De forma regular, cada cierto tiempo, "los pastores de la Iglesia" proclaman cosas como que sólo la fe en Dios puede dar sentido a la vida, combatir el nihilismo, evitar la el deterioro moral de la humanidad, etc.
En estos casos, y de modo especial cuando estos pastores pertenecen a las altas jerarquías eclesiásticas (p.ej., Benedicto XVI el 22-6-2008), a la Iglesia no le debería extrañar que, además del anticlericalismo entendido como la oposición a la injerencia del clero en los asuntos del estado, también aflore y se expanda aquel anticlericalismo entendido como el que profesan "las personas que tienen animadversión contra el clero" (María Moliner).
Es normal tener "animadversión contra el clero" cuando sus cabecillas adoptan estas posturas. Cuando hacen pronunciamientos de este tipo, es comprensible que aquellas personas que se sienten ninguneadas puedan desear un mundo libre del clero (al menos libre de sus más altas jerarquías, aquellas que suelen sembrar este tipo de cizaña), un mundo en el que todas las personas de buena voluntad, sean o no creyentes, contribuyan unidas, sin despreciarse, en la construcción de un mundo mejor.
24 junio 2008
Derecho a la alimentación y recursos globales
Hartos, saciados, habiendo olvidado lo maravilloso que es poder comer cada día, aburridos de bienestar, insatisfechos y ansiosos, inventamos deseos sibaritas (nos creamos necesidades cada vez más sofisticadas y anhelamos colmarlas), con la vana esperanza que su satisfacción nos llene nuestro vacío interior y nos apacigüe nuestra ansiedad, llena de mezquinos apetitos egoístas.
"Todos los seres humanos tienen derecho a la alimentación" (artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos).
¿Es suficiente tener derechos, o sólo adquieren algún sentido cuando, además de tenerlos, se pueden satisfacer realmente?
1. Una parte de la población mundial, a causa de la su disponibilidad de recursos económicos, no tiene problemas para satisfacer su derecho a la alimentación. Esta satisfacción, a causa de su situación privilegiada, en ocasiones se acompaña de lo que se podría denominar "lujo alimentario", el consumo de exquisiteces de precios exorbitantes. A su vez, este lujo alimentario va asociado con el hecho de que los cubos de basura rebosan comida: los vertederos de estas poblaciones en ocasiones contienen tantos alimentos, o incluso más, que los que realmente han consumido.
2. Otra parte de la población, a causa de la falta de recursos económicos, no puede satisfacer sus más elementales necesidades alimentarias. Padecen hambrunas, enfermedades y muertes prematuras a causa de la precariedad alimentaria que sufren. En ocasiones contemplando como surcan el cielo aviones (o como pasan barcos por delante de sus costas) que transportan, desde lejanos países y hacia otros lejanos países, alimentos para sociedades que se pueden permitir costear estos transportes, en muchas ocasiones de alimentos que no son básicos en absoluto para sus destinatarios.
3. Los recursos globales disponibles son limitados. Por lo tanto, lo que unos acumulan suele ser lo que a otros les falta. Con un agravante: la acumulación de los primeros se suele traducir en un exceso de consumo, con el correspondiente deterioro de su salud: enferman a causa de consumir aquello que los hambrientos no pueden consumir (y que al no poderlo consumir, también enferman). Todos enferman, unos por exceso y los otros por defecto.
4. Conclusión: una vez satisfecho el propio derecho a la alimentación, todos los recursos que se invierten de más (capricho, lujo...), o que se derrochan inútilmente (cuando en lugar de ser consumidos acaban en los cubos de basura), constituyen una violación del derecho a la alimentación de las personas que, a pesar de tener reconocido dicho derecho, no lo puede satisfacer.
5. Es tanto una cuestión de derechos humanos como de sentido común. Incluso de egoísmo: al margen de las cuestiones éticas, nuestro consumo excesivo no sólo perjudica nuestra salud, sino también nuestro medio ambiente, a causa del aumento de basura que generamos.
"Todos los seres humanos tienen derecho a la alimentación" (artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos).
¿Es suficiente tener derechos, o sólo adquieren algún sentido cuando, además de tenerlos, se pueden satisfacer realmente?
1. Una parte de la población mundial, a causa de la su disponibilidad de recursos económicos, no tiene problemas para satisfacer su derecho a la alimentación. Esta satisfacción, a causa de su situación privilegiada, en ocasiones se acompaña de lo que se podría denominar "lujo alimentario", el consumo de exquisiteces de precios exorbitantes. A su vez, este lujo alimentario va asociado con el hecho de que los cubos de basura rebosan comida: los vertederos de estas poblaciones en ocasiones contienen tantos alimentos, o incluso más, que los que realmente han consumido.
2. Otra parte de la población, a causa de la falta de recursos económicos, no puede satisfacer sus más elementales necesidades alimentarias. Padecen hambrunas, enfermedades y muertes prematuras a causa de la precariedad alimentaria que sufren. En ocasiones contemplando como surcan el cielo aviones (o como pasan barcos por delante de sus costas) que transportan, desde lejanos países y hacia otros lejanos países, alimentos para sociedades que se pueden permitir costear estos transportes, en muchas ocasiones de alimentos que no son básicos en absoluto para sus destinatarios.
3. Los recursos globales disponibles son limitados. Por lo tanto, lo que unos acumulan suele ser lo que a otros les falta. Con un agravante: la acumulación de los primeros se suele traducir en un exceso de consumo, con el correspondiente deterioro de su salud: enferman a causa de consumir aquello que los hambrientos no pueden consumir (y que al no poderlo consumir, también enferman). Todos enferman, unos por exceso y los otros por defecto.
4. Conclusión: una vez satisfecho el propio derecho a la alimentación, todos los recursos que se invierten de más (capricho, lujo...), o que se derrochan inútilmente (cuando en lugar de ser consumidos acaban en los cubos de basura), constituyen una violación del derecho a la alimentación de las personas que, a pesar de tener reconocido dicho derecho, no lo puede satisfacer.
