Los valores son construcciones humanas. No se descubren, se inventan. Sólo se pueden "descubrir" aquellos valores previamente inventados por otros seres humanos.
Para valorar alguna cosa hay que adoptar o crear una tabla de valores de referencia. La historia de la humanidad está jalonada de múltiples invenciones de tablas de valores o sistemas morales (en general, revisiones de invenciones previas, ya que tampoco son tantas las invenciones posibles).
Las escalas de valores se construyen en función de objetivos determinados. Por ejemplo, en el ámbito de los modelos de organización social, la convivencia dialogante. O en su polo opuesto, la exclusión, la agresión como forma de acaparación de poder y recursos, etc.
Incluso la aparición de la ética, con su propósito de racionalizar los debates sobre las distintas opciones morales, se caracteriza por la misma fragilidad originaria: optar por la razón o la sinrazón como referente en la toma de decisiones no deja de ser una opción determinada, quizás sensata i comprensible, pero sin duda de alguna forma arbitraria.
Es posible, con relación a los valores de referencia, que pueda desazonar esta situación huérfana de fundamentos y seguridades, este transitar como un funambulista sin red, esta sensación de caducidad, de fragilidad...
Todo es una invención. La compasión y la caridad de las tradiciones religiosas. Su secularización posterior a través de la empatía y la solidaridad. La traducción de estas emociones y anhelos en los derechos humanos. Su concreción en documentos como la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
No obstante, también es cierto que hay invenciones que han demostrado ser especialmente brillantes y útiles. Al menos, para las personas que creen en ellas.