Algunas personas, especialmente si son famosas, como por ejemplo algunos deportistas de élite, al ser preguntadas por sus ideas políticas o acerca de determinados conflictos sociales contestan que ellas no opinan sobre política. No se dan cuenta que "no opinar sobre política" es imposible. Por ejemplo, estas mismas personas, cuando callan obstinadamente mientras participan en eventos organizados en el contexto de situaciones sociales que atentan gravemente contra los derechos humanos, con su participación silenciosa y acrítica están haciendo sin duda política, en concreto la política de no denunciar estas violaciones de los derechos humanos: dada su dimensión pública, con su actitud silenciosa las aprueban.
Otra cosa sería argumentar que, en determinados casos especialmente complejos, no es fácil decidir cual es la mejor decisión, "la mejor política". Estas situaciones se dan, y entonces la duda razonable puede estar no sólo justifica, sino incluso ser la opción más sensata. Pero nunca como norma, como excusa para evitar de entrada cualquier compromiso, para esquivar las situaciones complejas que, inevitablemente, en ocasiones hay que afrontar.
Por otro lado, no sólo las personas famosas están sometidas a la omnipresencia de esta dimensión política con relación a sus decisiones y actuaciones. Cada persona, en la propia vida cotidiana, por discreta y anónima que esta sea, ha de ir enfrentando las "decisiones políticas" inherentes al hecho de vivir en sociedad: resolver los conflictos que se le presentan, optar entre distintas alternativas, ponerse al lado del poderoso o del desvalido, reivindicar la generalización de determinados derechos humanos o su restricción...