5. Es tanto una cuestión de derechos humanos como de sentido común. Incluso de egoísmo: al margen de las cuestiones éticas, nuestro consumo excesivo no sólo perjudica nuestra salud, sino también nuestro medio ambiente, a causa del aumento de basura que generamos.
20 junio 2008
Heráclito: todo es efímero
La historia de la Tierra es sólo una pequeña historia dentro de la historia del Universo. Quizás incluso el Universo es sólo una pequeña historia dentro de la historia de un conjunto de universos desconocidos...
El Universo existe desde hace unos 13.000 millones de años. Dentro del Universo hay más de 100.000 millones de galaxias, formadas a su vez por miles de millones de estrellas. Una de estas galaxias es la Vía Láctea, una de cuyas estrellas es el Sol.
Parece que la vida en la Tierra apareció cuando ésta se empezó a enfriar, hace unos 4.000 millones de años. A partir de las primeras moléculas orgánicas, los aminoácidos, se empezaron a formar células cada vez más complejas. La diversificación de las células permitió, hace unos 1.000 millones de años, las primeras formas de vida pluricelulares vegetales, y 100 millones de años después, siguiendo otra línea evolutiva, las primeras formas de vida pluricelulares animales. Los primeros vertebrados, los peces, aparecieron hace unos 530 millones de años. Hace unos dos millones de años aparecieron los primeros animales clasificados dentro del género Homo, y hace unos 200.000 años el Homo Sapiens.
Como decía el filósofo griego Heráclito hace 2.500 años, todo cambia, la norma es un proceso constante de transformación, de nacimiento y destrucción del que nada se escapa.
A causa del incremento de la radiación solar, dentro de 1.000 millones de años la superficie de la Tierra se volverá inhabitable. Mucho antes habrán desaparecido todos los mamíferos, nosotros entre ellos. Incluso desaparecerá el Sol: dentro de unos 5.000 millones de años, sus reservas de hidrógeno se habrán agotado y empezará a expandirse, convirtiéndose en una masa gigante fría.
Si pensamos en la historia del Universo, nos damos cuenta de que somos completamente insignificantes. Pero ésta no es la única medida de las cosas. La conciencia de nuestra fugacidad y pequeñez no nos tiene que hacer olvidar otra cosa igualmente verdadera. Es cierto que somos efímeros. Pero también es cierto que ahora estamos aquí, y en función de lo que hagamos o dejamos de hacer nuestra vida será más armoniosa, la vida de nuestros hijos más fácil y sencilla, el actual equilibrio medioambiental más sostenible y la vida del conjunto de la humanidad más agadable.
El Universo existe desde hace unos 13.000 millones de años. Dentro del Universo hay más de 100.000 millones de galaxias, formadas a su vez por miles de millones de estrellas. Una de estas galaxias es la Vía Láctea, una de cuyas estrellas es el Sol.
Parece que la vida en la Tierra apareció cuando ésta se empezó a enfriar, hace unos 4.000 millones de años. A partir de las primeras moléculas orgánicas, los aminoácidos, se empezaron a formar células cada vez más complejas. La diversificación de las células permitió, hace unos 1.000 millones de años, las primeras formas de vida pluricelulares vegetales, y 100 millones de años después, siguiendo otra línea evolutiva, las primeras formas de vida pluricelulares animales. Los primeros vertebrados, los peces, aparecieron hace unos 530 millones de años. Hace unos dos millones de años aparecieron los primeros animales clasificados dentro del género Homo, y hace unos 200.000 años el Homo Sapiens.
Como decía el filósofo griego Heráclito hace 2.500 años, todo cambia, la norma es un proceso constante de transformación, de nacimiento y destrucción del que nada se escapa.
A causa del incremento de la radiación solar, dentro de 1.000 millones de años la superficie de la Tierra se volverá inhabitable. Mucho antes habrán desaparecido todos los mamíferos, nosotros entre ellos. Incluso desaparecerá el Sol: dentro de unos 5.000 millones de años, sus reservas de hidrógeno se habrán agotado y empezará a expandirse, convirtiéndose en una masa gigante fría.
Si pensamos en la historia del Universo, nos damos cuenta de que somos completamente insignificantes. Pero ésta no es la única medida de las cosas. La conciencia de nuestra fugacidad y pequeñez no nos tiene que hacer olvidar otra cosa igualmente verdadera. Es cierto que somos efímeros. Pero también es cierto que ahora estamos aquí, y en función de lo que hagamos o dejamos de hacer nuestra vida será más armoniosa, la vida de nuestros hijos más fácil y sencilla, el actual equilibrio medioambiental más sostenible y la vida del conjunto de la humanidad más agadable.
18 junio 2008
Derechos y disponibilidad de recursos materiales
"Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios (...)."
Artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
¿Existen límites para el nivel de satisfacción de aquellos derechos dependientes de la disponibilidad de recursos materiales? Si los derechos los inventamos nosotros, ¿podemos establecer en su formulación este tipo de límites?
Por ejemplo, con relación al derecho a la atención sanitaria podríamos establecer lo siguiente: Nadie tendrá derecho a sofisticadas y extremadamente costosas prestaciones o intervenciones sanitarias mientras no se destinen los recursos necesarios básicos al tratamiento de las enfermedades elementales de la población más desprotegida, ya sea esta la población del propio país o de cualquier otro país.
¿Sería oportuno añadir este tipo de consideraciones a las normas de derechos humanos?
Desde luego son temas sensibles y complejos. Si, por ejemplo, a alguien enfermo se le planteara el dilema que con el coste sanitario necesario para salvarle su vida, invertido en otro lugar y destinado a enfermedades básicas como la diarrea, no sería una vida la que se salvaría, sino decenas, o según los tratamientos de referencia, centenares o incluso miles, sin duda se encontraría en una situación incómoda.
