22 diciembre 2008

Citas - Eleanor Roosevelt

"Después de todo, ¿dónde comienzan los derechos humanos universales? En lugares minúsculos, muy cerca de casa. Son tan cercanos y tan pequeños esos sitios que no son visibles en ningún mapa del mundo. Aún así, conforman el mundo de toda persona: el vecindario en el que vive, la escuela o universidad a la que asiste; la fábrica, granja u oficina donde trabaja. Estos son los lugares donde cada hombre, mujer y niño busca la igualdad de justicia, la igualdad de oportunidad y la igualdad de dignidad sin discriminación. A no ser que estos derechos tengan significado en estos lugares, no tendrán significado en ningún otro lado. Sin la acción concertada de la ciudadanía para defenderlos cerca del hogar, buscaremos en vano su progreso en el resto del mundo".

Eleanor Roosevelt. Naciones Unidas, 27-3-1953

(desahogos) Muchas gracias - 2

De vez en cuando es de justicia recordarlo, sería de una cicatería miserable silenciarlo: hay que agradecerle al señor Rouco Varela, de profesión arzobispo de Madrid, a él y a algunos de sus más fieles y entusiastas acólitos, que cada vez que abren la boca contribuyan a alejar al conjunto de la ciudadanía de la influencia de la Iglesia. Con su entusiasta locuacidad, cada vez es más innecesaria la militancia y el apostolado anticlerical (en el sentido de rechazar la influencia excesiva del clero en los asuntos políticos): ellos lo llevan a cabo mucho mejor, de forma mucho más efectiva y rotunda. Con sus periódicas andanadas impregnadas de dogmatismos trasnochados, dejan en el lugar que le corresponde la institución que representan.

Con su tenacidad y constancia, cada día que pasa refuerzan el alejamiento del conjunto de la sociedad de la influencia de la jerarquía de la Iglesia católica. Un proceso necesario y depurativo que ellos quieren impedir a toda costa, argumentando descaradamente que las sociedades sin dios están abocadas a la barbarie, olvidando que muchas personas que no creen en ninguna divinidad viven vidas mucho más ejemplares que las suyas. Además, incluso entre los creyentes, se consideran los únicos interpretes legítimos de la voluntad divina. Y desde esta exclusividad que se otorgan, no tienen reparos en defender valores considerados contravalores por las modernas sociedades democráticas (como sus actitudes relativas a la condición y los derechos de las mujeres y las minorías sexuales).

Deberían repasar con un poco de humildad las reflexiones éticas de un personaje, al parecer histórico, llamado Jesús de Nazaret. Quizás les serían de utilidad.

19 diciembre 2008

Derechos humanos y credibilidad

Con motivo del 60 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos se inauguró en Ginebra la nueva cúpula de la Sala de los Derechos Humanos (18-11-2008). Todos los asistentes, empezando por Ban Ki-moon, secretario general de las Naciones Unidas, se deshicieron en elogios sobre la obra inaugurada.

Para llevar a cabo la obra, para crear el conjunto de estalactitas coloreadas que cuelgan del techo, su autor, Manel Barceló, empleó 36.000 kilos de pintura y necesitó la colaboración de veinte ayudantes. Según Javier Garrigues, representante permanente de España ante la sede europea de las Naciones Unidas, el coste de la obra se elevó a unos 20 millones de euros. Parte de este importe, 500.000 euros, procedía de los Fondos de Ayuda al Desarrollo españoles, lo que justificó el señor Garrigues por la contribución de esta presunta obra de arte a "la promoción de los derechos humanos y el multilateralismo".

Además, al parecer asistieron al acto más de 700 invitados, lo que multiplicado por el importe de sus respectivos desplazamientos (aviones y coches oficiales, hoteles, etc.), representa también un coste que no debe ser precisamente calderilla.

Si Amnistía Internacional, o alguna otra organización de derechos humanos, se hubiera gastado 20 millones de euros en decorar su sala de reuniones se habría organizado un escándalo fenomenal. Y probablemente muchos de sus socios, al menos los que tuvieran un mínimo grado de sensatez, se habrían dado de baja de la organización de forma inmediata.

En cambio, los responsables de las Naciones Unidas han promovido este despropósito, y además lo han defendido sin sonrojarse lo más mínimo (al igual que el Gobierno español, uno de los principales implicados en el proyecto). Según ellos, esta inversión en esta Sala de los Derechos Humanos (que al parecer será el lugar habitual de reuniones del Consejo de Derechos Humanos), está plenamente justificada. Como si este tipo de salas, en lugar de espacios de trabajo relacionados con los graves problemas de derechos humanos existentes en el mundo, fueran lugares para solazarse contemplando presuntas creaciones artísticas.

Uno de los asistentes al acto, el señor Juan Carlos de Borbón, de profesión rey de España, justifico la obra con estas palabras: "Nada mejor que el arte como lenguaje universal para expresar los valores, principios y misiones que inspiran a las Naciones Unidas en torno al ser humano y al mundo". Todavía lo explicó con más desparpajo el señor Miguel Ángel Moratinos, ministro de Asuntos Exteriores español: "El arte no tiene precio (...) es de necios confundir valor y precio".

Pero resulta que este tipo de majaderías no pueden ocultar que, al margen del más que discutible interés artístico de la obra, su elevadísimo coste es un insulto a todas las víctimas de violaciones de derechos humanos, muy a menudo desatendidas con el argumento de la falta de recursos.

18 diciembre 2008

Seres sensibles y sufrimiento

Convencer a una persona aficionada a los toros de que su distracción y su placer como espectadora implica la brutal tortura de un animal criado sólo para finalmente ser sacrificado en el ruedo es una tarea imposible. Normalmente, es un diálogo de sordos. La persona que siente empatía por el toro y padece con su sufrimiento habla un idioma que no entiende quien goza con lo que considera un arte noble, una elevada expresión artística, una maravillosa tradición cultural. Una persona que a su vez siente que su postura taurina, su goce estético y su justificación del toreo es absolutamente incomprendida por su oponente dialéctico, al que a menudo suele considerar un ignorante, un inculto, alguien de una sensibilidad endeble y enfermiza.

Quizás la palabra clave es la empatía. Dudar de que la emergencia de la empatía ha sido uno de los aspectos fundamentales que han permitido el proceso de humanización parece que está fuera de lugar. Y ahondando en esta característica, no parece muy aventurado argumentar que la extensión de este sentimiento de empatía es una forma de afianzar y refinar este proceso evolutivo. Un proceso que, de forma progresiva, nos ha llevado a una humanización marcada, entre otras características, por una sensibilidad más acusada hacia el dolor y el sufrimiento de aquellos que nos rodean. En primer lugar los seres humanos, pero no de forma exclusiva.

En la actualidad muchos seres humanos siguen padeciendo vejaciones, malos tratos y torturas a manos de personas con una capacidad de empatía sin duda atrofiada. Frenar e intentar erradicar estas situaciones sin duda debería ser la mayor prioridad de la humanidad.

Pero no somos los únicos seres sensibles y capaces de sufrir, y por lo tanto dignos de compasión. Compartimos estas características, la capacidad de padecer, de sentir dolor, con otros seres vivos. Y es probable que la insensibilidad hacia el sufrimiento de los animales no humanos con los que convivimos o compartimos la existencia no sea precisamente ninguna ayuda si lo que pretendemos es evolucionar como personas, orientándonos hacia una forma de ser humanos cada vez más pacífica y solidaria. Una forma de ser humanos en la que el dolor gratuito y evitable de los seres sensibles (humanos o no), sea sólo un recuerdo del pasado, de tiempos bárbaros y violentos por fortuna superados. Un proyecto en el que por otro lado los aliados en ocasiones son dudosos: existen algunas personas con una gran sensibilidad hacia el sufrimiento de los animales, pero que al mismo tiempo, y de forma sorprendente, mantiene actitudes de una gran insensibilidad hacia el sufrimiento de las personas. Es algo que entristece y deslienta.

Humanizarse es un proceso dinámico, abierto, por definición inacabado. Su orientación depende de nosotros, del modelo que queramos inventarnos y promover como ideal. Entre la barbarie y los distintos modelos y grados de empatía, no parece tan mala opción preferir un modelo en el que las personas no se vean sometidas a torturas ni vejaciones. Un modelo que al mismo tiempo tenga en cuenta y evite en la medida de lo posible el sufrimiento de los animales no humanos, en el que no tengan cabida las distintas costumbres, tradiciones o prácticas asociadas al ocio o a la explotación comercial en las que los animales son maltratados y sufren. En el que sean inimaginables, por ejemplo, espectáculos como los de las corridas de toros.

14 diciembre 2008

La religión de los derechos humanos

Somos insignificantes, y al mismo tiempo tenemos la imperiosa necesidad de reconocernos a nosotros mismos como seres con algún significado. Reconocernos y a la vez ser reconocidos como tales por los demás, ambas cosas. Es este significado y este doble reconocimiento, propio y ajeno, lo que da sentido a nuestras vidas.

Pero en este universo surgido de la nada y destinado a la nada los significados son forzosamente precarios. Y como la precariedad y la fragilidad generan un sentimiento difícil e incómodo de sobrellevar, provocador de ansiedad, tenemos la tendencia a intentar transformar estas emociones, buscando alguna alternativa apaciguadora. Una forma eficaz de gestionar la fragilidad y el temor existencial, practicada desde los albores del proceso de humanización, es la interiorización de creencias. En general fantasiosas, meras invenciones irracionales, pero que a pesar de ello (o precisamente por ello), a menudo tienen la virtud de aliviarnos.

La religión laica, si aceptamos llamarla así, de los derechos humanos es el resultado de un proceso de este tipo. El resultado en concreto de la siguiente creencia: la dignidad inherente a todo ser humano por el mero hecho de existir. Una invención humana como otra cualquiera, por mucho que se quiera sacralizar. Pero con algunas particularidades: no se asume como el resultado de ningún designio divino, sino del consenso humano, del acuerdo, del pacto, entre los sujetos afectados, nosotros, la humanidad. Este acuerdo, este convencimiento, convertido en creencia (la creencia como mínimo en que es una invención inteligente), es el germen fundacional de esta nueva religión que llamamos derechos humanos, y que hasta el momento ha demostrado dar mejores resultados que las creencias ensayadas anteriormente, todas igualmente inventadas, pero algunas sin duda mejores, más útiles, para organizar la convivencia humana.

En el caso de los derechos humanos, caracterizada también por toda la fragilidad primigenia y los peligros inherentes a todas las religiones consolidadas o en proceso de consolidación: tendencia a la jerarquía, sumisión de los miembros pasivos, falta de dinamismo conceptual, ritualización... Son aspectos que no hay que olvidar, para que estos peligros no se materialicen y entonces acaben hipotecando el gran potencial que encierra esta moderna creencia, esta invención que los seres humanos nos hemos regalado.

12 diciembre 2008

Derecho a un salario digno

Mientras los políticos se asignen sueldos equivalentes al resultado de multiplicar unas cuantas veces el salario mínimo que ellos mismos aprueban para el conjunto de la población trabajadora, será difícil ver la luz al final del túnel de la conflictividad y el desacuerdo laboral y social.

Una cosa es que se puedan poner objeciones a un sistema rígidamente igualitario, en cuanto a los sueldos se refiere, ya que la experiencia demuestra que estos experimentos son poco viables. Pero de ahí a que quienes manejan la cosa pública tengan la osadía de regular salarios mínimos habiendo regulado antes sus salarios máximos (y sus correspondientes pensiones), hay un ancho trecho, un abismo que sólo se puede salvar con un elevado grado de insensibilidad y desfachatez. Y además no de forma impune: lo que se siembra medra y, por lo tanto, el ejemplo voraz de los dirigentes alienta un modelo social igualmente voraz.

