesos mentales de tu existencia, o sea: tu percepción de la realidad. Y rara vez te dice la verdad, pero casi siempre te dice lo que necesitas saber para subsistir."
Sandra Aamodt. Neuróloga, editora de 'Nature Neuroscience', autora de 'Entra en tu cerebro'
La Vanguardia (La Contra), 12-6-2008

Los artículo 10 y 11 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos hacen referencia respectivamente a los juicios justos e imparciales y a la presunción de inocencia. Un elemento fundamental de los sistemas judiciales es la aportación de testimonios, tanto los de los propios implicados como los de los testigos. La labor de los jueces consiste en primer lugar en averiguar la verdad sobre determinados hechos, para posteriormente poder dictar una sentencia lo más justa posible. Y para ello no sólo han de asumir que las personas pueden mentir intencionadamente con la finalidad de conseguir determinados objetivos, sino que, estando convencidas de no mentir, en ocasiones sus testimonios pueden estar muy alejados de la verdad, a causa del peculiar funcionamiento del cerebro que expone Sandra Aamodt, un funcionamiento asumido en la actualidad de forma general por los neurólogos.