¿Se pueden plantear estos dilemas, con independencia de la respuesta que se les de? ¿Se deberían plantear, primero como reflexión global y, llegado el caso, como referencia ante situaciones concretas? ¿Se puede zanjar el dilema argumentando que "todo el mundo debería tener los derechos que tienen los más privilegiados"? Pero, mientras esto no ocurre, ¿qué hay que hacer? Aún más: realmente es posible esta utopía, la de un mundo en el que todos los seres humanos se pueden beneficiar de las atenciones sanitarias más sofisticadas y caras?
Artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
¿Existen límites para el nivel de satisfacción de aquellos derechos dependientes de la disponibilidad de recursos materiales? Si los derechos los inventamos nosotros, ¿podemos establecer en su formulación este tipo de límites?
Por ejemplo, con relación al derecho a la atención sanitaria podríamos establecer lo siguiente: Nadie tendrá derecho a sofisticadas y extremadamente costosas prestaciones o intervenciones sanitarias mientras no se destinen los recursos necesarios básicos al tratamiento de las enfermedades elementales de la población más desprotegida, ya sea esta la población del propio país o de cualquier otro país.
¿Sería oportuno añadir este tipo de consideraciones a las normas de derechos humanos?
Desde luego son temas sensibles y complejos. Si, por ejemplo, a alguien enfermo se le planteara el dilema que con el coste sanitario necesario para salvarle su vida, invertido en otro lugar y destinado a enfermedades básicas como la diarrea, no sería una vida la que se salvaría, sino decenas, o según los tratamientos de referencia, centenares o incluso miles, sin duda se encontraría en una situación incómoda.
¿Se pueden plantear estos dilemas, con independencia de la respuesta que se les de? ¿Se deberían plantear, primero como reflexión global y, llegado el caso, como referencia ante situaciones concretas? ¿Se puede zanjar el dilema argumentando que "todo el mundo debería tener los derechos que tienen los más privilegiados"? Pero, mientras esto no ocurre, ¿qué hay que hacer? Aún más: realmente es posible esta utopía, la de un mundo en el que todos los seres humanos se pueden beneficiar de las atenciones sanitarias más sofisticadas y caras?
17 junio 2008
Citas - Normas justas y normas injustas
"Una norma es una regla que nos indica cómo se debe hacer una cosa. Las normas son necesarias para ordenar la convivencia. Pero no todas las normas son justas; hay normas injustas.
"Las normas justas son las que sirven para resolver conflictos, son dadas por una autoridad legítima, mediante un procedimiento legítimo y no están en contradicción con los derechos fundamentales de los afectados por ellas.
"Las normas injustas son las que contradicen los derechos fundamentales, por eso deben y pueden ser modificadas o eliminadas.
"Una norma, para ser justa, debe poder razonarse y sus argumentos no pueden estar en contradicción con los derechos de los afectados.
"Las normas éticas derivan de la dignidad y de los derechos humanos y son necesarias para su protección y cumplimiento. Deben poder argumentarse de manera que toda persona inteligente, informada y bienintencionada pueda comprender las razones que las hacen necesarias. (...)"
Enrique Gracia. Discriminar por la edad. El País, 4-5-2008
"Las normas justas son las que sirven para resolver conflictos, son dadas por una autoridad legítima, mediante un procedimiento legítimo y no están en contradicción con los derechos fundamentales de los afectados por ellas.
"Las normas injustas son las que contradicen los derechos fundamentales, por eso deben y pueden ser modificadas o eliminadas.
"Una norma, para ser justa, debe poder razonarse y sus argumentos no pueden estar en contradicción con los derechos de los afectados.
"Las normas éticas derivan de la dignidad y de los derechos humanos y son necesarias para su protección y cumplimiento. Deben poder argumentarse de manera que toda persona inteligente, informada y bienintencionada pueda comprender las razones que las hacen necesarias. (...)"
Enrique Gracia. Discriminar por la edad. El País, 4-5-2008
16 junio 2008
La invención de los derechos - 2
¿Cuál es el mayor invento de la humanidad? ¿La rueda, los aviones, la lavadora, internet...?
Hay un invento previo sin el cual no serían posibles las posteriores invenciones de la humanidad: la misma humanización, este invento evolutivo sorprendente, sin el cual no seriamos lo que somos.
Es obvio que el proceso de humanización es el que ha hecho posible todos los posteriores inventos de los seres humanos, ya sean emocionales (como la empatía), sociales (como la ética y la democracia), o materiales (como la agricultura, la rueda, la olla a presión o los fármacos).
Entre esta colección de invenciones surgidas gracias a la humanización previa, hay una que es necesario reivindicar de modo especial: los derechos humanos. Porque es precisamente este invento, basado en los inventos previos emocionales y sociales, el que permite, en la medida que se consigue la difusión y el respeto de estos derechos, que cada cual tenga la mayor libertad posible para desarrollar sus propios proyectos inventivos.
Los derechos humanos son un brillante invento en la medida que son la plataforma imprescindible para que cada cual pueda abordar lo más libremente posible el intento de invención de su propia vida como individuo, y de su modo de relación con el prójimo.
Es verdad, no obstante, que escoger es siempre un acto cargado de subjetividad. Por lo tanto, no sorprende demasiado que algunas personas puedan argumentar (sobre todo si contestan sin pensárselo demasiado), que "el mayor invento de la humanidad" es, por ejemplo, la televisión. O la cerveza... Pero lo cierto es que si alguna persona en un momento dado puede manifestar unas opiniones tan pintorescas en gran medida es gracias a que ya tiene garantizado el acceso a los más elementales derechos humanos. Otra cosa es que no sea consciente de ello, ni de lo que a lo largo de siglos ha costado (y sigue costando), pensarlos, reconocerlos, reivindicarlos...
Hay un invento previo sin el cual no serían posibles las posteriores invenciones de la humanidad: la misma humanización, este invento evolutivo sorprendente, sin el cual no seriamos lo que somos.
Es obvio que el proceso de humanización es el que ha hecho posible todos los posteriores inventos de los seres humanos, ya sean emocionales (como la empatía), sociales (como la ética y la democracia), o materiales (como la agricultura, la rueda, la olla a presión o los fármacos).