La hipocresía con la que se defiende este modelo basado en desmesuradas diferencias salariales, argumentando que los salarios de los gestores y dirigentes en realidad son moderados o ajustados, en atención a su gran responsabilidad y presunta eficacia (es importante recalcar lo de presunta, a la vista de los desaciertos, cuando no autenticas tropelías y abusos de poder, que en ocasiones protagonizan), no consigue ocultar la falta de empatía y el exceso de interés personal de sus defensores, que naturalmente son aquellos que están en la posición privilegiada de beneficiarse de estas grandes asimetrías salariales.

Cuanto antes se decidan los distintos líderes sociales a incorporar a sus agendas el ejercicio de esta nueva docencia, antes se atenuará esta general obsesión social por la escalada retributiva. O quizás no... pero entonces al menos no se podrá argumentar que ha sido promovida por las personas encargadas de la gestión pública. Como mínimo, serán inocentes de este modelo social insolidario y egoísta, en el que prima el interés personal por escalar socialmente y el olvido de aquellos que viven condenados a un estado crónico de precariedad. Dos aspectos o actitudes que son de mal armonizar con lo que nos propone el primer artículo de la Declaración Universal: que todos los seres humanos nos tratemos fraternalmente.

04 diciembre 2008

Derecho a la propiedad - 4 (OMG)

Durante milenios, generaciones y generaciones de agricultores y ganaderos han ido seleccionando y mejorando las semillas y los animales reproductores, con la finalidad de conseguir un mayor rendimiento en las cosechas, una mayor productividad de sus rebaños. De estos esfuerzos, se ha beneficiado toda la humanidad: los resultados de sus mejoras se han ido difundiendo sin límites.

Muy recientemente, a las técnicas clásicas de selección de las hibridaciones espontaneas o provocadas se ha añadido la manipulación genética. Sus defensores, és decir, las empresas comerciales que controlan esta nueva tecnología, no han cejado hasta que han conseguido que las leyes respalden sus intereses.

Las semillas y los animales mejorados genéticamente ya no son de libre distribución y reproducción, como lo habían sido todas las semillas y animales a lo largo de toda la historia. Hasta el punto que se puede penalizar a quienes los utilicen sin abonar las tasas correspondientes que las nuevas legislaciones autorizan a cobrar a los propietarios de las patentes.

De la misma forma que los ejércitos victoriosos ampliaban su derecho a la propiedad usurpando las propiedades de los pueblos vencidos, en la actualidad los ejércitos de las multinacionales agroalimentarias, protegidos legalmente por los organismos internacionales y algunas legislaciones nacionales, van ampliando sus territorios, a costa de ir recortando la autonomía de los campesinos. Con un claro objetivo: conseguir el mayor porcentaje del comercio agroalimentario, y aspirando secretamente a alcanzar el monopolio. No es imposible: sólo depende de la legislación que se vaya creando. O de la que se vaya revocando; por ejemplo, si lo que se quiere es revertir esta peligrosa tendencia que recientemente se ha iniciado.

Una legislación no se justifica por el mero hecho de haber sido aprobada y estar operativa. Ha de ser también éticamente justificable (por ejemplo, que cumpla los imperativos categóricos formulados por Kant), ya que en caso contrario no tiene sentido su vigencia y ha de ser modificada, derogada o sustituida. El caso de la pantentabilidad de los organismos vivos en general, y en concreto los modificados genéticamente, no parece que sea ninguna opción que beneficie al conjunto de la humanidad, al contrario de los esfuerzos acumulados durante milenios por campesinos y ganaderos anónimos, mejorando sus vidas y al mismo tiempo acumulando unos recursos de los que ahora todos nos beneficiamos.

Derecho a la propiedad - 3

El derecho a la propiedad es un derecho "fronterizo": nuestro derecho a la propiedad está condicionado, limitado, por el derecho a la propiedad de nuestros semejantes. Es una situación que tiene tendencia a generar discrepancias y problemas, como en las películas del Oeste: en las fronteras siempre se producen conflictos, en la medida que el ser humano tiene una propensión expansionista que le hace proclive a pisotear los intereses ajenos.

Por ello, como todos los otros derechos, el derecho a la propiedad se regula, con la finalidad de facilitar la convivencia. Algo que, como es natural, implica establecer unos límites, lo que se puede hacer de formas distintas: consensuándolos, acordándolos por mayorías más o menos cualificadas, o imponiéndolos por la fuerza. Las tres alternativas pueden ser legales, en la medida que la legalidad, las leyes, como los mismos derechos, son invenciones humanas. Pero sin duda son legalidades representativas de sociedades muy distintas: de una sociedad dialogante i empática a ultranza, de una sociedad con distintos grados de democracia o de una sociedad autoritaria y dictatorial.

El derecho a la propiedad es un derecho "elástico": al igual que las fronteras de los países, los límites de la propiedad no son absolutos, son circunstanciales, móviles, incluso arbitrarios. De la misma forma que una guerra puede modificar una frontera, también se pueden modificar por la fuerza las fronteras del derecho a la propiedad, imponiendo nuevos límites (acortándolos para unos y ensanchándolos para otros).

En las democracias griegas el derecho a la propiedad de los hombres libres incluía el derecho a tener esclavos, sobre los que se tenían todos los derechos, incluso el de la vida, a la vez que a ellos no se les reconocía ninguno. Algo que, por otro lado, era habitual en todas las culturas de la antigüedad, el único rasgo diferencial era que en aquel caso se daba en una sociedad parcialmente democrática. A su vez, las mujeres y los niños no estaban en una posición mucho mejor que los esclavos, tal como nos recuerda la figura del pater familias romano, una figura que, también en este caso, tenía como único rasgo diferencial que sus potestades estaban recogidas en la minuciosa legislación romana: al margen de este detalle, el poder absoluto del hombre sobre las mujeres y los niños era lo habitual en aquellas culturas.

Los ejemplos pueden ser muchos. A menudo con un agravante: muchas de estas situaciones, más o menos patentes o camufladas, perviven en la actualidad: siguen existiendo formas de esclavitud (el más grave atentado al derecho a la propiedad, la negación de poseerse a si mismo), el dominio de los hombres sobre las mujeres sigue siendo una pesada losa de la que en mayor o menor medida no se libra ninguna sociedad...

O por poner otro ejemplo. En la antigüedad los ejércitos invadían territorios ajenos y se los apropiaban, incluidos todos sus bienes y personas, amparándose en el derecho de conquista. Algo que no ha pasado definitivamente a la historia, en la medida que se siguen produciendo vergonzosas guerras expansionistas, con las consiguientes usurpaciones de propiedades ajenas: territorios, recursos naturales...

El derecho a la propiedad a menudo ve como sus límites se siguen desplazando en función de los intereses de aquellos que precisamente están en la situación de poderlos hacer valer ejerciendo su influencia. De aquellos que tiene la sartén del poder por el mago, con la que, cuando no les sirven los argumentos, amenazan y sacuden sin contemplaciones a aquellos a los que quieren recortar y usurpar sus legítimos derechos. Y decimos legítimos (teniendo en cuenta que antes hemos afirmado que los derechos son invenciones humanas, y por lo tanto hasta cierto punto arbitrarias), en la medida que son derechos mucho más básicos, en ocasiones imprescindibles para garantizar la propia supervivencia, mientras que los derechos esgrimidos por los poderosos suelen tener como único objetivo defender sus privilegios, sus intereses políticos o comerciales, su influencia, sus beneficios, sus ganancias. Realimentando, aumentando y perpetuando así de forma constante el dominio de los fuertes sobre los débiles. Algo apuesto a lo que proclama el primer artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos cuando afirma que "todos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos", o cuando, en los distintos derechos de contenido económico y social proclama el derecho a una vida digna: a la alimentación, a la sanidad, a la educación, a la vivienda... A todos aquellos derechos que es imposible satisfacer sin los correspondientes recursos materiales.

07 noviembre 2008

Derecho a la propiedad - 2

En la Declaración Universal se incluyen derechos que, a pesar de estar redactados de forma muy breve, no dejan lugar a dudas sobre su naturaleza y alcance. Por ejemplo, el derecho a no ser torturado.

Otros derechos, en cambio, de forma especial los de carácter socioeconómico, son más difusos. Como el derecho a la propiedad: "1. Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente. 2. Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad" (Artículo 17 de la Declaración Universal).

Sobre este derecho, no es ocioso preguntarse cuál es su verdadero alcance, qué es exactamente lo que otorga o lo qué limita. Y la respuesta es que, en realidad, del redactado del artículo no se deduce nada en concreto. El texto es algo así como una frase bonita y bienintencionada, pero nada más. La realidad es que este derecho sólo adquiere consistencia cuando, además de reconocerse retóricamente, se despliega de forma detallada en las constituciones de los distintos países y en las leyes y decretos correspondientes, regulando su aplicación, definiendo su alcance y sus límites.

Del derecho a la propiedad hay que resaltar dos aspectos, el de los mínimos y el de los límites. Sin ellos, sin normas que garanticen por ejemplo el derecho a la más elemental propiedad (empezando por la de uno mismo, para garantizar la imposibilidad de ser esclavizado), así como los límites relativos a la acumulación de bienes por parte de algunas corporaciones o personas (para evitar que su exceso de poder o influencia pongan en peligro la posibilidad de que otras personas puedan obtener los mínimos recursos materiales para garantizarse una vida digna), la proclamación del derecho a la propiedad seria pura retórica. O lo que es todavía peor, una coartada para que los más poderosos y faltos de escrúpulos acumulen impunemente recursos que deberían destinarse a los sectores más necesitados de la sociedad. Algo que desgraciadamente ocurre, y que es una muestra más de la gran distancia que hay entre lo que son voluntariosas declaraciones de intenciones y la realidad en la que vivimos.

04 noviembre 2008

Derecho a la propiedad

El derecho a la propiedad es quizás el derecho de la Declaración Universal más susceptible de ser interpretado de formas distintas, incluso opuestas. De hecho, ya fue compleja su introducción en el texto finalmente aprobado: su redactado es el resultado de largas discusiones, en las que se enfrentaban los representantes de los países socialistas y los representantes de los países capitalistas, defensores respectivamente del derecho a la propiedad colectiva e individual.

Todavía podía haber sido más complejo el debate. Si en algo coincidían los bloques socialista y capitalista era en el rechazo de las teorías anarquistas. El anarquismo había sido combatido por ambos, y no sólo dialécticamente, también policialmente y militarmente. Había sido perseguido y exterminado en todos los países en los que había conseguido alguna implantación. Por ello, y en la medida que los miembros de la comisión encargada de redactar la Declaración Universal actuaban como representantes de sus respectivas naciones, el anarquismo no tuvo ni voz ni voto durante la elaboración del texto.

Es difícil imaginar lo que hubiera ocurrido si esta voz hubiera estado presente. Si este derecho se habría incluido, y con qué redactado. Además, puestos a imaginar y divagar, es también difícil saber lo que podría haber ocurrido si, al redactarse el documento, ya se hubiera producido la desintegración de la URSS y la desaparición de los regímenes comunistas. O desde el extremo opuesto, lo que habría pasado si los regímenes comunistas entonces hubieran tenido todavía una mayor implantación e influencia, en detrimento de los países capitalistas.

Es oportuno hacer este tipo de reflexiones, para recordar que todo el texto de la Declaración Universal es fruto de unas circunstancias y un momento histórico determinado, y que en consecuencia, en otro momento histórico, en un contexto y con unas circunstancias distintas, su redactado podría ser eventualmente alterado. Quizás, en algún aspecto, de forma que ahora ni tan siquiera podemos imaginar.