Entre esta colección de invenciones surgidas gracias a la humanización previa, hay una que es necesario reivindicar de modo especial: los derechos humanos. Porque es precisamente este invento, basado en los inventos previos emocionales y sociales, el que permite, en la medida que se consigue la difusión y el respeto de estos derechos, que cada cual tenga la mayor libertad posible para desarrollar sus propios proyectos inventivos.
Los derechos humanos son un brillante invento en la medida que son la plataforma imprescindible para que cada cual pueda abordar lo más libremente posible el intento de invención de su propia vida como individuo, y de su modo de relación con el prójimo.
Es verdad, no obstante, que escoger es siempre un acto cargado de subjetividad. Por lo tanto, no sorprende demasiado que algunas personas puedan argumentar (sobre todo si contestan sin pensárselo demasiado), que "el mayor invento de la humanidad" es, por ejemplo, la televisión. O la cerveza... Pero lo cierto es que si alguna persona en un momento dado puede manifestar unas opiniones tan pintorescas en gran medida es gracias a que ya tiene garantizado el acceso a los más elementales derechos humanos. Otra cosa es que no sea consciente de ello, ni de lo que a lo largo de siglos ha costado (y sigue costando), pensarlos, reconocerlos, reivindicarlos...
15 junio 2008
Dios existe
La historia de la humanidad se caracteriza desde sus inicios por una relación constante entre el ser humano y Dios. Negar "razonadamente" su existencia es tan estéril como defenderla con el mismo argumento, la razón.
Solo se puede intentar la aproximación a esta eventual realidad de forma especulativa. Por ejemplo, podemos decir que, si Dios existe, quizás es algo distinto del Dios elucubrado por los teólogos de las principales tradiciones religiosas. Si adoptamos esta vía, entre teológica, mágica y poética, podemos imaginar distintos escenarios.
Uno de estos escenarios podría ser, desnudándonos humildemente de nuestro antropocentrismo narcisista, que Dios es un ser despreocupado de los asuntos humanos (quizás dedicado a llevar la contabilidad de los millones de galaxias que constantemente emergen y fenecen). O que es un ser bonachón, pero despistado y no muy habilidoso, incapaz de hacer la vida un poco más fácil a los pobres humanos. Otra posibilidad más inquietante sería la de un ser sencillamente malvado, siempre dispuesto a enviar desgracias, en forma de terremotos, erupciones volcánicas, nuevas enfermedades como el sida y toda suerte de calamidades al alcance de su omnipotencia.
Tampoco hay que olvidar las concepciones arcaicas, no por antiguas menos posibles: quizás el dios verdadero es el mismísimo Zeus, rodeado de sus colegas del Olimpo. O los egipcios Isis, Osiris, Ra... o alguna de las distintas divinidades africanas, precolombinas o asiáticas. Estas constelaciones de dioses permiten contemplar todavía otra posibilidad: que existan al mismo tiempo distintos dioses verdaderos, ocupado cada uno en mejorar la eficacia del apostolado de sus seguidores, para conseguir así una mayor difusión de su propia religión en la Tierra.
Ante tantas y tantas posibilidades, lo más sensato es pensar que alguna no sea sólo una fantasía. Por lo que es higiénicamente aconsejable dudar del propio ateísmo, por más firme y consolidado que esté.
Solo se puede intentar la aproximación a esta eventual realidad de forma especulativa. Por ejemplo, podemos decir que, si Dios existe, quizás es algo distinto del Dios elucubrado por los teólogos de las principales tradiciones religiosas. Si adoptamos esta vía, entre teológica, mágica y poética, podemos imaginar distintos escenarios.
Uno de estos escenarios podría ser, desnudándonos humildemente de nuestro antropocentrismo narcisista, que Dios es un ser despreocupado de los asuntos humanos (quizás dedicado a llevar la contabilidad de los millones de galaxias que constantemente emergen y fenecen). O que es un ser bonachón, pero despistado y no muy habilidoso, incapaz de hacer la vida un poco más fácil a los pobres humanos. Otra posibilidad más inquietante sería la de un ser sencillamente malvado, siempre dispuesto a enviar desgracias, en forma de terremotos, erupciones volcánicas, nuevas enfermedades como el sida y toda suerte de calamidades al alcance de su omnipotencia.
Tampoco hay que olvidar las concepciones arcaicas, no por antiguas menos posibles: quizás el dios verdadero es el mismísimo Zeus, rodeado de sus colegas del Olimpo. O los egipcios Isis, Osiris, Ra... o alguna de las distintas divinidades africanas, precolombinas o asiáticas. Estas constelaciones de dioses permiten contemplar todavía otra posibilidad: que existan al mismo tiempo distintos dioses verdaderos, ocupado cada uno en mejorar la eficacia del apostolado de sus seguidores, para conseguir así una mayor difusión de su propia religión en la Tierra.
Ante tantas y tantas posibilidades, lo más sensato es pensar que alguna no sea sólo una fantasía. Por lo que es higiénicamente aconsejable dudar del propio ateísmo, por más firme y consolidado que esté.
13 junio 2008
Nuevos sujetos de derechos - 2
"Primero fue necesario civilizar al hombre en su relación con el hombre. Ahora es necesario civilizar al hombre en su relación con la naturaleza y los animales."
Victor Hugo
La modificación de la lista de sujetos beneficiarios de derechos ha sido una constante histórica. Por ejemplo, en la Antigua Grecia sólo eran consideradas ciudadanas aquellas personas libres, pertenecientes al sexo masculino y con una determinada posición social. Es decir, la mayor parte de las personas no eran ciudadanas , y por lo tanto no gozaban de las prerrogativas y derechos que la ciudadanía otorgaba.
En distintos momentos históricos, la mayoría muy recientes, se fueron incluyendo como sujetos de derechos a las mujeres, los niños, los siervos, los homosexuales, los miembros de poblaciones indígenas...
En la actualidad, existe el consenso general acerca de que sujetos de derechos lo son "todos los seres humanos" (artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos), "toda persona" (artículo 2), "todo individuo" (artículo 3), etc.
Hemos llegado a un consenso acerca de los derechos que les corresponden "a todos los seres vivos que al mismo tiempo son seres humanos". Pero, ¿es una barrera infranqueable, la de la pertenencia a la humanidad, para ser considerado sujeto de derechos? Ya que los derechos los inventamos y concedemos los seres humanos, ¿podemos inventar y conceder derechos que protejan a los animales no humanos? ¿Deberíamos hacerlo?
Victor Hugo
La modificación de la lista de sujetos beneficiarios de derechos ha sido una constante histórica. Por ejemplo, en la Antigua Grecia sólo eran consideradas ciudadanas aquellas personas libres, pertenecientes al sexo masculino y con una determinada posición social. Es decir, la mayor parte de las personas no eran ciudadanas , y por lo tanto no gozaban de las prerrogativas y derechos que la ciudadanía otorgaba.
En distintos momentos históricos, la mayoría muy recientes, se fueron incluyendo como sujetos de derechos a las mujeres, los niños, los siervos, los homosexuales, los miembros de poblaciones indígenas...
En la actualidad, existe el consenso general acerca de que sujetos de derechos lo son "todos los seres humanos" (artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos), "toda persona" (artículo 2), "todo individuo" (artículo 3), etc.
Hemos llegado a un consenso acerca de los derechos que les corresponden "a todos los seres vivos que al mismo tiempo son seres humanos". Pero, ¿es una barrera infranqueable, la de la pertenencia a la humanidad, para ser considerado sujeto de derechos? Ya que los derechos los inventamos y concedemos los seres humanos, ¿podemos inventar y conceder derechos que protejan a los animales no humanos? ¿Deberíamos hacerlo?
Juicios justos
"Cada vez que recordamos algo, lo cambiamos: nunca recordamos lo mismo igual. (...) nuestro cerebro funciona como un ordenador que cada vez que cargara un archivo de su memoria perdiera una parte de los datos. Lo que hacemos para que el recuerdo siga teniendo sentido es rellenar esos agujeros de contenido con invenciones en función de nuestras conveniencias (...) El cerebro nos miente siempre. La realidad es sólo una ilusión, pero, como añadía Einstein, muy persistente. El cerebro genera todos los procesos mentales de tu existencia, o sea: tu percepción de la realidad. Y rara vez te dice la verdad, pero casi siempre te dice lo que necesitas saber para subsistir."
Sandra Aamodt. Neuróloga, editora de 'Nature Neuroscience', autora de 'Entra en tu cerebro'
La Vanguardia (La Contra), 12-6-2008
Los artículo 10 y 11 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos hacen referencia respectivamente a los juicios justos e imparciales y a la presunción de inocencia. Un elemento fundamental de los sistemas judiciales es la aportación de testimonios, tanto los de los propios implicados como los de los testigos. La labor de los jueces consiste en primer lugar en averiguar la verdad sobre determinados hechos, para posteriormente poder dictar una sentencia lo más justa posible. Y para ello no sólo han de asumir que las personas pueden mentir intencionadamente con la finalidad de conseguir determinados objetivos, sino que, estando convencidas de no mentir, en ocasiones sus testimonios pueden estar muy alejados de la verdad, a causa del peculiar funcionamiento del cerebro que expone Sandra Aamodt, un funcionamiento asumido en la actualidad de forma general por los neurólogos.
Sandra Aamodt. Neuróloga, editora de 'Nature Neuroscience', autora de 'Entra en tu cerebro'
La Vanguardia (La Contra), 12-6-2008
Los artículo 10 y 11 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos hacen referencia respectivamente a los juicios justos e imparciales y a la presunción de inocencia. Un elemento fundamental de los sistemas judiciales es la aportación de testimonios, tanto los de los propios implicados como los de los testigos. La labor de los jueces consiste en primer lugar en averiguar la verdad sobre determinados hechos, para posteriormente poder dictar una sentencia lo más justa posible. Y para ello no sólo han de asumir que las personas pueden mentir intencionadamente con la finalidad de conseguir determinados objetivos, sino que, estando convencidas de no mentir, en ocasiones sus testimonios pueden estar muy alejados de la verdad, a causa del peculiar funcionamiento del cerebro que expone Sandra Aamodt, un funcionamiento asumido en la actualidad de forma general por los neurólogos.
12 junio 2008
Nuevos sujetos de derechos
Los seres humanos, en tanto que inventores de los derechos, hemos decidido que a todos nosotros, sin distinciones de raza, origen sexo, edad, etc., nos corresponde el mismo catálogo de derechos. El límite para ser incluido como beneficiario de derechos lo hemos establecido en "la pertenencia al género humano".
Si el debate sobre los sujetos de derechos se hubiera producido hace 30.000 años, entonces quizás alguien se habría planteado el dilema de si los neandertales debían considerarse también sujetos de derechos.
Hoy nos podemos plantear otro dilema más cercano: si consideramos que el remoto origen de los derechos está en la emergencia de la empatía y de la compasión durante el proceso de hominización progresiva, ¿es que los animales no humanos no son capaces de generar en nosotros sentimientos de empatía y compasión? ¿Somos insensibles a su dolor? ¿A su cosificación y explotación?
¿No sería deseable una nueva rehumanización, que nos permitiera ampliar de nuevo nuestro actual sistema de derechos, de forma que los otros seres sensibles con los que compartimos la existencia no fueran sólo contemplados como meros instrumentos al servicio de nuestras necesidades o caprichos?
Si el debate sobre los sujetos de derechos se hubiera producido hace 30.000 años, entonces quizás alguien se habría planteado el dilema de si los neandertales debían considerarse también sujetos de derechos.
Hoy nos podemos plantear otro dilema más cercano: si consideramos que el remoto origen de los derechos está en la emergencia de la empatía y de la compasión durante el proceso de hominización progresiva, ¿es que los animales no humanos no son capaces de generar en nosotros sentimientos de empatía y compasión? ¿Somos insensibles a su dolor? ¿A su cosificación y explotación?