03 noviembre 2008

Derecho al trabajo

Desde que, en algún lugar de África, hace unos dos millones de años, a partir de algunos primates el azar evolutivo diera lugar a los primeros homínidos, su evolución posterior ha ido siempre acompañada de migraciones, a la búsqueda de territorios en los que las posibilidades de supervivencia fueran más favorables. En la actualidad, de todas las especies de homínidos sólo quedamos nosotros, extendidos por toda la tierra, pero al mismo tiempo protagonistas todavía de grandes migraciones. Nos movemos por el mismo motivo que nuestros ancestros: millares de personas abandonan sus lugares de residencia con el objetivo de conseguir una vida menos difícil en otros territorios. La versión moderna, en el mundo globalizado actual, es el flujo de personas desde los países llamados subdesarrollados o con menos oportunidades laborales hacia los países prósperos (las migraciones vacacionales son otra historia, de la que también se podría hablar mucho, pero ahora no es el momento).

En el caso de las mujeres migrantes, muchas tienen como única alternativa en los países de destino trabajar en el cuidado de personas mayores. Dejan a sus familias en sus países de origen, padres, abuelos, hijos, para ir a cuidar los padres, abuelos o hijos de las familias que las contratan. La necesidad las obliga a esta vida dura, alejada de los suyos, en soledad, muy a menudo haciendo horarios interminables, las 24 horas del día los siete días de la semana.

Unos trabajos que las personas que las emplean no estarían dispuestas a aceptar, ni por el tipo de trabajo, ni por la dedicación exhaustiva, ni por las bajas retribuciones. A pesar de ello, quienes se benefician de los servicios de estas mujeres suelen encontrar distintas justificaciones para esta relación laboral peculiar. Argumentan que es el resultado de las leyes del mercado, que con este dinero contribuyen a aliviar de forma significativa la precariedad de las familias de estas mujeres en sus países de origen, que al fin y al cabo las teóricas 24 horas de trabajo no son tantas, ya que están mucho tiempo desocupadas, que además tienen la vida resuelta, en la medida que no han de pagar ni vivienda ni alimentación, etc.

Seguramente, a corto plazo no es fácil encontrar una alternativa a estas migraciones forzadas por motivos económicos. Pero lo que no debería ser tan difícil de imaginar, y de llevar a la práctica, sería que, mientras se mantengan estas circunstancias, las relaciones entre las personas contratantes y las contratadas fueran más justas. No sólo en las apariencias, en el trato diario, sino también y sobre todo, en cuanto a las condiciones laborales, los horarios y las retribuciones.

13 octubre 2008

De la magia a la razón

Ante un hecho al que no se le encuentra explicación caben dos alternativas: reconocer la propia ignorancia o inventar una explicación (sin fundamento alguno, pero no obstante capaz de sosegarnos).

La evolución de la humanidad en gran medida es la evolución desde las explicaciones inventadas a las explicaciones razonadas, acompañada del aprendizaje de una forma de vivir capaz de asumir las limitaciones de los conocimientos alcanzados: se acepta que existe lo desconocido, lo ignorado. Y esto se asume como algo inevitable (mientras no se consiga hallarle una explicación racional), abandonando la tentación de inventar explicaciones tranquilizadoras.

La humanidad ha seguido estos caminos a lo largo de su evolución. También, dentro de su escala, los distintos colectivos. Y cada una de las personas, a lo largo de su breve existencia: desde el mundo mágico e irracional de la infancia al mundo necesitado de certezas demostrables de la edad adulta. Un mundo, el del adulto, en el que no obstante siempre persisten zonas de nieblas y de explicaciones fantasiosas: la magia y la irracionalidad nunca desaparecen del todo, y en algunas ocasiones casi ni menguan (las religiones, incluidas las laicas, son una buena muestra de ello, además de las devociones a los equipos deportivos locales, las múltiples supersticiones de todo tipo, etc.).

Al intentar consensuar los valores que se pretende que sirvan de marco para regular las relaciones entre las personas en una sociedad determinada, hay que tener en cuenta la influencia que ejercen cada una de estas dos tendencias, la razón y la fe (la reflexión y la magia). Y si, en las sociedades modernas se ha llegado a la conclusión de que las normas resultantes han de basarse en la razón (a diferencia de las sociedades teocráticas, ancladas en la fe), entonces, en momentos de tensión entre fe y razón, hay que defender a ultranza la preeminencia de la segunda. Porque, a pesar de los errores que en su nombre se puedan cometer, al subordinarse a la reflexión y a la demostración, estos errores siempre serán menores, y con más posibilidades de ser corregidos, que los derivados de sistemas irracionales de creencias.

La razón, con rigor y paciencia, conduce a la demostración, tiende a la confluencia, favorece el consenso. La fe, en la medida que es diversa y al mismo tiempo no es universal, sólo puede conducir a la confluencia y al consenso, en el mejor de los casos, por casualidad.

Una clara demostración de lo dicho es el proceso de redacción y aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Su gran artífice fue la razón, y uno de los mayores obstáculos que hubo que sortear fueron las distintas creencias implicadas, tanto las de carácter religioso como las laicas.

09 octubre 2008

Finitud y derechos

Todo es efímero. Incluso la misma Tierra desaparecerá, de la misma forma que también desaparecerá el Sol, como todas las estrellas. Mucho antes, habrán desaparecido todos los animales y los vegetales de la Tierra. Y muchísimo antes, "dentro de un instante" teniendo en cuenta la vida de las galaxias, desaparecerán los seres humanos. Somos una azarosa e inestable amalgama de protones y neutrones, nuestra vida es extremadamente breve, somos insignificantes. ¿Por qué preocuparnos, entonces, por cosas como los derechos humanos?

Todo es efímero. Todo está condenado a desaparecer rápidamente. Cuando todo finalice, ¿qué importancia puede tener que la humanidad haya sufrido o gozado? ¿Que importancia tendrá lo que hayamos hecho nosotros? Nuestras decisiones son irrelevantes, dentro de la historia de dimensiones infinitas del universo. No obstante, durante este pequeño chispazo que es la vida de una persona, podemos huir del dolor, nos podemos procurar a nosotros mismos algunos placeres y gratificaciones: así, mientras existamos, al menos nos habremos dado algún gusto. Pero, ¿qué relación tiene esto con los derechos humanos, en el fondo tan irrelevantes como nosotros mismos?

Todo es efímero. Pero durante este pequeño instante que vivimos podemos ser los protagonistas de algunos milagros cotidianos: sentir empatía, celebrar la presencia ajena, gozar de su compañía y compartir el anhelo de una comunidad solidaria y pacífica. Sabiendo que es caduco, pero disfrutando mientras de estos prodigios. Con este proyecto, los derechos humanos son una buena ocurrencia, una herramienta útil.

Al elaborar un proyecto de vida, se puede optar por cualquiera de las tres opciones anteriores, basándose tanto en razones como en emociones. Y en todos los casos se puede justificar la opción escogida de forma coherente. Para ello, sólo hace falta fijar previamente los puntos de referencia que en cada caso adoptamos: de la misma forma que hemos emergido de la nada (o de esta gran explosión que dicen que inició el Universo), también han emergido de la nada las escalas de valores que los seres humanos hemos inventado.

Así que, quizás, cuando se opta por la tercera vía, con humildad se ha de asumir al mismo tiempo que, a pesar de las razones y las emociones que se puedan esgrimir, en última instancia la decisión se basa en un "porque sí".

Se basa en una decisión arbitraria: en un momento dado de la evolución aprendimos a soñar, y luego, gracias a esta capacidad adquirida, hemos podido soñar un mundo sin crueldad, sin opresión, sin odio... un mundo con ternura, fraternidad, bondad, alegría. Soñando este sueño nos hemos convertido en unos funambulistas, suspendidos de un precario equilibrio, poético y maravilloso, resultante de haber soñado un mundo mejor.

28 septiembre 2008

Esclavitudes y frivolidades - 3

"Muchas mujeres muestran una cierta insatisfacción al mirarse los labios vaginales y ver que uno es algo mayor que el otro, o que no les gusta su color, más rosado o más oscuro, influyendo esto en su autoestima (...) la insatisfacción con las dimensiones del pene se puede corregir con la cirugía de los genitales masculinos, la faloplastia, que comprende tanto el engrosamiento como el alargamiento de pene".

Mientras por estas latitudes estamos gravemente preocupados por temas como los descritos en los fragmentos citados (sacados de un folleto de propaganda de un centro de cirugía estética), el hambre, las diarreas y algunas enfermedades infecciosas siguen asolando amplias zonas de la Tierra, sembrándolas de cadáveres, cuando con inversiones relativamente moderadas (comparadas con las que una persona es capaz de destinar a "modelar" caprichosamente su apariencia), estas enfermedades asociadas a la miseria se podrían combatir con una elevada eficacia.

Pero este tipo de reflexiones se podrían iniciar a partir de cualquier otra noticia sobre cualquier otro hábito consumista: el recurso a la obsesión y el abuso de la cirugía estética es solo una excusa. Y decimos abuso porque en el caso de este tipo de cirugía naturalmente no nos referimos a las intervenciones que tienen como objetivo corregir graves malformaciones, ya sean de nacimiento o causadas por enfermedades o accidentes.

No obstante, incluso en estos casos, se podrían plantear reflexiones éticas acerca de cuales deben ser las prioridades sociales a la hora de invertir los limitados recursos sanitarios globales disponibles, si costosas intervenciones que benefician a unas pocas personas (no sólo las de cirugía estética), o políticas sanitarias destinadas a prevenir enfermedades y epidemias que afectan a poblaciones enteras, como por ejemplo, las derivadas de la falta de acceso al agua potable.

Pero esta ya sería otra historia, que quizás retomaremos en otra ocasión...

Esclavitudes y frivolidades - 2

En un mundo en el que las modificaciones quirúrgicas del propio cuerpo por motivos estéticos parecen tener cada vez menos límites, un mundo esclavizado por la imagen y gobernado por una publicidad intrusiva y omnipresente que convence de la necesidad y vende la posibilidad de modificar el propio cuerpo con la finalidad de adaptarlo a los cánones estéticos imperantes, cada vez son más las personas que sucumben a la tentación, que se sienten impelidas a pagar este peaje estético, médico y económico.

Uno de los argumentos esgrimidos para justificar esta decisión es la preservación de la salud emocional, considerándose que el hecho de no encajar con la dictadura estética imperante puede suponer un peaje psíquico muy costoso, incluso inasumible. Somos cada vez más frágiles, más manipulables, más temerosos. Menos libres.

Pero esta pérdida de libertad además tiene un "efecto colateral". Mientras en este mundo en el que vivimos los más privilegiados nos angustiamos por un perfil de nariz o de labios, y estamos dispuestos a correr riesgos sanitarios y a hacer considerables inversiones económicas para modificar nuestra apariencia, existe otro mundo en el que el dilema cotidiano es muy distinto. Por ejemplo, para no salir del ámbito de la cirugía, conseguir un modesto dispensario en el que sea factible realizar intervenciones de urgencia, como partos complejos o operaciones de apendicitis.

Todos tenemos derecho a hacer con nuestro cuerpo lo que queramos. Pero cuando condicionados por la publicidad y por la obsesión de la imagen ejercemos nuestra libertad, paradójicamente, para perderla, hay algo que no funciona. Que no funciona por partida doble, ya que perdiendo esta libertad, maximizando nuestras obsesiones, desaparece también de nuestro horizonte la opción de la solidaridad.

25 septiembre 2008

Esclavitudes y frivolidades

La señora Leticia Ortiz (de profesión princesa de España) se ha hecho la cirugía estética. Esclava, como tantas personas, de la dictadura de las modas, se lima la nariz para que coincida con "la nariz ideal" de la moda vigente. Es una pena que utilice su protagonismo para renegar de un perfil de nariz ni más ni menos hermoso que el nuevo, pero característico de amplias zonas geográficas del mundo, de tantas personas inmigrantes (y no inmigrantes) que viven entre nosotros.

¿Cuantas cosas hay que retocarse para cumplir con el canon de belleza dominante? Un canon de belleza obviamente subjetivo, ligado de hecho a criterios racistas. ¿La decisión de la señora Leticia Ortiz es una sutil invitación para que todas estas personas, de cara a su mejor integración, pasen por los quirófanos de los cirujanos plásticos?