¿No sería deseable una nueva rehumanización, que nos permitiera ampliar de nuevo nuestro actual sistema de derechos, de forma que los otros seres sensibles con los que compartimos la existencia no fueran sólo contemplados como meros instrumentos al servicio de nuestras necesidades o caprichos?
11 junio 2008
Creer y crear
"Crear: 1. Producir algo de la nada. 'Dios creó cielos y tierra'. 2. Establecer, fundar, introducir por vez primera algo; hacerlo nacer o darle vida, en sentido figurado."
"Creer: 1. Tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado. 2. Dar firme asenso a las verdades reveladas por Dios."
Crear y creer son dos potencialidades humanas, especialmente fértiles en el caso de algunas personas. Como el huevo y la gallina, no se sabe si las creaciones alumbran las creencias, o si desde el marco de las segundas pueden emerger las primeras.
Cuando las creaciones y las creencias se mueven, por ejemplo, en el campo de las actividades artísticas, contemplarlas puede ser un espectáculo apasionante. Pero cuando ocupan el espacio de la organización social, entonces hay que andar con mucha cautela, y cualquier inspiración u ocurrencia ha de ser sometida a la razón. De modo especial cuando las creaciones y las creencias se empapan en el complejo y mágico mundo de la religiosidad.
(1) Las dos definiciones iniciales son del diccionario de la RAE.
"Creer: 1. Tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado. 2. Dar firme asenso a las verdades reveladas por Dios."
Crear y creer son dos potencialidades humanas, especialmente fértiles en el caso de algunas personas. Como el huevo y la gallina, no se sabe si las creaciones alumbran las creencias, o si desde el marco de las segundas pueden emerger las primeras.
Cuando las creaciones y las creencias se mueven, por ejemplo, en el campo de las actividades artísticas, contemplarlas puede ser un espectáculo apasionante. Pero cuando ocupan el espacio de la organización social, entonces hay que andar con mucha cautela, y cualquier inspiración u ocurrencia ha de ser sometida a la razón. De modo especial cuando las creaciones y las creencias se empapan en el complejo y mágico mundo de la religiosidad.
(1) Las dos definiciones iniciales son del diccionario de la RAE.
10 junio 2008
Creencias, prepotencias y derechos
Es fácil entender y respetar el hecho de que una persona crea en alguna divinidad. Una persona así, que manifiesta su fe, su convencimiento íntimo sobre la existencia de un ser superior, sólo poniéndolo en evidencia, sin intentar razonar este convencimiento (de naturaleza irrazonable), a un no creyente incluso le puede enternecer, generándole una profunda y sincera simpatía.
El caso es distinto cuando la persona creyente empieza a a razonar sus creencias, a explicar sus fundamentos, a justificar sus convicciones, a demostrar, presuntamente, su veracidad incontestable. Si además, cosa habitual, se basa para ello en los textos sagrados de sus propias tradiciones religiosas, en los sesudos estudios de sus respectivos teólogos, entonces el asunto empieza a adquirir otro cariz.
A este segundo grupo de personas (1) no debería extrañarles que haya gente que no tenga reparos para aprovechar las ocasiones que se presenten para intentar rebatir de la forma más contundente posible todas sus argumentaciones. Con más razón, cuando mediante la sinrazón de su fe las personas religiosas intentan argumentar la necesidad de la supeditación de las normas sociales a las normas morales de la propia tradición religiosa.
En estos casos, la actitud desafiante de las personas creyentes no sólo autoriza, sino que demanda, la respuesta y la oposición pertinentes por parte de aquellas personas que creen en el avance que suponen las sociedades laicas sobre las teocráticas, que creen en la superioridad de la ética sobre la moral (como referente en los asuntos relativos a la organización social). Que creen, por ejemplo, que es mejor guiarse e inspirarse en la Declaración Universal de los Derechos Humanos que en los 10 Mandamientos de la Biblia o en los hadit o dichos del profeta Mahoma.
(1) Huelga decir que también hay creyentes laicos (armados también con sus preceptivos "textos sagrados"), ateos religiosos capaces de gestionar sus respectivas "religiones" con la misma prepotencia, agresividad y peligrosidad, a causa de su falta de subordinación al civilizador e imprescindible filtro de la razón.
El caso es distinto cuando la persona creyente empieza a a razonar sus creencias, a explicar sus fundamentos, a justificar sus convicciones, a demostrar, presuntamente, su veracidad incontestable. Si además, cosa habitual, se basa para ello en los textos sagrados de sus propias tradiciones religiosas, en los sesudos estudios de sus respectivos teólogos, entonces el asunto empieza a adquirir otro cariz.
A este segundo grupo de personas (1) no debería extrañarles que haya gente que no tenga reparos para aprovechar las ocasiones que se presenten para intentar rebatir de la forma más contundente posible todas sus argumentaciones. Con más razón, cuando mediante la sinrazón de su fe las personas religiosas intentan argumentar la necesidad de la supeditación de las normas sociales a las normas morales de la propia tradición religiosa.
En estos casos, la actitud desafiante de las personas creyentes no sólo autoriza, sino que demanda, la respuesta y la oposición pertinentes por parte de aquellas personas que creen en el avance que suponen las sociedades laicas sobre las teocráticas, que creen en la superioridad de la ética sobre la moral (como referente en los asuntos relativos a la organización social). Que creen, por ejemplo, que es mejor guiarse e inspirarse en la Declaración Universal de los Derechos Humanos que en los 10 Mandamientos de la Biblia o en los hadit o dichos del profeta Mahoma.
(1) Huelga decir que también hay creyentes laicos (armados también con sus preceptivos "textos sagrados"), ateos religiosos capaces de gestionar sus respectivas "religiones" con la misma prepotencia, agresividad y peligrosidad, a causa de su falta de subordinación al civilizador e imprescindible filtro de la razón.
09 junio 2008
(desahogos) Hadas malas
Hay muchas clases de cuentos de hadas. Algunos los protagonizan hadas buenas. Otros hadas malas y ogros. Los monseñores Rouco Varela y Cañizares son dos hadas malas, apropiadamente vestidas de negro, representando el cuento siniestro del intento de implantación de su particular modelo de democracia teocrática romana.
No obstante, es el papel que les corresponde: cuando en 1948 se aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos representantes de algunas confesiones religiosas reclamaban que en su articulado se hiciera referencia "al Ser Supremo", algo que afortunadamente no consiguieron, ya que se impuso el sentido común. En aquellos momentos, hubo quién incluso llego a sugerir que la Declaración Universal debería iniciarse con la reproducción de los Diez Mandamientos...
No obstante, es el papel que les corresponde: cuando en 1948 se aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos representantes de algunas confesiones religiosas reclamaban que en su articulado se hiciera referencia "al Ser Supremo", algo que afortunadamente no consiguieron, ya que se impuso el sentido común. En aquellos momentos, hubo quién incluso llego a sugerir que la Declaración Universal debería iniciarse con la reproducción de los Diez Mandamientos...
08 junio 2008
El derecho a la alimentación - 2
Al hablar del derecho a la alimentación no se puede ignorar el impacto que representa sobre los recursos alimentarios globales los distintos tipos de dietas. Por ejemplo, entre las dietas que incluyen el consumo habitual de carne y las básicamente vegetarianas.
Desde el punto de vista de la optimización de los recursos, el consumo de carne es una opción muy poco eficiente: el alimento que proporciona un filete es sólo una pequeña parte del alimento que ha tenido que consumir el correspondiente animal para elaborar el filete (al parecer, entre 1/6 i 1/12).
Por lo tanto, si en el mundo hay hambrunas, además de la receta elemental de aprender a compartir en lugar de excluir, a continuación lo más sensato y sencillo es obvio que consiste en renunciar al consumo de carne, "liberando" de este modo, poniéndolos a disposición de las personas, todos los alimentos que consumen los animales destinados al engorde.
La anterior seria una reflexión fundamental pero estrictamente antropocéntrica, encaminada sólo a respetar el derecho de todos los seres humanos a la alimentación. Pero no es la única reflexión posible, relacionada con el derecho a la alimentación.
Por ejemplo, al hablar de este derecho es difícil no referirse de alguna forma a los eventuales derechos (1) de los otros seres vivos que se incluyen en la dieta de los seres humanos, plantas y animales, especialmente los segundos, y entre estos, con una atención más particular a los más evolucionados, en distinta medida capaces de sentir y sufrir como nosotros.
(1) Decimos eventuales en la medida que los derechos los formulan los seres humanos, incluyendo como beneficiarios sólo los sujetos que estos subjetivamente deciden.
Desde el punto de vista de la optimización de los recursos, el consumo de carne es una opción muy poco eficiente: el alimento que proporciona un filete es sólo una pequeña parte del alimento que ha tenido que consumir el correspondiente animal para elaborar el filete (al parecer, entre 1/6 i 1/12).
Por lo tanto, si en el mundo hay hambrunas, además de la receta elemental de aprender a compartir en lugar de excluir, a continuación lo más sensato y sencillo es obvio que consiste en renunciar al consumo de carne, "liberando" de este modo, poniéndolos a disposición de las personas, todos los alimentos que consumen los animales destinados al engorde.
La anterior seria una reflexión fundamental pero estrictamente antropocéntrica, encaminada sólo a respetar el derecho de todos los seres humanos a la alimentación. Pero no es la única reflexión posible, relacionada con el derecho a la alimentación.
Por ejemplo, al hablar de este derecho es difícil no referirse de alguna forma a los eventuales derechos (1) de los otros seres vivos que se incluyen en la dieta de los seres humanos, plantas y animales, especialmente los segundos, y entre estos, con una atención más particular a los más evolucionados, en distinta medida capaces de sentir y sufrir como nosotros.
(1) Decimos eventuales en la medida que los derechos los formulan los seres humanos, incluyendo como beneficiarios sólo los sujetos que estos subjetivamente deciden.
07 junio 2008
Opiniones políticas y derechos humanos
Algunas personas, especialmente si son famosas, como por ejemplo algunos deportistas de élite, al ser preguntadas por sus ideas políticas o acerca de determinados conflictos sociales contestan que ellas no opinan sobre política. No se dan cuenta que "no opinar sobre política" es imposible. Por ejemplo, estas mismas personas, cuando callan obstinadamente mientras participan en eventos organizados en el contexto de situaciones sociales que atentan gravemente contra los derechos humanos, con su participación silenciosa y acrítica están haciendo sin duda política, en concreto la política de no denunciar estas violaciones de los derechos humanos: dada su dimensión pública, con su actitud silenciosa las aprueban.
Otra cosa sería argumentar que, en determinados casos especialmente complejos, no es fácil decidir cual es la mejor decisión, "la mejor política". Estas situaciones se dan, y entonces la duda razonable puede estar no sólo justifica, sino incluso ser la opción más sensata. Pero nunca como norma, como excusa para evitar de entrada cualquier compromiso, para esquivar las situaciones complejas que, inevitablemente, en ocasiones hay que afrontar.
Por otro lado, no sólo las personas famosas están sometidas a la omnipresencia de esta dimensión política con relación a sus decisiones y actuaciones. Cada persona, en la propia vida cotidiana, por discreta y anónima que esta sea, ha de ir enfrentando las "decisiones políticas" inherentes al hecho de vivir en sociedad: resolver los conflictos que se le presentan, optar entre distintas alternativas, ponerse al lado del poderoso o del desvalido, reivindicar la generalización de determinados derechos humanos o su restricción...
Otra cosa sería argumentar que, en determinados casos especialmente complejos, no es fácil decidir cual es la mejor decisión, "la mejor política". Estas situaciones se dan, y entonces la duda razonable puede estar no sólo justifica, sino incluso ser la opción más sensata. Pero nunca como norma, como excusa para evitar de entrada cualquier compromiso, para esquivar las situaciones complejas que, inevitablemente, en ocasiones hay que afrontar.