Cada cual es libre de hacer con su cuerpo, si puede, lo que desee, pero es una lástima que esta señora, teniendo en cuenta su dimensión pública, utilice los presupuestos del Estado para estas cosas. Si ya no está nada claro que este invento de los reyes, los príncipes y las princesas, con sus empleos hereditarios y sus presuntas dignidades especiales sea compatible con los más elementales principios de los derechos humanos ("Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos..."), sólo falta que encima se comporten de forma tan frívola y torpe.

30 agosto 2008

Creencias, prepotencias y derechos - 2

Todos los sistemas morales tienen el mismo origen: haber sido inventados por los seres humanos. No obstante, algunos colectivos niegan este origen con relación a su propio sistema moral. En general, las tradiciones religiosas no recurren a la razón y a la historia para explicar el origen de sus sistemas morales, sino a una supuesta revelación divina.

Lo que no explican de forma convincente estas tradiciones religiosas es el motivo por el cual estas supuestas verdades universales (eternas, indiscutibles, reveladas por un ser omnipotente, infinitamente sabio, bondadoso, etc.), han generado o siguen generando en ocasiones tanto dolor y sufrimiento a la humanidad. Hay algo que no encaja. Y si no, que se lo pregunten a las mujeres y a las personas homosexuales, de todas las épocas históricas, que han vivido bajo la influencia de las tres grandes religiones monoteístas de origen semítico, de acuerdo las tres en alimentar, directamente o indirectamente, la homofobia y la misoginia.

Una homofobia y una misoginia que, también es verdad, no son exclusivas suyas: por ejemplo, sobre todo la homofobia, también la compartían, y de forma feroz, las distintas dictaduras fascistas y comunistas del siglo XX. La suerte es que estas dictaduras materiales y mentales, al no basarse en presuntos orígenes divinos, fue más fácil que acabaran desacreditándose y desmoronándose a causa de sus excesos, algo que han evitado las tradiciones religiosas, a pesar de la inhumanidad de algunos de sus preceptos morales y de las conductas que estos preceptos han propiciado o siguen propiciando.

24 agosto 2008

Dignidad y tratamientos

"Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad..."

Si la afirmación es tan clara y concisa, y está situada en un lugar tan preferente, la primera frase del primer artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ¿cómo es que distintos organismos o colectivos se empeñan en otorgar a algunos de sus miembros tratamientos especiales? No sólo especiales, también pomposos y ridículos: majestad, santidad, excelencia, ilustrísimo, reverendo, señoría...

Hace siglos los cuáqueros ya lo tenían claro. Tanto, que cuando se les emplazaba a someterse a las normas que incluían la utilización forzada de estos tratamientos se negaban en redondo, llegando a ser condenados judicialmente por tratar de igual a igual a los jueces que los juzgaban precisamente por dicho "delito".

Si todos tenemos la misma dignidad, también hemos de ser tratados exactamente de la misma forma, con independencia de la posición social que se ocupe, el eventual cargo público que se ejerza o la jerarquía religiosa que se ostente. O el título nobiliario del que se presuma: marqués, conde, duquesa, princesa... y tantas otras majaderías.

Y si hay algo que pueda dar algún lustre especial o añadido a la dignidad inherente a toda persona, no es precisamente el tratamiento que se le otorgue a alguien, sino la honestidad y eficiencia con las que desempeñe sus responsabilidades, ya sean las de magistrado, médico, panadero o jornalero. Y, por lo tanto, o todos somos ilustrísimas personas (o majestades, santidades, etc.), o para simplificar y dejarnos de juegos, todos somos personas a secas. Con la misma dignidad y el mismo tratamiento.

23 agosto 2008

Lenguaje sexista - 2

Si en estos apuntes en ocasiones se utiliza un lenguaje aparentemente sexista no es en absoluto de forma intencionada, es más bien única y exclusivamente por una cuestión de pereza congénita. Lo que se ha aprendido en la infancia cuesta un cierto esfuerzo desaprenderlo, y cuando se reflexiona sobre los distintos aprendizajes realizados a lo largo de los años se suele descubrir que no son pocas las cosas que sería mejor desaprender... algo que en muchas ocasiones al final no se hace, a pesar de percibir su necesidad.

Pero esta pereza responsable de la falta de militancia diaria en este asunto del lenguaje sexista no impide reconocer y agradecer la labor de las personas, generalmente mujeres, más comprometidas en este cambio en el uso del lenguaje: gracias a su actitud más diligente y batalladora, este proceso de cambio necesario para no seguir discriminando con las palabras a las mujeres tiene más posibilidades de alcanzar sus objetivos.

Lenguaje sexista

La capacidad para el lenguaje es un invento biológico del proceso de la evolución. Una lengua concreta es un invento de la cultura en la que ha germinado dicha lengua. Todas las lenguas son un reflejo de las respectivas culturas, de las sociedades que las hablan. Pero no reflejan sólo lo que son sino también lo que aspiran a ser: con el lenguaje, además de nombrar lo existente, se formulan sueños y anhelos. Por lo tanto, una lengua es al mismo tiempo un archivo histórico y de costumbres y un proyecto de futuro.

Cuando una minoría ilustrada empezó a utilizar la expresión "derechos humanos" con ella no reflejaba la situación de la sociedad en la que vivían, sino el anhelo de una sociedad distinta. Hoy, nombrar los derechos humanos sigue siendo el paso previo imprescindible para intentar conseguir que se asimile íntimamente su necesidad y se reivindique y alcance su respeto. Lo dicho para los derechos humanos en general vale igualmente para algunos de sus aspectos conflictivos, como por ejemplo la existencia del racismo, la xenofobia, la homofobia o el sexismo.

Viene a cuento todo lo anterior a raíz del debate existente sobre el uso del lenguaje sexista y de la opinión de algunos académicos en el sentido de que el lenguaje es un reflejo de la sociedad que lo habla. Y que, por lo tanto, no tiene sentido introducir "artificialmente" nuevas expresiones con la intención de equiparar la presencia de lo masculino y lo femenino, con el objetivo de buscar alternativas menos discriminadoras para la mitad del género humano.

Pero estas personas (mayoritariamente hombres, pero no de forma exclusiva), olvidan que no sólo existe lo que crece espontáneamente, sino que también puede existir aquello que se planta y cultiva con esmero (y si no que se lo pregunten a los poetas, inventores tanto de lenguaje como de sueños y nuevos paisajes). Y que gracias a la gente que se ha dedicado a sembrar y cultivar algunas palabras nuevas y nuevas formas de expresión hasta entonces inexistentes, en algunos aspectos hoy el mundo es algo mejor y más amable que en otros tiempos.

17 agosto 2008

Citas - Por más alta...

"Por más alta que sea una montaña, no sobrepasa su propia cúspide."
Roberto Fontanarrosa

13 agosto 2008

Citas - Lo urgente y lo importante

"La poesía es útil porque cambia lo urgente por lo importante, nos humaniza."
Luis García Montero (La Vanguardia, 13-8-2008)

10 agosto 2008

Derechos coyunturales

Quizás hoy es utópico, pero tampoco es del todo disparatado pensar que a lo mejor algún día no existirán ni naciones ni fronteras, y entonces todos los seres humanos podrán circular libremente por todos los territorios de la Tierra, disfrutando todos en todas partes de los mismos derechos y libertades.

Parece obvio que entonces no tendría sentido la conservación del actual derecho a una nacionalidad, o del derecho a salir de cualquier país, o el de regresar al propio: la ciudadanía universal y la libre circulación habrían convertido en obsoletos estos derechos actualmente recogidos en la Declaración Universal (artículos 13, 14 y 15).

Estos derechos serían entonces sólo material de estudio para los historiadores, en las crónicas de los cuales se relatarían los hechos de aquellos tiempos pretéritos en los que los seres humanos tenían los territorios delimitados por fronteras, llegando en ocasiones a matarse entre ellos a causa de disputas acerca de su trazado. De aquellos tiempos en los que, a causa de las fronteras, a personas empobrecidas y sumidas en la desesperanza les era negada la oportunidad de emigrar a otros territorios para intentar salir de la miseria.

29 julio 2008

Derechos y globalización

La globalización es un hecho imparable. Lleva implícitos distintos peligros, pero también oportunidades: hoy en día, el dilema no se debe plantear entre el rechazo o la aceptación de la globalización, sino con relación al tipo de globalización que queremos. Por ejemplo, desde el ámbito fundamental de los derechos humanos nos podemos formular la siguiente pregunta: ¿queremos un mundo en el cual el respecto de los derechos humanos se haya globalizado, o uno en el que se haya globalizado la subordinación de estos derechos a determinados intereses?

En el ámbito de las relaciones económicas, directamente relacionado con muchos derechos humanos, nos podemos hacer la misma pregunta: ¿qué tipo de globalización queremos, la que favorece los intereses de las grandes multinacionales? ¿O queremos una globalización que favorezca los intereses de la mayoría de la población mundial, con una atención especial a los sectores más desfavorecidos?

Desde mediados del siglo XX, el poder emergente de las grandes empresas ha hecho que organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional, dedicadas inicialmente a investigar sólo las denuncias de las violaciones de los derechos humanos cometidos por el estados, hayan focalizado también su atención sobre estas grandes empresas.

"Las empresas pueden violar los derechos humanos (...) por la manera como sus procesos de producción repercuten en los trabajadores, las comunidades y el medio ambiente, por la interferencia que pueden producir en el acceso de muchas personas a bienes básicos (...)."
www.es.amnesty.org/temas/empresas

Volvamos al principio. ¿Qué tipo de globalización deseamos? Conocemos la que desean e intentan implantar las grandes empresas: quieren una globalización que permita la expansión, sin obstáculos, de sus actividades económicas. Para ellas, las eventuales consideraciones sociales o medioambientales, en el mejor de los casos, son sólo incorporadas como elementos estratégicos, supeditas al objetivo final, la obtención de los máximos beneficios económicos. Representan sin duda una de las peores facetas del proceso de globalización existente.

Así que, si no nos satisfacen sus intenciones, hay que habilitar los mecanismos sociales necesarios para que la pequeña elite mundial que controla estas grandes empresas se vea obligada a supeditar sus iniciativas al escrupuloso respeto de los derechos humanos de todas las personas que, de distintas maneras, directas o indirectas, se ven afectadas por sus decisiones.

Derechos y deberes -2

Quizás pueda existir una moral de los derechos humanos en la que no se incluya ninguna referencia a los deberes humanos. Pero lo que no resistiría nunca dicha moral sería un mínimo análisis ético. Es decir, si definimos la ética como el estudio filosófico o razonado de la moral, es obvio que un estudio de este tipo hallará insalvables incoherencias en una moral de derechos que no incluya deberes.

Una moral de derechos sin deberes sólo resistiría un análisis ético si se diera el caso que existiera "una gran e inagotable despensa de derechos", de la que todos los seres humanos pudieran ir extrayendo los recursos o las garantías necesarios para satisfacer aquellos derechos que les apetecieran o que consideraran que se merecen.

Pero esta despensa mágica no existe, y de la misma forma que los derechos nos los hemos inventado, también hemos de asumir que nos hemos de inventar la forma de satisfacerlos. Es decir, sin la asunción de los correspondientes deberes que permitan garantizar los derechos (asegurando la no injerencia intrusiva en unos casos, el acceso a determinados recursos en otros, etc.), las declaraciones de derechos son meras declaraciones de intenciones. Sin duda hermosas, pero éticamente inconsistentes y estériles en la práctica.