Por otro lado, no sólo las personas famosas están sometidas a la omnipresencia de esta dimensión política con relación a sus decisiones y actuaciones. Cada persona, en la propia vida cotidiana, por discreta y anónima que esta sea, ha de ir enfrentando las "decisiones políticas" inherentes al hecho de vivir en sociedad: resolver los conflictos que se le presentan, optar entre distintas alternativas, ponerse al lado del poderoso o del desvalido, reivindicar la generalización de determinados derechos humanos o su restricción...
03 junio 2008
Derechos y deberes
En la medida que los derechos son invenciones humanas, parece evidente que, una vez inventados, hay que materializarlos. Algo parecido a lo que ocurre en las empresas, que después de diseñar un nuevo prototipo en el departamento de investigación, tras la aprobación definitiva del proyecto, han que llevarlo a los talleres e iniciar su fabricación. En caso contrario, innovar no sirve de mucho.
Avanzar en el mundo de los valores no sólo implica reflexionar sobre el mundo que se anhela, sino también arremangarse y ponerse a la faena. Asumir que los sueños se han de construir, que para ello hay que poner primero unos cimientos consistentes, empezar luego ordenadamente a levantar el nuevo edificio, vigilar todos los detalles, no olvidar que hay que invertir en mantenimiento una vez construido...
El mundo de los valores, de los derechos, es algo íntimamente relacionado con el esfuerzo, o si se prefiere, con las obligaciones, unas palabras quizás algo desacreditadas, pero sin las cuales no es creíble cualquier proyecto de cambio.
Gandhi, en una carta dirigida a la ONU en 1947, decía oportunamente lo siguiente: "Mi madre, que era ignorante pero tenía un gran sentido común, me enseño que para asegurar los derechos es necesario un acuerdo previo sobre los deberes."
Sin olvidar los derechos (o precisamente porque no hay que olvidarlos), habría que hablar más a menudo del esfuerzo, de los deberes, ya que es evidente que, sin ellos, es imposible establecer contrato social alguno, ni garantizar, por añadidura, los derechos a los que legítimamente todos aspiramos.
Avanzar en el mundo de los valores no sólo implica reflexionar sobre el mundo que se anhela, sino también arremangarse y ponerse a la faena. Asumir que los sueños se han de construir, que para ello hay que poner primero unos cimientos consistentes, empezar luego ordenadamente a levantar el nuevo edificio, vigilar todos los detalles, no olvidar que hay que invertir en mantenimiento una vez construido...
El mundo de los valores, de los derechos, es algo íntimamente relacionado con el esfuerzo, o si se prefiere, con las obligaciones, unas palabras quizás algo desacreditadas, pero sin las cuales no es creíble cualquier proyecto de cambio.
Gandhi, en una carta dirigida a la ONU en 1947, decía oportunamente lo siguiente: "Mi madre, que era ignorante pero tenía un gran sentido común, me enseño que para asegurar los derechos es necesario un acuerdo previo sobre los deberes."
Sin olvidar los derechos (o precisamente porque no hay que olvidarlos), habría que hablar más a menudo del esfuerzo, de los deberes, ya que es evidente que, sin ellos, es imposible establecer contrato social alguno, ni garantizar, por añadidura, los derechos a los que legítimamente todos aspiramos.
02 junio 2008
La invención de los valores
Los valores son construcciones humanas. No se descubren, se inventan. Sólo se pueden "descubrir" aquellos valores previamente inventados por otros seres humanos.
Para valorar alguna cosa hay que adoptar o crear una tabla de valores de referencia. La historia de la humanidad está jalonada de múltiples invenciones de tablas de valores o sistemas morales (en general, revisiones de invenciones previas, ya que tampoco son tantas las invenciones posibles).
Las escalas de valores se construyen en función de objetivos determinados. Por ejemplo, en el ámbito de los modelos de organización social, la convivencia dialogante. O en su polo opuesto, la exclusión, la agresión como forma de acaparación de poder y recursos, etc.
Incluso la aparición de la ética, con su propósito de racionalizar los debates sobre las distintas opciones morales, se caracteriza por la misma fragilidad originaria: optar por la razón o la sinrazón como referente en la toma de decisiones no deja de ser una opción determinada, quizás sensata i comprensible, pero sin duda de alguna forma arbitraria.
Es posible, con relación a los valores de referencia, que pueda desazonar esta situación huérfana de fundamentos y seguridades, este transitar como un funambulista sin red, esta sensación de caducidad, de fragilidad...
Todo es una invención. La compasión y la caridad de las tradiciones religiosas. Su secularización posterior a través de la empatía y la solidaridad. La traducción de estas emociones y anhelos en los derechos humanos. Su concreción en documentos como la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
No obstante, también es cierto que hay invenciones que han demostrado ser especialmente brillantes y útiles. Al menos, para las personas que creen en ellas.
Para valorar alguna cosa hay que adoptar o crear una tabla de valores de referencia. La historia de la humanidad está jalonada de múltiples invenciones de tablas de valores o sistemas morales (en general, revisiones de invenciones previas, ya que tampoco son tantas las invenciones posibles).
Las escalas de valores se construyen en función de objetivos determinados. Por ejemplo, en el ámbito de los modelos de organización social, la convivencia dialogante. O en su polo opuesto, la exclusión, la agresión como forma de acaparación de poder y recursos, etc.
Incluso la aparición de la ética, con su propósito de racionalizar los debates sobre las distintas opciones morales, se caracteriza por la misma fragilidad originaria: optar por la razón o la sinrazón como referente en la toma de decisiones no deja de ser una opción determinada, quizás sensata i comprensible, pero sin duda de alguna forma arbitraria.
Es posible, con relación a los valores de referencia, que pueda desazonar esta situación huérfana de fundamentos y seguridades, este transitar como un funambulista sin red, esta sensación de caducidad, de fragilidad...
Todo es una invención. La compasión y la caridad de las tradiciones religiosas. Su secularización posterior a través de la empatía y la solidaridad. La traducción de estas emociones y anhelos en los derechos humanos. Su concreción en documentos como la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
No obstante, también es cierto que hay invenciones que han demostrado ser especialmente brillantes y útiles. Al menos, para las personas que creen en ellas.
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