28 julio 2008

(desahogos) Contra los desahogos

Sería deshonesto no reconocer la labor abnegada, silenciosa, solidaria, desinteresada y socialmente valiosísima que llevan a cabo muchas personas religiosas diseminadas por los cinco continentes. A menudo en condiciones de extrema precariedad y afrontando situaciones sociales críticas, en lugares físicamente y periodísticamente fuera de todos los mapas. Y no sólo en el llamado tercer mundo, también en el cuarto mundo que en ocasiones tenemos a la vuelta de la esquina.

Lo que ocurre es que estas personas admirables forman parte de una Iglesia que como institución no merece los elogios que se merecen ellas. Una Iglesia las altas jerarquías de la cual a menudo hace todo lo posible para ganarse no sólo la antipatía, sino también la mayor repulsa y animadversión: a causa de su prepotència, de su fasto, de su connivencia con los poderosos, de su clericalismo, de su moral inmoral en ámbitos como la homofobia, la misoginia, la anticoncepción, etc.

A los primeros, todo el reconocimiento, a los segundos, mientras no se enmienden (y llevan siglos reincidiendo), "ni agua". La beligerancia que se merecen además se basa en el pleno convencimiento de que tratarlos de esta forma es una actitud justa y coherente con una la labor global en defensa de los derechos humanos. Unos derechos humanos que, tal como ellos dicen y llevan razón (pero no asimilan), se inspiran en lo mejor de las enseñanzas de los Evangelios

24 julio 2008

Derecho a la vida: ¿obligación de vivir?

A los derechos humanos se les atribuyen un conjunto de características generales. Se afirma que son universales, inalienables, irrenunciables, imprescriptibles e indivisibles.

Si son irrenunciables, ¿cómo hay que interpretar el artículo tercero de la Declaración Universal, cuando proclama que "todos los seres humanos tienen derecho a la vida"? En función de su irrenunciabilidad, ¿se puede interpretar este artículo en el sentido que los seres humanos, bajo ningún concepto ni circunstancia, pueden acortar voluntariamente su vida? ¿O no tiene sentido una interpretación así, en la medida que son cosas distintas tener un derecho y el hecho de ejercerlo o no? (por ejemplo, que se tenga el derecho a salir del propio país y regresar -artículo 13- no quiere decir que se tenga la obligación de hacerlo).

Con relación al artículo tercero, queda claro que proclama el derecho a no ser víctima de agresiones homicidas, incluso el derecho a no morir a causa de la falta de los recursos materiales básicos para asegurar la supervivencia. Pero en función de la libertad proclamada en el artículo primero no se puede interpretar en ningún caso que exista una obligación por parte del interesado de ejercer dicho derecho. Otra cosa sería, como algunos en su momento pretendían, que la Declaración Universal fuera una declaración "de derechos y obligaciones", y entre las segundas se hubiera incluido esta.

Es cierto que muchas personas, religiosas o no, argumentan que la vida es sagrada y sólo puede finalizar a causa de una muerte natural o accidental, pero en ningún caso buscada. Su argumentación se basa en su propio código moral, en principio digno de todo respeto. Pero este respeto no otorga la potestad de que dicho código moral pueda ser impuesto a las personas que no lo comparten (el único código moral sobre el que se ha llegado a un consenso generalizado es el de los derechos humanos, según la versión de las Naciones Unidas de 1948).

Amparándose en la libertad proclamada en el artículo primero, hay personas que deciden dejar de ejercer el artículo tercero. No renucían al artículo tercero: sencillamente deciden no ejercerlo. Reivindican el derecho, en las circunstancias que ellos consideren oportunas, a quitarse la vida, ya sea activamente (suicidándose), o pasivamente (dejándose morir, renunciando a una alimentación o respiración asistida, etc.). Es una libertad que no se puede negar, al margen de que luego haya que reflexionar detenidamente sobre los distintos supuestos, ya que obviamente no es lo mismo decidir quitarse la vida de forma totalmente lúcida y con plenas facultades mentales, que plantearse esta alternativa estando condicionada por eventuales limitaciones físicas, mentales, materiales o sociales. En estos casos, no sólo puede ser legítima la intervención para evitar el suicidio, sino incluso obligada y, por lo tanto, en determinadas circunstancias, hasta delictiva la omisión si la intervención no se efectúa. Es importante no olvidarlo, porque de hecho, la mayoría de los intentos de suicidio no se efectúan libremente, con total lucidez, sino condicionados por alguna de estas circunstancias, o por una suma de circunstancias adversas.

06 julio 2008

La felicidad - 5

De forma muy simplificada (y por lo tanto falsa, pero útil para el caso), la felicidad, la paz interior y el sosiego emocional, en las culturas orientales es el resultado de la aceptación de la realidad: "No es más feliz quién tiene lo que quiere sino quien quiere lo que tiene".

Siguiendo con las simplificaciones, en las culturas occidentales esta aspiración a la felicidad se asocia con la obtención de aquello que presuntamente la hace posible: afectos, bienes materiales, aspiraciones profesionales... Un amplio abanico de necesidades entre las que tiene una gran importancia la obtención de bienes de consumo: "Serás feliz si compras objetos, y lo serás por partida doble, por la satisfacción de comprarlos y por el valor social añadido que te otorgará el hecho de tenerlos".

Cuando el entorno es implacable en extremo (por las condiciones inclementes de la naturaleza, o a causa de una organización social opresiva), es fácil que la acrítica aceptación de la realidad se deslice hacia una apatía destructora, hacia una tristeza existencial huérfana de la imprescindible alegría de vivir. Mientras que, por otro lado, la persecución sin fin de la satisfacción de los anhelos y necesidades que nuestra mente alumbra y alimenta de forma incesante está claro que no es la receta más adecuada para conseguir la paz interior.

No existen fórmulas simples para alcanzar la felicidad, para vivir con un sentimiento de plenitud y sosiego interior. Somos seres complejos, empapados por emociones que condicionan profundamente nuestras vidas. Y también seres materialmente frágiles y dependientes de los recursos imprescindibles para poder garantizarnos la supervivencia.

Quizás una alternativa consista en aprender tanto a aceptar la realidad como en poner todo el empeño en cambiarla. Negándonos a asumir que son tareas incompatibles. Sabiendo en cada caso cual es la apuesta más sensata, o la proporción de aceptación y rebeldía más adecuada en un momento dado.

Esta paradoja, esta aparente contradicción, es una de las razones por las que no tendría sentido un eventual derecho a la felicidad. Lo que hay que garantizar son aquellos derechos y libertades que permitan iniciar la búsqueda de la felicidad. Luego, el uso que se haga de las libertades (y de las distintas herramientas emocionales y cognitivas que llevamos en la mochila), ya es otra historia.

02 julio 2008

Cine y derechos

¿Por qué razón una sociedad (o un autor) hace un determinado tipo de películas?
¿Son películas que fomentan la reflexión o sólo pretenden entretener?
Si sólo pretenden entretener, ¿a quién beneficia, en un determinado momento histórico, que la sociedad esté entretenida, en lugar de hacerse preguntas?
¿Cuáles son los temas que se tratan y cuáles los que se evitan?
¿Son productos al servicio de la creación de determinados estados de opinión? En caso afirmativo, ¿a quién beneficia, en cada caso concreto, que un determinado estado de opinión se generalice?
¿Intentan manipular de forma sutil o grosera las emociones del público?
¿Difunden mensajes maníqueos y burdamente simplificados?
¿Refuerzan o critican actitudes homófobas, racistas, sexistas o clasistas?

La lista de preguntas que se pueden formular con relación a la producción (en un país o lugar concreto, en una época histórica concreta, en una sociedad concreta...), de una película determinada puede ser tan larga como profunda sea la curiosidad de quién se haga las interpelaciones.

Cualquier película, desde las en teoría más intrascendentes hasta las presuntamente más ambiciosas, puede ser un buen material para plantear reflexiones. Todas sirven, porque, para el caso, lo determinante no es la calidad del producto a partir del que se quiere reflexionar, sino la calidad de las preguntas que se sea capaz de plantear: lo importante, en cada caso, es saber encontrar las preguntas más adecuadas, las que pueden abrir más ámbitos de reflexión (y más profundos).

Así, mientras nadie duda del interés intrínseco de algunas películas, rodadas con un espíritu crítico, para poner de relieve o denunciar situaciones de flagrantes o encubiertas injusticias, hay que reivindicar al mismo tiempo la utilidad que puede tener la reflexión sobre cualquier otro tipo de productos audiovisuales, con indiferencia que en ocasiones sean muy poco consistentes, como por ejemplo los culebrones televisivos. Con más razón hay que tener en cuenta estos otros productos en la medida que son los mayormente consumidos, los más conocidos y más cercanos. Para que su utilización como material de reflexión sea provechosa, lo único que hay que hacer es adaptar, según los casos, el tipo de preguntas que hay que formular.

24 junio 2008

(desahogos) Anticlerical - 2

De forma regular, cada cierto tiempo, "los pastores de la Iglesia" proclaman cosas como que sólo la fe en Dios puede dar sentido a la vida, combatir el nihilismo, evitar la el deterioro moral de la humanidad, etc.

En estos casos, y de modo especial cuando estos pastores pertenecen a las altas jerarquías eclesiásticas (p.ej., Benedicto XVI el 22-6-2008), a la Iglesia no le debería extrañar que, además del anticlericalismo entendido como la oposición a la injerencia del clero en los asuntos del estado, también aflore y se expanda aquel anticlericalismo entendido como el que profesan "las personas que tienen animadversión contra el clero" (María Moliner).

Es normal tener "animadversión contra el clero" cuando sus cabecillas adoptan estas posturas. Cuando hacen pronunciamientos de este tipo, es comprensible que aquellas personas que se sienten ninguneadas puedan desear un mundo libre del clero (al menos libre de sus más altas jerarquías, aquellas que suelen sembrar este tipo de cizaña), un mundo en el que todas las personas de buena voluntad, sean o no creyentes, contribuyan unidas, sin despreciarse, en la construcción de un mundo mejor.

Derecho a la alimentación y recursos globales

Hartos, saciados, habiendo olvidado lo maravilloso que es poder comer cada día, aburridos de bienestar, insatisfechos y ansiosos, inventamos deseos sibaritas (nos creamos necesidades cada vez más sofisticadas y anhelamos colmarlas), con la vana esperanza que su satisfacción nos llene nuestro vacío interior y nos apacigüe nuestra ansiedad, llena de mezquinos apetitos egoístas.

"Todos los seres humanos tienen derecho a la alimentación" (artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos).

¿Es suficiente tener derechos, o sólo adquieren algún sentido cuando, además de tenerlos, se pueden satisfacer realmente?

1. Una parte de la población mundial, a causa de la su disponibilidad de recursos económicos, no tiene problemas para satisfacer su derecho a la alimentación. Esta satisfacción, a causa de su situación privilegiada, en ocasiones se acompaña de lo que se podría denominar "lujo alimentario", el consumo de exquisiteces de precios exorbitantes. A su vez, este lujo alimentario va asociado con el hecho de que los cubos de basura rebosan comida: los vertederos de estas poblaciones en ocasiones contienen tantos alimentos, o incluso más, que los que realmente han consumido.

2. Otra parte de la población, a causa de la falta de recursos económicos, no puede satisfacer sus más elementales necesidades alimentarias. Padecen hambrunas, enfermedades y muertes prematuras a causa de la precariedad alimentaria que sufren. En ocasiones contemplando como surcan el cielo aviones (o como pasan barcos por delante de sus costas) que transportan, desde lejanos países y hacia otros lejanos países, alimentos para sociedades que se pueden permitir costear estos transportes, en muchas ocasiones de alimentos que no son básicos en absoluto para sus destinatarios.

3. Los recursos globales disponibles son limitados. Por lo tanto, lo que unos acumulan suele ser lo que a otros les falta. Con un agravante: la acumulación de los primeros se suele traducir en un exceso de consumo, con el correspondiente deterioro de su salud: enferman a causa de consumir aquello que los hambrientos no pueden consumir (y que al no poderlo consumir, también enferman). Todos enferman, unos por exceso y los otros por defecto.

4. Conclusión: una vez satisfecho el propio derecho a la alimentación, todos los recursos que se invierten de más (capricho, lujo...), o que se derrochan inútilmente (cuando en lugar de ser consumidos acaban en los cubos de basura), constituyen una violación del derecho a la alimentación de las personas que, a pesar de tener reconocido dicho derecho, no lo puede satisfacer.

5. Es tanto una cuestión de derechos humanos como de sentido común. Incluso de egoísmo: al margen de las cuestiones éticas, nuestro consumo excesivo no sólo perjudica nuestra salud, sino también nuestro medio ambiente, a causa del aumento de basura que generamos.

20 junio 2008

Heráclito: todo es efímero

La historia de la Tierra es sólo una pequeña historia dentro de la historia del Universo. Quizás incluso el Universo es sólo una pequeña historia dentro de la historia de un conjunto de universos desconocidos...

El Universo existe desde hace unos 13.000 millones de años. Dentro del Universo hay más de 100.000 millones de galaxias, formadas a su vez por miles de millones de estrellas. Una de estas galaxias es la Vía Láctea, una de cuyas estrellas es el Sol.

Parece que la vida en la Tierra apareció cuando ésta se empezó a enfriar, hace unos 4.000 millones de años. A partir de las primeras moléculas orgánicas, los aminoácidos, se empezaron a formar células cada vez más complejas. La diversificación de las células permitió, hace unos 1.000 millones de años, las primeras formas de vida pluricelulares vegetales, y 100 millones de años después, siguiendo otra línea evolutiva, las primeras formas de vida pluricelulares animales. Los primeros vertebrados, los peces, aparecieron hace unos 530 millones de años. Hace unos dos millones de años aparecieron los primeros animales clasificados dentro del género Homo, y hace unos 200.000 años el Homo Sapiens.

Como decía el filósofo griego Heráclito hace 2.500 años, todo cambia, la norma es un proceso constante de transformación, de nacimiento y destrucción del que nada se escapa.

A causa del incremento de la radiación solar, dentro de 1.000 millones de años la superficie de la Tierra se volverá inhabitable. Mucho antes habrán desaparecido todos los mamíferos, nosotros entre ellos. Incluso desaparecerá el Sol: dentro de unos 5.000 millones de años, sus reservas de hidrógeno se habrán agotado y empezará a expandirse, convirtiéndose en una masa gigante fría.

Si pensamos en la historia del Universo, nos damos cuenta de que somos completamente insignificantes. Pero ésta no es la única medida de las cosas. La conciencia de nuestra fugacidad y pequeñez no nos tiene que hacer olvidar otra cosa igualmente verdadera. Es cierto que somos efímeros. Pero también es cierto que ahora estamos aquí, y en función de lo que hagamos o dejamos de hacer nuestra vida será más armoniosa, la vida de nuestros hijos más fácil y sencilla, el actual equilibrio medioambiental más sostenible y la vida del conjunto de la humanidad más agadable.

18 junio 2008

Derechos y disponibilidad de recursos materiales

"Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios (...)."
Artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

¿Existen límites para el nivel de satisfacción de aquellos derechos dependientes de la disponibilidad de recursos materiales? Si los derechos los inventamos nosotros, ¿podemos establecer en su formulación este tipo de límites?

Por ejemplo, con relación al derecho a la atención sanitaria podríamos establecer lo siguiente: Nadie tendrá derecho a sofisticadas y extremadamente costosas prestaciones o intervenciones sanitarias mientras no se destinen los recursos necesarios básicos al tratamiento de las enfermedades elementales de la población más desprotegida, ya sea esta la población del propio país o de cualquier otro país.

¿Sería oportuno añadir este tipo de consideraciones a las normas de derechos humanos?

Desde luego son temas sensibles y complejos. Si, por ejemplo, a alguien enfermo se le planteara el dilema que con el coste sanitario necesario para salvarle su vida, invertido en otro lugar y destinado a enfermedades básicas como la diarrea, no sería una vida la que se salvaría, sino decenas, o según los tratamientos de referencia, centenares o incluso miles, sin duda se encontraría en una situación incómoda.

¿Se pueden plantear estos dilemas, con independencia de la respuesta que se les de? ¿Se deberían plantear, primero como reflexión global y, llegado el caso, como referencia ante situaciones concretas? ¿Se puede zanjar el dilema argumentando que "todo el mundo debería tener los derechos que tienen los más privilegiados"? Pero, mientras esto no ocurre, ¿qué hay que hacer? Aún más: realmente es posible esta utopía, la de un mundo en el que todos los seres humanos se pueden beneficiar de las atenciones sanitarias más sofisticadas y caras?

17 junio 2008

Citas - Normas justas y normas injustas

"Una norma es una regla que nos indica cómo se debe hacer una cosa. Las normas son necesarias para ordenar la convivencia. Pero no todas las normas son justas; hay normas injustas.

"Las normas justas son las que sirven para resolver conflictos, son dadas por una autoridad legítima, mediante un procedimiento legítimo y no están en contradicción con los derechos fundamentales de los afectados por ellas.

"Las normas injustas son las que contradicen los derechos fundamentales, por eso deben y pueden ser modificadas o eliminadas.

"Una norma, para ser justa, debe poder razonarse y sus argumentos no pueden estar en contradicción con los derechos de los afectados.

"Las normas éticas derivan de la dignidad y de los derechos humanos y son necesarias para su protección y cumplimiento. Deben poder argumentarse de manera que toda persona inteligente, informada y bienintencionada pueda comprender las razones que las hacen necesarias. (...)"

Enrique Gracia. Discriminar por la edad. El País, 4-5-2008

16 junio 2008

La invención de los derechos - 2

¿Cuál es el mayor invento de la humanidad? ¿La rueda, los aviones, la lavadora, internet...?

Hay un invento previo sin el cual no serían posibles las posteriores invenciones de la humanidad: la misma humanización, este invento evolutivo sorprendente, sin el cual no seriamos lo que somos.

Es obvio que el proceso de humanización es el que ha hecho posible todos los posteriores inventos de los seres humanos, ya sean emocionales (como la empatía), sociales (como la ética y la democracia), o materiales (como la agricultura, la rueda, la olla a presión o los fármacos).

Entre esta colección de invenciones surgidas gracias a la humanización previa, hay una que es necesario reivindicar de modo especial: los derechos humanos. Porque es precisamente este invento, basado en los inventos previos emocionales y sociales, el que permite, en la medida que se consigue la difusión y el respeto de estos derechos, que cada cual tenga la mayor libertad posible para desarrollar sus propios proyectos inventivos.

Los derechos humanos son un brillante invento en la medida que son la plataforma imprescindible para que cada cual pueda abordar lo más libremente posible el intento de invención de su propia vida como individuo, y de su modo de relación con el prójimo.

Es verdad, no obstante, que escoger es siempre un acto cargado de subjetividad. Por lo tanto, no sorprende demasiado que algunas personas puedan argumentar (sobre todo si contestan sin pensárselo demasiado), que "el mayor invento de la humanidad" es, por ejemplo, la televisión. O la cerveza... Pero lo cierto es que si alguna persona en un momento dado puede manifestar unas opiniones tan pintorescas en gran medida es gracias a que ya tiene garantizado el acceso a los más elementales derechos humanos. Otra cosa es que no sea consciente de ello, ni de lo que a lo largo de siglos ha costado (y sigue costando), pensarlos, reconocerlos, reivindicarlos...

15 junio 2008

Dios existe

La historia de la humanidad se caracteriza desde sus inicios por una relación constante entre el ser humano y Dios. Negar "razonadamente" su existencia es tan estéril como defenderla con el mismo argumento, la razón.

Solo se puede intentar la aproximación a esta eventual realidad de forma especulativa. Por ejemplo, podemos decir que, si Dios existe, quizás es algo distinto del Dios elucubrado por los teólogos de las principales tradiciones religiosas. Si adoptamos esta vía, entre teológica, mágica y poética, podemos imaginar distintos escenarios.

Uno de estos escenarios podría ser, desnudándonos humildemente de nuestro antropocentrismo narcisista, que Dios es un ser despreocupado de los asuntos humanos (quizás dedicado a llevar la contabilidad de los millones de galaxias que constantemente emergen y fenecen). O que es un ser bonachón, pero despistado y no muy habilidoso, incapaz de hacer la vida un poco más fácil a los pobres humanos. Otra posibilidad más inquietante sería la de un ser sencillamente malvado, siempre dispuesto a enviar desgracias, en forma de terremotos, erupciones volcánicas, nuevas enfermedades como el sida y toda suerte de calamidades al alcance de su omnipotencia.

Tampoco hay que olvidar las concepciones arcaicas, no por antiguas menos posibles: quizás el dios verdadero es el mismísimo Zeus, rodeado de sus colegas del Olimpo. O los egipcios Isis, Osiris, Ra... o alguna de las distintas divinidades africanas, precolombinas o asiáticas. Estas constelaciones de dioses permiten contemplar todavía otra posibilidad: que existan al mismo tiempo distintos dioses verdaderos, ocupado cada uno en mejorar la eficacia del apostolado de sus seguidores, para conseguir así una mayor difusión de su propia religión en la Tierra.

Ante tantas y tantas posibilidades, lo más sensato es pensar que alguna no sea sólo una fantasía. Por lo que es higiénicamente aconsejable dudar del propio ateísmo, por más firme y consolidado que esté.

13 junio 2008

Nuevos sujetos de derechos - 2

"Primero fue necesario civilizar al hombre en su relación con el hombre. Ahora es necesario civilizar al hombre en su relación con la naturaleza y los animales."
Victor Hugo

La modificación de la lista de sujetos beneficiarios de derechos ha sido una constante histórica. Por ejemplo, en la Antigua Grecia sólo eran consideradas ciudadanas aquellas personas libres, pertenecientes al sexo masculino y con una determinada posición social. Es decir, la mayor parte de las personas no eran ciudadanas , y por lo tanto no gozaban de las prerrogativas y derechos que la ciudadanía otorgaba.

En distintos momentos históricos, la mayoría muy recientes, se fueron incluyendo como sujetos de derechos a las mujeres, los niños, los siervos, los homosexuales, los miembros de poblaciones indígenas...

En la actualidad, existe el consenso general acerca de que sujetos de derechos lo son "todos los seres humanos" (artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos), "toda persona" (artículo 2), "todo individuo" (artículo 3), etc.

Hemos llegado a un consenso acerca de los derechos que les corresponden "a todos los seres vivos que al mismo tiempo son seres humanos". Pero, ¿es una barrera infranqueable, la de la pertenencia a la humanidad, para ser considerado sujeto de derechos? Ya que los derechos los inventamos y concedemos los seres humanos, ¿podemos inventar y conceder derechos que protejan a los animales no humanos? ¿Deberíamos hacerlo?

Juicios justos

"Cada vez que recordamos algo, lo cambiamos: nunca recordamos lo mismo igual. (...) nuestro cerebro funciona como un ordenador que cada vez que cargara un archivo de su memoria perdiera una parte de los datos. Lo que hacemos para que el recuerdo siga teniendo sentido es rellenar esos agujeros de contenido con invenciones en función de nuestras conveniencias (...) El cerebro nos miente siempre. La realidad es sólo una ilusión, pero, como añadía Einstein, muy persistente. El cerebro genera todos los procesos mentales de tu existencia, o sea: tu percepción de la realidad. Y rara vez te dice la verdad, pero casi siempre te dice lo que necesitas saber para subsistir."
Sandra Aamodt. Neuróloga, editora de 'Nature Neuroscience', autora de 'Entra en tu cerebro'
La Vanguardia (La Contra), 12-6-2008

Los artículo 10 y 11 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos hacen referencia respectivamente a los juicios justos e imparciales y a la presunción de inocencia. Un elemento fundamental de los sistemas judiciales es la aportación de testimonios, tanto los de los propios implicados como los de los testigos. La labor de los jueces consiste en primer lugar en averiguar la verdad sobre determinados hechos, para posteriormente poder dictar una sentencia lo más justa posible. Y para ello no sólo han de asumir que las personas pueden mentir intencionadamente con la finalidad de conseguir determinados objetivos, sino que, estando convencidas de no mentir, en ocasiones sus testimonios pueden estar muy alejados de la verdad, a causa del peculiar funcionamiento del cerebro que expone Sandra Aamodt, un funcionamiento asumido en la actualidad de forma general por los neurólogos.

12 junio 2008

Nuevos sujetos de derechos

Los seres humanos, en tanto que inventores de los derechos, hemos decidido que a todos nosotros, sin distinciones de raza, origen sexo, edad, etc., nos corresponde el mismo catálogo de derechos. El límite para ser incluido como beneficiario de derechos lo hemos establecido en "la pertenencia al género humano".

Si el debate sobre los sujetos de derechos se hubiera producido hace 30.000 años, entonces quizás alguien se habría planteado el dilema de si los neandertales debían considerarse también sujetos de derechos.

Hoy nos podemos plantear otro dilema más cercano: si consideramos que el remoto origen de los derechos está en la emergencia de la empatía y de la compasión durante el proceso de hominización progresiva, ¿es que los animales no humanos no son capaces de generar en nosotros sentimientos de empatía y compasión? ¿Somos insensibles a su dolor? ¿A su cosificación y explotación?

¿No sería deseable una nueva rehumanización, que nos permitiera ampliar de nuevo nuestro actual sistema de derechos, de forma que los otros seres sensibles con los que compartimos la existencia no fueran sólo contemplados como meros instrumentos al servicio de nuestras necesidades o caprichos?

11 junio 2008

Creer y crear

"Crear: 1. Producir algo de la nada. 'Dios creó cielos y tierra'. 2. Establecer, fundar, introducir por vez primera algo; hacerlo nacer o darle vida, en sentido figurado."

"Creer: 1. Tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado. 2. Dar firme asenso a las verdades reveladas por Dios."

Crear y creer son dos potencialidades humanas, especialmente fértiles en el caso de algunas personas. Como el huevo y la gallina, no se sabe si las creaciones alumbran las creencias, o si desde el marco de las segundas pueden emerger las primeras.

Cuando las creaciones y las creencias se mueven, por ejemplo, en el campo de las actividades artísticas, contemplarlas puede ser un espectáculo apasionante. Pero cuando ocupan el espacio de la organización social, entonces hay que andar con mucha cautela, y cualquier inspiración u ocurrencia ha de ser sometida a la razón. De modo especial cuando las creaciones y las creencias se empapan en el complejo y mágico mundo de la religiosidad.

(1) Las dos definiciones iniciales son del diccionario de la RAE.

10 junio 2008

Creencias, prepotencias y derechos

Es fácil entender y respetar el hecho de que una persona crea en alguna divinidad. Una persona así, que manifiesta su fe, su convencimiento íntimo sobre la existencia de un ser superior, sólo poniéndolo en evidencia, sin intentar razonar este convencimiento (de naturaleza irrazonable), a un no creyente incluso le puede enternecer, generándole una profunda y sincera simpatía.

El caso es distinto cuando la persona creyente empieza a a razonar sus creencias, a explicar sus fundamentos, a justificar sus convicciones, a demostrar, presuntamente, su veracidad incontestable. Si además, cosa habitual, se basa para ello en los textos sagrados de sus propias tradiciones religiosas, en los sesudos estudios de sus respectivos teólogos, entonces el asunto empieza a adquirir otro cariz.

A este segundo grupo de personas (1) no debería extrañarles que haya gente que no tenga reparos para aprovechar las ocasiones que se presenten para intentar rebatir de la forma más contundente posible todas sus argumentaciones. Con más razón, cuando mediante la sinrazón de su fe las personas religiosas intentan argumentar la necesidad de la supeditación de las normas sociales a las normas morales de la propia tradición religiosa.

En estos casos, la actitud desafiante de las personas creyentes no sólo autoriza, sino que demanda, la respuesta y la oposición pertinentes por parte de aquellas personas que creen en el avance que suponen las sociedades laicas sobre las teocráticas, que creen en la superioridad de la ética sobre la moral (como referente en los asuntos relativos a la organización social). Que creen, por ejemplo, que es mejor guiarse e inspirarse en la Declaración Universal de los Derechos Humanos que en los 10 Mandamientos de la Biblia o en los hadit o dichos del profeta Mahoma.

(1) Huelga decir que también hay creyentes laicos (armados también con sus preceptivos "textos sagrados"), ateos religiosos capaces de gestionar sus respectivas "religiones" con la misma prepotencia, agresividad y peligrosidad, a causa de su falta de subordinación al civilizador e imprescindible filtro de la razón.

09 junio 2008

(desahogos) Hadas malas

Hay muchas clases de cuentos de hadas. Algunos los protagonizan hadas buenas. Otros hadas malas y ogros. Los monseñores Rouco Varela y Cañizares son dos hadas malas, apropiadamente vestidas de negro, representando el cuento siniestro del intento de implantación de su particular modelo de democracia teocrática romana.

No obstante, es el papel que les corresponde: cuando en 1948 se aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos representantes de algunas confesiones religiosas reclamaban que en su articulado se hiciera referencia "al Ser Supremo", algo que afortunadamente no consiguieron, ya que se impuso el sentido común. En aquellos momentos, hubo quién incluso llego a sugerir que la Declaración Universal debería iniciarse con la reproducción de los Diez Mandamientos...

08 junio 2008

El derecho a la alimentación - 2

Al hablar del derecho a la alimentación no se puede ignorar el impacto que representa sobre los recursos alimentarios globales los distintos tipos de dietas. Por ejemplo, entre las dietas que incluyen el consumo habitual de carne y las básicamente vegetarianas.

Desde el punto de vista de la optimización de los recursos, el consumo de carne es una opción muy poco eficiente: el alimento que proporciona un filete es sólo una pequeña parte del alimento que ha tenido que consumir el correspondiente animal para elaborar el filete (al parecer, entre 1/6 i 1/12).

Por lo tanto, si en el mundo hay hambrunas, además de la receta elemental de aprender a compartir en lugar de excluir, a continuación lo más sensato y sencillo es obvio que consiste en renunciar al consumo de carne, "liberando" de este modo, poniéndolos a disposición de las personas, todos los alimentos que consumen los animales destinados al engorde.

La anterior seria una reflexión fundamental pero estrictamente antropocéntrica, encaminada sólo a respetar el derecho de todos los seres humanos a la alimentación. Pero no es la única reflexión posible, relacionada con el derecho a la alimentación.

Por ejemplo, al hablar de este derecho es difícil no referirse de alguna forma a los eventuales derechos (1) de los otros seres vivos que se incluyen en la dieta de los seres humanos, plantas y animales, especialmente los segundos, y entre estos, con una atención más particular a los más evolucionados, en distinta medida capaces de sentir y sufrir como nosotros.

(1) Decimos eventuales en la medida que los derechos los formulan los seres humanos, incluyendo como beneficiarios sólo los sujetos que estos subjetivamente deciden.

07 junio 2008

Opiniones políticas y derechos humanos

Algunas personas, especialmente si son famosas, como por ejemplo algunos deportistas de élite, al ser preguntadas por sus ideas políticas o acerca de determinados conflictos sociales contestan que ellas no opinan sobre política. No se dan cuenta que "no opinar sobre política" es imposible. Por ejemplo, estas mismas personas, cuando callan obstinadamente mientras participan en eventos organizados en el contexto de situaciones sociales que atentan gravemente contra los derechos humanos, con su participación silenciosa y acrítica están haciendo sin duda política, en concreto la política de no denunciar estas violaciones de los derechos humanos: dada su dimensión pública, con su actitud silenciosa las aprueban.

Otra cosa sería argumentar que, en determinados casos especialmente complejos, no es fácil decidir cual es la mejor decisión, "la mejor política". Estas situaciones se dan, y entonces la duda razonable puede estar no sólo justifica, sino incluso ser la opción más sensata. Pero nunca como norma, como excusa para evitar de entrada cualquier compromiso, para esquivar las situaciones complejas que, inevitablemente, en ocasiones hay que afrontar.

Por otro lado, no sólo las personas famosas están sometidas a la omnipresencia de esta dimensión política con relación a sus decisiones y actuaciones. Cada persona, en la propia vida cotidiana, por discreta y anónima que esta sea, ha de ir enfrentando las "decisiones políticas" inherentes al hecho de vivir en sociedad: resolver los conflictos que se le presentan, optar entre distintas alternativas, ponerse al lado del poderoso o del desvalido, reivindicar la generalización de determinados derechos humanos o su restricción...

03 junio 2008

Derechos y deberes

En la medida que los derechos son invenciones humanas, parece evidente que, una vez inventados, hay que materializarlos. Algo parecido a lo que ocurre en las empresas, que después de diseñar un nuevo prototipo en el departamento de investigación, tras la aprobación definitiva del proyecto, han que llevarlo a los talleres e iniciar su fabricación. En caso contrario, innovar no sirve de mucho.

Avanzar en el mundo de los valores no sólo implica reflexionar sobre el mundo que se anhela, sino también arremangarse y ponerse a la faena. Asumir que los sueños se han de construir, que para ello hay que poner primero unos cimientos consistentes, empezar luego ordenadamente a levantar el nuevo edificio, vigilar todos los detalles, no olvidar que hay que invertir en mantenimiento una vez construido...

El mundo de los valores, de los derechos, es algo íntimamente relacionado con el esfuerzo, o si se prefiere, con las obligaciones, unas palabras quizás algo desacreditadas, pero sin las cuales no es creíble cualquier proyecto de cambio.

Gandhi, en una carta dirigida a la ONU en 1947, decía oportunamente lo siguiente: "Mi madre, que era ignorante pero tenía un gran sentido común, me enseño que para asegurar los derechos es necesario un acuerdo previo sobre los deberes."

Sin olvidar los derechos (o precisamente porque no hay que olvidarlos), habría que hablar más a menudo del esfuerzo, de los deberes, ya que es evidente que, sin ellos, es imposible establecer contrato social alguno, ni garantizar, por añadidura, los derechos a los que legítimamente todos aspiramos.

02 junio 2008

La invención de los valores

Los valores son construcciones humanas. No se descubren, se inventan. Sólo se pueden "descubrir" aquellos valores previamente inventados por otros seres humanos.

Para valorar alguna cosa hay que adoptar o crear una tabla de valores de referencia. La historia de la humanidad está jalonada de múltiples invenciones de tablas de valores o sistemas morales (en general, revisiones de invenciones previas, ya que tampoco son tantas las invenciones posibles).

Las escalas de valores se construyen en función de objetivos determinados. Por ejemplo, en el ámbito de los modelos de organización social, la convivencia dialogante. O en su polo opuesto, la exclusión, la agresión como forma de acaparación de poder y recursos, etc.

Incluso la aparición de la ética, con su propósito de racionalizar los debates sobre las distintas opciones morales, se caracteriza por la misma fragilidad originaria: optar por la razón o la sinrazón como referente en la toma de decisiones no deja de ser una opción determinada, quizás sensata i comprensible, pero sin duda de alguna forma arbitraria.

Es posible, con relación a los valores de referencia, que pueda desazonar esta situación huérfana de fundamentos y seguridades, este transitar como un funambulista sin red, esta sensación de caducidad, de fragilidad...

Todo es una invención. La compasión y la caridad de las tradiciones religiosas. Su secularización posterior a través de la empatía y la solidaridad. La traducción de estas emociones y anhelos en los derechos humanos. Su concreción en documentos como la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

No obstante, también es cierto que hay invenciones que han demostrado ser especialmente brillantes y útiles. Al menos, para las personas que creen en ellas.

29 mayo 2008

Derechos justos e injustos

"Derecho: conjunto de principios y normas, expresivos de una idea de justicia y de orden, que regulan las relaciones humanas en toda sociedad y cuya observancia puede ser impuesta de manera coactiva."
Diccionario de la RAE

Muchas veces, el "conjunto de principios y normas que regulan las relaciones humanas" han justificado relaciones de dominación. Por ejemplo, el expansionismo colonial europeo (como todos los colonialismos) se desarrolló respetando unas leyes minuciosamente redactadas (por los conquistadores), que ya de entrada reconocían el derecho de conquista "de las tierras desconocidas". Lo mismo se puede decir de la trata transatlántica de esclavos, practicada respetando el ordenamiento legal vigente en los países promotores y beneficiarios de aquel comercio de personas.

Unos mismos derechos pueden ser moralmente correctos para unas personas pero moralmente inaceptables para otras. En los conflictos entre poderosos y oprimidos, a los primeros no les es difícil elaborar argumentos morales con el fin de justificar los propios privilegios. Porque la moral, por definición, es arbitraria. La ética en principio no. Y por lo tanto, los derechos pueden ser éticamente cuestionados, pasados por el tamiz de la razón. Y entonces se puede llegar a la conclusión que un determinado derecho es más o menos justo o injusto.

28 mayo 2008

Historia de los derechos humanos: principales hitos

La historia de los derechos humanos tiene algunos hitos fundamentales:

-La emergencia de la empatía.
-La creación de normas morales.
-El nacimiento de la ética (la aplicación de la razón sobre la validez de las normas morales).
-La creación de derechos.
-El disfrute de los derechos creados.

A pesar de aparecer secuencialmente, ninguna de las fases ha sido asimilada de forma definitiva. En la actualidad es tan necesario reivindicar las últimas como las primeras:

-La empatía (ante comportamientos de personas o colectivos que actúan sin la menor "compasión" hacia el sufrimiento ajeno).
-El sometimiento de la moral a la ética (ante la reivindicación de normas morales arbitrarias y lesivas de la integridad de las personas, esgrimidas por distintos colectivos religiosos o laicos).
-La creación de derechos como proceso permanente (en la medida que la veloz evolución de la humanidad obliga a afrontar nuevos retos y a revisar la concreción de algunos derechos en función de las nuevas situaciones).
-El disfrute de los derechos (a la vista de que amplios sectores de la población mundial estan muy lejos de gozar no ya de todos los derechos teóricamente consensuados por la comunidad internacional, sino ni tan siquiera de los más elementales, los imprescindibles para llevar una vida mínimamente digna, o sencillamente para sobrevivir).

Además, existe una indudable influencia mutua entre los distintos estadios, una influencia que se plasma en todos los sentidos, no sólo en la secuencial y progresiva que hemos expuesto. Por ejemplo, el acceso a la educación sin duda puede promover la reflexión sobre la secuencia previa (la creación de derechos), así como el acceso a unas condiciones de vida dignas suele facilitar la oposición a las normas morales arbitrarias, etc.

12 mayo 2008

El derecho a la alimentación

Además de su valor nutritivo, otro de los argumentos de los partidarios del consumo de carne es que "está sabrosa". Partiendo de este argumento, ¿podría ser justificable, en alguna medida, el consumo por ejemplo de carne de niño, ya que sin duda debe ser también nutritiva y sabrosa?

Y si hay argumentos de nivel superior que impiden un planteamiento como el anterior en el caso de las personas, ¿por qué motivo no se plantea esta restricción y su eventual aplicación en el caso de consumo de animales no humanos?

Las distintas opciones alimentarias de las personas que siguen dietas que incluyen o evitan la carne, ¿son sólo meras preferencias gastronómicas o incluyen dimensiones que deberían evaluarse a través de reflexiones éticas?

05 mayo 2008

Dilemas éticos: el aborto - 2

Si según argumentan algunas personas un óvulo acabado de fecundar es un ser humano, ¿se deben dedicar a salvar todos y cada uno de los óvulos fecundados y congelados los mismos recursos que se deberían dedicar a salvar, por ejemplo, la vida de cualquier niño enfermo?

¿Es igual de grave que "mueran" 15.000 embriones congelados (a causa por ejemplo de un corte de electricidad que afecte a los congeladores donde están almacenados), o que mueran 15.000 niños por falta de atenciones sanitarias básicas?

04 mayo 2008

La felicidad - 4

No sólo nacemos de una determinada manera, también nos autoinventamos a nosotros mismos. Porque algunas características de las personas son innatas, pero otras son modeladas.

Es evidente que a lo largo de la vida nos vamos amueblando (ilusiones, miedos, opiniones, gustos...). Escogemos, rechazamos... Reivindicando nuestra libertad, dibujamos sueños, establecemos necesidades, y luego detalladamente especificamos el umbral deseable de cada una de estas necesidades.

Entonces aprendemos a decir: "Yo soy así". Pero no es exactamente cierto, en parte nos ocultamos la verdad. No obstante, navegando en un océano de equivocaciones a la deriva como la nuestra, sentimos que nuestra afirmación es socialmente coherente.

El camino, además, es largo y laborioso, por lo que al final estamos agotados. El esfuerzo no ha sido ficticio, al contrario. Ha sido un trabajo agotador, constante, de años. Quizás contraproducente y disparatado, pero un verdadero trabajo de titanes (de habernos sido impuesto, de no haberlo elegido libremente, nos habría sido imposible asumirlo).

Puede que el cansancio nos inunde. Y el desconcierto. Nuestras expectativas (esta parte de nuestras invenciones) en ocasiones no se cumplen:

--¿Cómo puede ser que no me entiendan?
--¿Cómo puede ser que no me quieran?
--¿Cómo puede ser que no me respeten?

Nos sentimos profundamente estafados, ofendidos. Doblemente ofendidos, o burlados, si se tercia que se nos recuerda nuestro laborioso trabajo, la lenta construcción de nosotros mismos.

--¡No es verdad! -gritamos- ¡¡¡Yo soy realmente así!!!

De acuerdo, seguramente. Pero quizás es oportuno no olvidar el camino: si hay mucha parte de invención tejida laboriosamente, puestos a inventar... ¿Por qué no nos inventamos ser felices?

30 abril 2008

Dilemas éticos: el aborto

Hay temas de derechos humanos que, al ser abordados desde distintos sistemas morales, no coincidentes en algunos de sus principios, son inevitablemente conflictivos. Temas sobre los que, por mucho que se sometan a análisis éticos, no es posible llegar a conclusiones consensuadas (principalmente debido a que los analistas que intervienen no pueden sustraerse a sus respectivos convencimientos morales).

El caso del aborto sin duda es el más representativo. Y digno por tanto de ser tratado con la atención y el rigor que se merece. En alguna ocasión lo intentaremos.

Ahora sólo mencionaremos un aspecto marginal de este debate, en la medida que de alguna forma es indicativo del sistema de valores de los representantes de una de las moralidades litigantes.

Nos referimos concretamente a los representantes de la Iglesia Católica. Y es que la postura oficial de la Iglesia sobre el aborto, en principio del todo respetable, se ve enturbiada por su actitud ante los sistemas anticonceptivos: su cerril (incluso criminal) oposición a los sistemas anticonceptivos que ella no considera "naturales", cuestionan su credibilidad cuando pretende formular juicios éticos sobre los embarazos indeseados y el aborto.

De hecho, su oposición a los sistemas anticonceptivos es sólo un aspecto más de su complicada (por no decir turbia o enfermiza) relación con la sexualidad: su exaltación del celibato como condición más elevada del ser humano, su homofobia, condenando toda relación sexual que no coincida con lo que ella misma considera "natural", su condena del onanismo... En el fondo, reflejo todo de su exaltación de la mortificación, en la medida que el modelo a seguir que propone es el de alguien que, al parecer libremente, escogió morir torturado y crucificado. Como si no hubiera maneras más atractivas, puestos a escoger, "de salvar a la humanidad"...

29 abril 2008

La invención de los derechos

Los derechos son una de las muchas invenciones de los seres humanos. Los derechos humanos, en tanto que parte de los derechos en general (mercantiles, patrimoniales, etc.), son por lo tanto también el resultado de la fértil capacidad fabuladora de las personas.

La existencia de un ser supremo responsable de la existencia de los derechos humanos sería la versión más poética y barroca alumbrada por la fantasía humana para explicar la existencia de estos derechos. Y precisamente por esto es tan respetable: en la medida que los derechos no son una realidad a descubrir, sino una invención, su principal característica es la subjetividad. Una subjetividad manifiesta en cuanto a sus orígenes, y más opinable en cuanto a su contenido (ya que precisamente el objetivo de la ética, otro de los grandes inventos de la humanidad, es pasar por el filtro de la razón las distintas invenciones filosóficas y morales).

Pero la subjetividad (y la fragilidad que esta subjetividad implica), de la invención de los derechos humanos, no ha de hacer olvidar su gran utilidad. Y si a alguien le tienta la duda, sólo tiene que hacer el pequeño esfuerzo de imaginarse víctima de cualquiera de los grandes atropellos contra la integridad y la dignidad de las personas que se producen a diario. Contra esta dolorosa realidad, para ponerle coto, se erigen las proclamaciones de derechos.

Es posible, no obstante, que haya inventos mejores para regular la convivencia, o la coexistencia, entre las persona. Pero hasta el momento los otros inventos que se han propuesto o ensayado parece que son peores. En ocasiones manifiestamente peores. Es oportuno recordarlo, no olvidarlo. Al menos, hasta que se alumbre un invento mejor.

24 abril 2008

La felicidad - 3

Al hablar del optimismo y del pesimismo, el ejemplo clásico es el de la percepción de un vaso, lleno hasta la mitad, como "medio lleno" o "medio vacío".

¿Por qué ocurre que, en ocasiones, con un vaso lleno hasta la mitad, sólo vemos la parte medio vacía? ¿Quizás la medio llena no la vemos porque está "debajo"? ¿Es a causa de nuestra forma de mirar superficial, que nos impide apreciar que debajo, justo debajo de la parte medio vacía, pegado a ella, está siempre la parte medio llena?

Posiblemente la explicación es más compleja, y a la mirada superficial haya que añadir un exceso de fantasía negativa. Porque, a menudo, nos olvidamos de que los vasos también los fabricamos nosotros, y que a veces, para evitar las dudas relacionadas con "lo vacío y lo lleno", la solución es tan sencilla como inventarse un vaso distinto, más pequeño si es necesario.

¿O es que existe un vaso universal, "El Vaso", con unas características y una capacidad predeterminadas, fijas e inmutables? No lo parece si observamos los millones de vasos existentes y distintos y, sobre todo, aquellos casos en los que, vasos pequeños, quizás ni medio llenos, sacian la sed y llenan de luz la vida de algunas personas.

Cuando nuestra fertilidad inventiva no trabaja a favor nuestro, "nos traiciona", estamos perdidos, ya que entonces no para de complicarnos la vida. Por ejemplo, en ocasiones se suele entretener, ante la duda del vaso medio lleno o vacío, en inventar enormes jarras, a veces parecidas a verdaderas e inmensas piscinas, en las que acabamos vertiendo de forma insensata el contenido de nuestro vaso. Y entonces miramos la jarra o la piscina que nos hemos inventado y, entristecidos, contemplamos en el fondo el pequeño charquito en el que se ha convertido nuestro vaso de las dudas.

Sí, en ocasiones andamos por la vida un poco despistados, empeñados en utilizar la inteligencia creadora en la construcción de "nuestro proyecto personal de infelicidad". Ya para terminar, añadamos sólo que en la construcción de este gran proyecto, un elemento de gran ayuda es el convencimiento de que la causa de todas nuestras desdichas son siempre los demás. Pero esta ya es otra historia...